Capítulo 22: Confesión confusa

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L I A

Me despierto temprano, como he hecho en los últimos días, y mi primer pensamiento es Asher (o Cupido). El segundo es una opresión en el pecho, una inquietud que llevo sintiendo desde aquella noche en la que él apareció para ayudarme. Asher sigue estando aquí, cerca de mí, pero algo en él ha cambiado, y aunque intento calmarme pensando que tal vez sean imaginaciones mías, una parte de mí sabe que no es así.

Cuando salgo del dormitorio, lo veo en la cocina, de pie junto a la ventana, los brazos cruzados y la mirada perdida. La luz de la mañana perfila su rostro, revelando su mandíbula tensa y su expresión vacía. Está tan absorto que dudo antes de acercarme, pero finalmente decido hablar.

—¿Todo bien? —pregunto, esforzándome por sonar casual, aunque siento un nudo en el estómago.

Asher asiente, pero no se gira a mirarme.

—Todo bien, Lía —dice, pero la falta de emoción en su voz me hace sentir como si estuviera hablando con otra persona.

Una oleada de incomodidad me invade, pero me digo a mí misma que él sigue estando aquí, que está cuidando de mí, y eso debería bastar. Intento romper el silencio mientras busco mi mochila y termino de arreglarme para salir.

—Hoy tengo clases en la mañana y después, el turno en la cafetería —comento. Sé que él ya conoce mi horario, pero me aferro a la idea de llenar el vacío que hay entre nosotros.

Asher asiente de nuevo, y aunque su presencia sigue siendo tranquilizadora en apariencia, siento que está lejos de aquí, como si la cercanía que había entre nosotros se hubiera desvanecido de un momento a otro.

—Te acompaño —dice, sin más, mientras se pone en marcha hacia la puerta, y no puedo evitar la sensación de vacío que me queda al ver que sus ojos apenas se fijan en mí. Me sigue protegiendo, sí, pero es como si una barrera invisible hubiera caído entre nosotros.

En el autobús, me sostengo de la barra y observo a Asher de reojo. Está a mi lado, en silencio, mirando a través de la ventana. Antes, nuestras miradas se encontraban en un entendimiento silencioso que me hacía sentir segura. Ahora, cada vez que lo miro, parece distante, casi como si evitara devolverme la mirada. Intento calmarme, decirme que solo estoy siendo paranoica, pero el peso de esta indiferencia es más grande que mi capacidad de engañarme.

Ya en la universidad, Asher permanece a unos pasos de distancia, atento a cada persona que se cruza en mi camino, pero sin dirigirme la palabra. Sé que sigue vigilante, que me cuida, y debería sentirme aliviada por eso, pero en lugar de eso, siento un vacío desgarrador. Trato de concentrarme en la clase, en las notas y en todo lo que no sea Asher, pero el peso de su silencio me persigue.

Durante el descanso, voy a la cafetería con Emma, quien me lanza una mirada curiosa y termina señalando en dirección a la puerta, donde Asher sigue de pie, sin apartarse de su lugar.

—¿Y bien? —me dice con una sonrisa, su tono divertido—. ¿Ese chico es tu novio, verdad?

—No, claro que no —respondo rápidamente, sintiendo el calor subiendo a mis mejillas mientras intento apartar la mirada de él—. Solo es... es un amigo.

—Un amigo que te sigue a todos lados, y que se queda mirando fijamente como si temiera que alguien te fuera a secuestrar —insiste Emma, con una ceja alzada.

—Es solo... alguien que me ayuda —digo finalmente, incómoda por la pregunta. Me esfuerzo en no mirar hacia donde está Asher, pero siento el peso de su presencia, incluso a la distancia.

Emma me observa un momento y luego se encoge de hombros.

—Pues ojalá todos tuviéramos amigos así, porque parece que nunca te pierde de vista. Deberías aprovechar, Lía. Parece que te quiere para él solo —me guiña un ojo, en un intento por aligerar el ambiente.

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⏰ Última actualización: 17 hours ago ⏰

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