La Maldición Despierta

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Una noche, mientras Helga trataba de conciliar el sueño, escuchó un golpeteo en la puerta. Al abrirla, no vio a nadie. Pero en el umbral, había una bolsa de pan. Temblando, la recogió y la llevó al interior, reconociendo el envoltorio; era idéntico al que los Bäcker usaban para envolver sus hogazas.

Hans llegó corriendo al día siguiente, con una expresión aterrorizada. "No hemos terminado con ellos", dijo en voz baja, mirando el pan sobre la mesa. "Esto no es solo un recuerdo... es una advertencia. La maldición no ha muerto con ellos. Todos los que alguna vez comieron de su pan... ahora están marcados."

Los aldeanos, sin saberlo, habían consumido durante años los restos de las víctimas. Hans temía que el fuego no hubiera destruido por completo el poder que residía en la panadería. El ritual del dios de la carne aún estaba en curso, y su influencia comenzaba a manifestarse.

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