La Maldición de los Sobrevivientes

4 3 0
                                    

El fuego devoraba la panadería mientras el amanecer pintaba el cielo de un gris apagado. Helga y Hans lograron llegar a la plaza del pueblo, jadeantes y con heridas visibles, pero vivos. El edificio, que alguna vez fue el corazón del pueblo, se consumía entre crujidos y chispas. El humo negro y espeso se elevaba, llevando consigo no solo los restos de los Bäcker, sino también siglos de secretos oscuros.

Sin embargo, la pesadilla no había terminado para los sobrevivientes.

Mientras Hans descansaba en la casa de Helga, recuperándose de las heridas, comenzó a sentir una inquietud creciente. Las imágenes del sótano no lo dejaban en paz: los cuerpos colgados, los cuchillos afilados, el olor dulce y metálico del pan. No podía dejar de pensar en ello. Cada vez que cerraba los ojos, veía los rostros de aquellos que no pudieron escapar de los Bäcker, y sentía que algo más oscuro estaba todavía en juego.

Por su parte, Helga también notaba algo extraño. Había empezado a soñar con Friedrich, su difunto esposo, que le pedía que buscara su cuerpo entre las cenizas. Cada noche, el sueño se hacía más vívido, más tangible, hasta el punto de que podía oler el pan recién horneado cuando despertaba, mezclado con un hedor fétido que se colaba en su habitación.

Los días pasaron, pero el sentimiento de inquietud no desaparecía. Hans, aún debilitado, empezó a investigar si la familia Bäcker había dejado algún rastro, algún archivo o historia que explicara lo que realmente sucedía en esa panadería. Descubrió que no solo los Bäcker habían practicado el canibalismo como un acto desesperado, sino que la familia estaba ligada a un antiguo culto pagano que veneraba a un oscuro dios de la carne. El pan no era solo pan, y la carne no era solo carne. Era un sacrificio ritual, y cada persona que consumía los productos de los Bäcker estaba, sin saberlo, participando en ese rito macabro.

El Pan de la Muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora