Las sombras del pasado

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Los rumores sobre las desapariciones siguieron creciendo lentamente, como una sombra que se extendía sobre el pueblo, aunque nadie se atrevía a señalar directamente a los Bäcker. Sin embargo, había alguien que nunca olvidó: Helga Krüger, una anciana viuda que vivía al otro lado de la plaza.

Helga recordaba perfectamente el año 1945, cuando Heinrich Bäcker regresó al pueblo después de la guerra. Antes de irse, era un hombre amable y respetado, pero volvió diferente, endurecido y con una extraña obsesión por la panadería familiar. Aunque pocos hablaban de ello, Helga sabía que algo oscuro lo había seguido desde el frente. Su propio esposo, Friedrich, nunca regresó del campo de batalla. Una noche, mientras tomaba té junto a la ventana, lo vio por última vez caminando hacia la panadería... y nunca más volvió.

Desde entonces, Helga observaba a los Bäcker con desconfianza, notando pequeños detalles que otros pasaban por alto: las miradas frías, los murmullos al atardecer, y sobre todo, la constante expansión de la panadería a pesar de las dificultades económicas del pueblo. No podía probarlo, pero sabía que la familia ocultaba algo mucho más siniestro que una simple receta secreta.

Una noche, mientras revisaba antiguos diarios de su difunto esposo, Helga encontró una carta que Friedrich nunca le envió. En ella, hablaba de los rumores que corrían entre los soldados: historias de batallones que desaparecían sin dejar rastro y leyendas de caníbales entre las filas, que devoraban a los caídos en el frente. Su corazón se detuvo cuando leyó el nombre "Heinrich Bäcker" escrito en la esquina, al pie de una anotación apresurada: "Algo cambió en él allá... Ya no es el mismo hombre."

Convencida de que la respuesta a sus sospechas estaba en ese sótano prohibido, Helga comenzó a tramar un plan. Sabía que no podría enfrentarlos sola, y por eso decidió visitar a un viejo amigo.

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