Capítulo 12

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Gianna

Mientras Alessandro consolaba a Leonardo, Luis fue hacia la puerta ya que habían tocado. Me pregunté quien sería, pero no le preste tanta atención, solo me fijé en como Leonardo se dormía en los brazos de su padre.

—Vaya, vaya, vaya —dijo una voz desde la puerta principal, mire hacia allí y había un hombre de unos 50 años de estatura baja y hombros anchos—. Que bonita familia

Dijo son sorna. Confundida mire hacia Alessandro, que hacía unos segundos se había levantado con Leonardo en brazos.

—¿Papá?—preguntó— ¿Que demonios haces aquí?

—Vine a hablar con vos... —dijo, y antes de seguir hablando me miró con asco— A solas

Rápidamente mire hacia abajo, y me levanté de mi lugar con la cabeza agachada.

—No, ella no se va a ningún lado, si tienes que decir algo dilo aquí —Alessandro le respondió molesto y rígido.

El padre de Alessandro frunció el ceño, su mirada despreciativa hacia mí.

—Esto es un asunto familiar, Alessandro — dijo.—No es necesario que ella esté presente

Alessandro se puso más rígido, su mirada protectora hacia mí.

—Gianna es parte de nuestro acuerdo —dijo.—Y tiene derecho a saber lo que está pasando

El padre de Alessandro resopló, su expresión de desdén hacia mí.

—Por favor, Alessandro—dijo—No te dejes llevar por tus sentimientos. Ella no es de nuestra clase, no es digna de llevar nuestro apellido.

Sentí un golpe en el estómago, su palabras me dolieron profundamente. Pero Alessandro se puso delante de mí, protegiéndome con su presencia.

—No te atreves a hablar de ella de esa manera —dijo—Gianna es bajo mi protección, y no voy a permitir que la lastimes. Recuerda nuestro acuerdo, padre

El padre de Alessandro se rió, su sonido frío y calculador.

—El acuerdo —dijo.—Sí, recuerdo. Tú la proteges a ella y a su hermana, y a cambio, obtienes la fortuna de su familia

Alessandro asintió, su mirada firme.

—Sí— dijo. —Ese es el trato. Y no voy a permitir que lo rompas

El padre de Alessandro se puso serio, su mirada desafiante.

—Esto no ha terminado, Alessandro—dijo mientras se dirigía hacia la puerta principal—. No vas a poder protegerla siempre —dijo antes de irse, dejándonos nuevamente a Alessandro, Luis, Leonardo y a mi solos.

Me sentí aliviada cuando el padre de Alessandro se fue, su presencia había sido opresiva y desagradable. Me senté de nuevo en el sofá, intentando recuperar la calma.

Alessandro se acercó a mí, su mirada preocupada.

—Lo siento —dijo—No debería haber hablado de ti de esa manera

Me encogí de hombros.

—No es tu culpa —dije—Es su opinión, no la tuya.

Alessandro se sentó a mi lado, su brazo rozando el mío.

—Te protegeré —dijo—No dejaré que nadie te lastime.

sentí un escalofrío recorrer mi espalda. ¿Por qué estaba haciendo esto Alessandro? ¿Por qué se preocupaba por mí de esta manera?

Miré a Leonardo, que dormía pacíficamente en sus brazos.

—Gracias —dije finalmente. —Gracias por protegerme

Alessandro sonrió ligeramente.

—No hay de qué —dijo—Es parte del trato.

Sentí un nudo en la garganta. ¿Era solo parte del trato? ¿O había algo más detrás de sus acciones?

La tensión y la emoción seguían flotando en el aire después de la partida del padre de Alessandro. Me sentí aliviada de que se hubiera ido, pero la conversación había dejado una marca en mí.

Alessandro se levantó, con Leonardo todavía dormido en sus brazos.

—Voy a llevarlo a su habitación— dijo —Necesita descansar.

Me levanté también, sintiendo la necesidad de hacer algo.

—Voy contigo— dije.

Alessandro asintió, y juntos subimos las escaleras. Mientras caminábamos, no pude evitar pensar en las palabras de su padre. ¿Por qué me despreciaba tanto? ¿Qué había hecho yo para merecer su odio?

Llegamos a la habitación de Leonardo y Alessandro lo acostó en su cama, ya que en este departamento no teníamos la cuna de Leonardo. Me quedé un momento mirando al pequeño, que dormía pacíficamente.

—Gracias por protegerme— dije de nuevo, esta vez con más sentimiento.

Alessandro se volvió hacia mí, su mirada intensa. No sabía el por qué, Pero cada vez que me miraba de aquella manera mi corazón comenzaba a latir con rapidez.

—No hay de qué— repitió —Es parte del trato. Pero también es porque...

se detuvo, como si no supiera cómo continuar.
Mi corazón latió más rápido. ¿Qué iba a decir? ¿Qué sentimientos escondía detrás de sus palabras?

Amor a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora