C U P I D O
Lía sigue dormida en el sofá, y yo me quedo sentado en el borde, observando cómo su respiración se calma poco a poco. Mis ojos recorren cada línea de su rostro, memorizando detalles que, aunque no debería, me fascinan. Sus ojos son un poco rasgados, incluso cuando están cerrados, con esas ligeras ojeras que le dan un aire de autenticidad, como si hubiera pasado demasiadas noches sin dormir bien.
Y sus labios... medianos, pero perfectos en su forma. Me encuentro estudiando cada curva, como si tratar de entenderlos me ayudara a entender por qué no puedo apartar mi mente de ella. Ese pelo oscuro, suelto y desordenado, cae sobre su frente, enmarcando su rostro con un contraste que la hace más hermosa.
Es increíble que esté tan obsesionado. No debería ser así. Mi misión aquí es otra, y sin emociones humanas no tendría que sentir esta atracción, pero algo en ella me mantiene atado. Como si el simple hecho de estar a su lado me anclara, a pesar de que mi tiempo en la Tierra se acorta cada día.
No sé cuánto tiempo más podré seguir pretendiendo que todo esto es solo por deber.
Es una chica fuerte, aunque ella no lo vea así. Ha pasado por más de lo que alguien debería soportar. Y sin embargo, aquí está, resistiendo. Me pregunto si yo mismo habría soportado tanto, si no fuera un dios.
La realidad es que... estoy completamente obsesionado con ella.
—Asher... —su voz suena débil, apenas un murmullo mientras se mueve ligeramente.
Me inclino hacia ella, mi mano acariciando suavemente su cabello para tranquilizarla.
—Estoy aquí, no te preocupes —susurro.
Lía abre los ojos lentamente, su mirada se encuentra con la mía. Se ve aún algo perdida, pero parece más calmada. Me doy cuenta de que mi mano aún está en su cabello, y por un momento, ninguna de las palabras que suelo usar para burlarme del mundo me salen. Solo la miro, inmóvil, mientras ella me observa con una mezcla de agradecimiento y confusión.
—Gracias... —dice ella con voz ronca—. No sé qué habría hecho si no hubieras estado aquí.
—Ya te dije, nunca te dejaré sola —le respondo, esta vez más serio. Y en ese momento, me doy cuenta de que es la única verdad que estoy dispuesto a admitir.
Lía se queda en silencio un rato, como si estuviera procesando todo lo que ha pasado. Yo tampoco digo nada, pero me quedo observándola. En cada pequeño movimiento de sus labios, en la manera en que parpadea lentamente, puedo sentir esa conexión, aunque intente ignorarla. Mi obsesión por ella no es normal. No debería estar pasando esto. Pero no puedo dejarlo ir.
Después de un rato, Lía parece ceder al cansancio y vuelve a cerrar los ojos, esta vez para dormir más profundamente. Espero unos minutos, asegurándome de que está realmente dormida antes de levantarme y dirigirme a la cocina. Necesito tiempo para pensar, aunque mis pensamientos estén tan desordenados como mi obsesión por esta chica.
Me sirvo un vaso de agua, pero mi mente sigue repasando los últimos eventos. ¿Quién demonios la atacó? El miedo en sus ojos cuando mencionó a su padre era real. No puedo ignorar eso, pero algo más está ocurriendo aquí. Su padre no podría haberla encontrado tan fácilmente, ni menos atacarla de esa forma. Hay algo más.
Mientras bebo, varias ideas empiezan a formarse en mi cabeza. Podría ser el Doctor Cullen. Algo en ese tipo no me cuadra desde la primera vez que lo vi. Pero... también podría ser alguien mucho más cercano. Un pensamiento más oscuro cruza mi mente. Zeus. Él siempre tiene sus propias motivaciones ocultas. ¿Es posible que esté detrás de todo esto? Sabes que nunca actúa de frente, pero esta vez, si está moviendo piezas, no puedo permitir que gane.
ESTÁS LEYENDO
El amuleto de los dioses
FantasiCupido, el dios del amor, ha pasado siglos asegurándose de que cada corazón humano encuentre su par. Su habilidad con las flechas es legendaria, hasta que se enfrenta a un caso imposible: Lía, una joven común e invisible para el mundo, parece inmune...