C U P I D O
Siento cómo el aire se escapa de mis pulmones mientras salgo de la celda. Me dirijo directamente a la Tierra. No puedo creer que Perseo me haya ayudado a salir, después de todo lo que ha pasado, después de la distancia que nos separa. Por un instante, la mezcla de gratitud y nostalgia me abruma, pero no tengo tiempo para detenerme a pensar en ello. Lía está en peligro, y no puedo perder ni un segundo.
Al salir, miro alrededor, orientándome en el entorno oscuro que me rodea. Percibo un débil hilo dorado, que flota como si fuese niebla frente a mí. Sé, sin necesidad de explicación, que esto me guiará a Lía, de alguna forma seguimos conectados, o quizá siempre fue así. Cada paso que doy es rápido y calculado; siento cómo el hilo parpadea, como si estuviera temblando, y eso me impulsa a acelerar el paso. Tengo que alcanzarla antes de que sea demasiado tarde.
Sigo el hilo dorado de vuelta a la Tierra, y mi primer instinto es buscarla en su apartamento. Subo las escaleras de dos en dos, ignorando el eco de mis propios pasos, y llego hasta la puerta. Golpeo varias veces, llamando su nombre con desesperación, pero el silencio absoluto del otro lado de la puerta me da una respuesta clara: no está allí.
Me muevo con rapidez, siguiendo el rastro hasta su universidad, recorriendo los pasillos vacíos y vigilando cada rincón. En el aula donde solíamos coincidir, nada; en la biblioteca, donde la he visto sumergirse en sus libros, tampoco hay rastro. Es como si se la hubieran tragado, y la ansiedad crece en mi pecho, empujándome a seguir adelante. Voy hasta la cafetería, un último lugar donde suelo encontrarla, pero cuando entro y veo que tampoco está allí, mi frustración se vuelve insoportable.
Recorro la ciudad con un único pensamiento en mente: encontrarla. Intento concentrarme en el hilo dorado, que parece reanudar su trazo después de cada desvío, guiándome como un faro. Finalmente, mis pasos me llevan hasta la consulta del doctor Cullen. La desesperación me lleva a la puerta en cuestión de segundos, y sin pensarlo demasiado, fuerzo la cerradura y entro.
La sala está completamente desordenada, y todo está demasiado en silencio. Los muebles están tirados, los papeles revueltos, y una atmósfera tensa y perturbadora flota en el ambiente. Algo aquí está terriblemente mal. Camino entre los papeles caídos, revisando cada rincón y, de pronto, percibo una vibración. El hilo dorado flota de nuevo frente a mí, llevándome hacia una pared del fondo de la consulta. Extiendo la mano, dudando por un instante, y siento una fuerza que parece empujarme, como si la pared se disolviera a mi toque.
Lo siguiente que sé, es que estoy en el Olimpo.
Mis pies tocan el suelo, y una fría certeza se apodera de mí: este lugar no es cualquier rincón del Olimpo, sino uno oculto. Uno de esos sitios donde los secretos oscuros y peligrosos se guardan fuera de la vista de cualquiera. La presencia de Lía es intensa, palpable en el aire, y el hilo dorado sigue parpadeando, iluminando más notablemente un pasillo largo y sombrío frente a mí.
Camino con paso firme, siguiendo el hilo con la tensión recorriéndome cada músculo. Mi mente comienza a procesar lo que ocurre: el doctor Cullen, ha debido construir este lugar para ocultarla. Y no sólo eso, sino que estoy seguro de que ha dejado alguna barrera o trampa en el camino. Avanzo con precaución, mis sentidos en alerta máxima, hasta que noto una energía densa en el aire, como una barrera invisible que me empuja hacia atrás.
—¿Es esto lo mejor que tienes, Cullen? —murmuro, con una sonrisa desafiante.
Concentrándome en mi poder, trato de romper la barrera. Siento cómo una energía helada recorre mis brazos, y una fuerza invisible intenta detenerme, así que utilizo fuerza divina y fuerza bruta humana hasta que después de un esfuerzo, consigo cruzar. El pasillo oscuro sigue adelante, y me apresuro, consciente de que esto no es más que el inicio de la trampa de ese doctor. La sensación de que Lía está en peligro, es más clara y dolorosa en mi pecho, me da fuerzas para continuar.
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El amuleto de los dioses
FantasyCupido, el dios del amor, ha pasado siglos asegurándose de que cada corazón humano encuentre su par. Su habilidad con las flechas es legendaria, hasta que se enfrenta a un caso imposible: Lía, una joven común e invisible para el mundo, parece inmune...