L Í A
Cada vez que salgo de este apartamento, siento que estoy huyendo de algo, quizá de la soledad, o de las puertas cerradas. Pero da igual. Salgo, como todos los días, con un pantalón vaquero y un jersey negro, ni si quiera me miro al espejo cuando salgo. Camino con la cabeza gacha, intentando que nadie me note. Aunque al final del día termine con dolor de cervicales. Mi mochila pesa, pero es un peso al que ya me he acostumbrado, cuadernos y libros gruesos ocupan casi toda mi maleta, a penas tengo espacio para colocar mi botella de agua. Estoy acostumbrada al peso, al dolor de las cervicales, en fin sencillamente se me da bien acostumbrarme a todo.
Recuerdos divagan por mi mente cuando camino, uno de ellos que pasa por mi mente es cuando era pequeña, debía tener 7 años, solía esconderme en el armario cuando escuchaba los gritos de mi madre. Sabía lo que venía después. Siempre empezaba igual: una botella rota en el suelo, un grito, y luego mi padre. Él no bebía como ella, pero no necesitaba el alcohol para ser violento. Él simplemente era así. De nacimiento. Un mal día en el trabajo, o quizás solo porque le apetecía, daba igual. Cualquier excusa era suficiente para golpearme o tirarme al suelo si pasaba cerca. Al principio pensaba que, si me quedaba lo suficientemente quieta, no me vería. Pero los golpes siempre llegaban. Si no era yo, era mi madre, o viceversa.
No sé cuál de los dos era peor. Mi madre, con su aliento a whisky barato, o mi padre, con su odio y su frustración que volcaba en nosotras. Al final, ambos me dejaron cicatrices. Algunas se pueden ver, otras no tanto.
Pero la peor parte era cuando me mandaban con mi tía. La tía Margaret. Siempre pensé que las cosas serían diferentes con ella, que sería mejor, más tranquilo. Y lo era, en cierto modo. Mi tía nunca me pegó, pero tampoco me quería allí. Lo sentía en cada palabra que me decía, en cada mirada de hastío. Para ella, yo era solo una responsabilidad que había heredado, una carga. Solo estaba allí por compromiso, porque era "lo que debía hacer". Me daba de comer, me dejaba quedarme en su casa, pero nunca sentí que fuera bienvenida. Era un espacio, un rincón en el sofá, pero no un hogar.
Era como si estuviera atrapada entre dos mundos. Uno lleno de violencia y el otro lleno de indiferencia. Nunca sentí que perteneciera a ninguno de los dos.
Quizás por eso terminé aquí, sola, sin familia que me importe y sin nadie que me necesite de verdad. Actualmente recibo ayudas del estado para vivir, y eso es lo que hago: sobrevivir, más que vivir. Recibo lo suficiente para el alquiler y algo para comida, aunque no es mucho. Trabajo en la cafetería para completar lo que falta, pero nunca me alcanza para más. Tampoco es que me importe. Mientras tenga un lugar donde esconderme al final del día, puedo seguir adelante.
Mis dos amigas, si es que puedo llamarlas así, son las únicas personas con las que mantengo algún contacto real. Ellas no saben nada de lo que pasé. Nunca se lo conté. Supongo que me ven como alguien reservada, quizás incluso tímida, pero no soy tímida. Solo estoy cansada.
Y mientras camino hacia la universidad, pienso en todo esto, en cómo a veces me pregunto si hubiera sido mejor que nunca hubiera salido de ese armario cuando era niña. Si hubiera sido mejor quedarme ahí, escondida, hasta que el mundo se olvidara de mí.
Pero no. Aquí estoy. Con diecinueve años, haciendo como si acabase de empezar en la adultez, sin siquiera haber vivido una infancia.
C U P I D O
La sigo desde la distancia, igual que he hecho los últimos días. Pero hoy algo es diferente. Puedo sentirlo en el aire, en la forma en que camina. Lía siempre se mueve con esa pesadez que carga en los hombros, como si todo su cuerpo estuviera arrastrando una cadena invisible. Pero hoy está peor. Cada paso suyo parece más lento, más forzado.
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El amuleto de los dioses
FantasiaCupido, el dios del amor, ha pasado siglos asegurándose de que cada corazón humano encuentre su par. Su habilidad con las flechas es legendaria, hasta que se enfrenta a un caso imposible: Lía, una joven común e invisible para el mundo, parece inmune...