L I AA la mañana siguiente me levanto sintiéndome diferente, más ligera, como si una parte del peso que siempre cargo se hubiera desvanecido por unas horas. No recordaba haber soñado nada en particular, solo una vaga sensación de calma, de que alguien me sostenía en la oscuridad, alguien... bueno. Me aferré a esa sensación mientras me duchaba y me preparaba para la universidad, buscando mantener ese pequeño alivio por el mayor tiempo posible.
Cuando salí de casa, el aire fresco me golpeó la cara, despejándome aún más. El camino hacia la universidad, que usualmente me parecía eterno, hoy lo recorrí sin tanto esfuerzo. Todo parecía menos asfixiante. Era raro. No quería cuestionarlo demasiado, solo disfrutarlo mientras durara.
Al llegar a la universidad, me dirigí directamente a clase, pero algo en mi interior comenzó a cambiar de nuevo cuando lo vi. El chico con el que me había chocado unos días atrás. Al verlo, un nerviosismo familiar me recorrió el cuerpo, como si una parte de mí supiera que acercarme a él era peligroso, aunque no de la manera en que suelo imaginar el peligro.
Me dirigí lentamente hacia el asiento más cercano al suyo. No quería parecer demasiado ansiosa, pero la verdad es que no podía dejar de pensar en nuestro encuentro anterior. Mi mente no dejaba de volver a ese momento, cuando casi me derribó al chocar conmigo. Aún recordaba su expresión, esa mezcla de sorpresa y algo más que no sabía cómo describir.Me senté, notando cómo mi respiración se aceleraba un poco. ¿Debería hablarle? ¿Y si pensaba que era una idiota por acercarme? Pero algo en mí, quizás el alivio que había sentido esa mañana, me dio un pequeño impulso. No podía seguir ignorándolo.
—Hola... —mi voz salió apenas audible, pero lo suficiente como para que él me escuchara.
El chico se giró la cabeza lentamente hacia mí y me dedicó una sonrisa suave, casi como si hubiera estado esperando que hablara.
—Hola —respondió, su voz baja y calmada.
Me mordí el labio, sintiéndome aún más nerviosa ahora que su atención estaba completamente sobre mí. Tragué saliva y, sin saber bien cómo, las palabras salieron de mi boca.—Ehm... No te vi antes por aquí... ¿Eres nuevo en la clase? —pregunté, esforzándome por mantener la compostura.
Inclinó un poco la cabeza, como si evaluara mi pregunta. Sus ojos oscuros, profundos, parecían atravesarme, y sentí un calor subir por mi rostro.
—Sí, algo así —respondió, esbozando una sonrisa. Luego, como si recordara algo, se acercó ligeramente a mí. No demasiado, pero lo suficiente como para que sintiera su cercanía—. Me llamo Asher, por cierto.
Su proximidad me hizo contener la respiración por un segundo. El calor subió de golpe por mi cuello hasta mis mejillas, y solo pude asentir torpemente antes de responder, casi susurrando.
—Yo soy Lía.
Intenté concentrarme en la clase, pero no pude dejar de sentirme observada. No sé si fue mi imaginación o si él de verdad me miraba, pero cada vez que levantaba la vista, lo encontraba cerca, más cerca de lo que recordaba. ¿Cómo es que estaba ahí, en mi clase? ¿Había sido casualidad? Mi mente me decía que debía mantener la distancia, que no podía confiar en nadie, pero algo más fuerte, algo que no podía entender, me impulsaba a acercarme a él.
Cuando la clase terminó, me quedé en mi asiento, mirando a Asher de reojo mientras él guardaba sus cosas con calma. Mi corazón latía rápido, una sensación extraña me invadía, como si quisiera hablarle, pero al mismo tiempo, algo me frenara. ¿Qué me pasaba?
"¿Por qué estás tan nerviosa?", me pregunté a mí misma. No era como si él fuera alguien importante en mi vida, pero, por alguna razón, me sentía intranquila cuando estaba cerca. Aún así, un impulso me empujó a actuar.
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El amuleto de los dioses
FantasíaCupido, el dios del amor, ha pasado siglos asegurándose de que cada corazón humano encuentre su par. Su habilidad con las flechas es legendaria, hasta que se enfrenta a un caso imposible: Lía, una joven común e invisible para el mundo, parece inmune...