L I A
Las clases hoy han sido una mezcla de rutina y desconexión. Mi mente no podía concentrarse en los temas que normalmente me parecían interesantes. Todo parecía flotar sobre mí, como si los conceptos no tuvieran peso, como si estuviera en una burbuja. El profesor hablaba, las páginas del libro se pasaban, pero yo no podía absorber nada. Mis pensamientos seguían atrapados en los papeles que el abogado me había pedido y la cita que tenía más tarde con el doctor Cullen.
Intenté no pensar demasiado en Asher. Estaba justo a mi lado, tan cercano y, al mismo tiempo, parecía tan distante. Me saludó al entrar al campus, intercambiamos unas palabras educadas, pero no hubo más. Quizá era yo quien estaba poniéndome barreras innecesarias, pero no podía evitarlo. Después de la tarde de juegos en mi casa, no sabía cómo manejar lo que había pasado. Todo parecía demasiado complicado para que lo resolviera en un día, y mucho menos mientras estaba aquí, intentando concentrarme en las clases.
El resto de la mañana pasó sin sobresaltos. Salí de mi última clase con una mezcla de alivio y ansiedad, sabiendo que ahora tenía que enfrentarme a lo que venía después. Caminé hacia la salida de la universidad con los hombros tensos, sin energía para lidiar con lo que sentía. Me despedí rápidamente de mis compañeros, incluyendo a Asher, evitando prolongar la conversación más de lo necesario.
Al llegar a mi apartamento, el silencio fue lo primero que me golpeó. Ese vacío que siempre parecía más ruidoso cuando estaba a solas. Me dirigí directamente al escritorio, buscando entre las carpetas los documentos médicos y las pruebas que el abogado me había pedido. Mi respiración se hizo más pesada cuando mis dedos rozaron los informes. Lo que antes había sido solo una página escrita, ahora pesaba como una losa.
Cada hoja que sacaba era como un golpe directo. Pruebas médicas, reportes de servicios sociales... todo lo que documentaba mi dolor, mi pasado, todo lo que había tratado de enterrar. Pero aquí estaba, enfrentándolo de nuevo. No había escapatoria.
Puse todo en orden lo más rápido que pude. No quería quedarme atrapada en esos recuerdos más tiempo del necesario. Mis manos temblaban un poco mientras guardaba los papeles en mi mochila, pero no podía detenerme. Solo quería que esto acabara.
El sonido de mi teléfono me sobresaltó, haciéndome volver a la realidad. Era la cafetería. Había faltado demasiados días por estar enferma, y ahora tenía que compensarlo.
—Hola, soy Lía —respondí rápidamente, intentando que mi voz sonara estable.
—Hola, Lía —la voz de mi gerente sonaba amable, pero también ocupada—. Solo quería saber cómo estabas. Has estado fuera unos días.
—Sí, lo siento mucho, de corazón. He estado enferma, pero me siento mejor ahora —mentí. Enferma no era la palabra adecuada, pero la verdad era demasiado complicada para explicarla—. Quería saber si podía cubrir el turno de noche hoy. Necesito compensar los días que falté.
Hubo una pausa breve al otro lado de la línea, y por un momento temí que rechazara mi oferta.
—Por supuesto. Esta noche no será tan pesado, así que vendrá bien que estés. Puedes empezar a las ocho.
—Gracias. Nos vemos esta noche —colgué y suspiré profundamente.
No había escapatoria hoy. No había respiros. Tenía una consulta con el doctor Cullen esta tarde y luego el turno de noche en la cafetería. Todo se apilaba sobre mí, y la sensación de agotamiento era abrumadora. Pero no había elección. No podía fallar.
Me quedé unos minutos más mirando los papeles en la mesa, intentando reunir fuerzas para enfrentar la tarde. Todo era una batalla interna, una lucha constante para no dejarme arrastrar por la marea de emociones que amenazaba con desbordarse.
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El amuleto de los dioses
ФэнтезиCupido, el dios del amor, ha pasado siglos asegurándose de que cada corazón humano encuentre su par. Su habilidad con las flechas es legendaria, hasta que se enfrenta a un caso imposible: Lía, una joven común e invisible para el mundo, parece inmune...