Capítulo Final: Siempre Juntos

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El sol brillaba alto sobre un cielo despejado mientras el claro del bosque cerca de La Madriguera se llenaba de magia y emoción. El aroma de flores encantadas flotaba en el aire, y cientos de luces doradas danzaban entre los árboles, como pequeñas hadas celebrando la unión de dos almas destinadas a estar juntas. Todo estaba preparado: las sillas dispuestas en semicírculo, el altar adornado con lirios y rosas blancas, y una suave música encantada que resonaba en el ambiente, creando una atmósfera de ensueño.

Harry esperaba en el altar, incapaz de dejar de juguetear con la varita entre los dedos por los nervios. Llevaba un elegante traje negro ajustado, con chaleco de seda y corbata verde esmeralda, el color que Hermione siempre decía que resaltaba el brillo de sus ojos. Su cabello rebelde estaba ligeramente más peinado de lo habitual, aunque algunos mechones insistían en caer sobre su frente.

-¿Estás bien? -le susurró Ron desde su puesto de padrino, inclinándose hacia él con una sonrisa.

-No -contestó Harry en voz baja, pero sin poder ocultar una sonrisa nerviosa-. Estoy temblando.

Neville, también en el altar como uno de los testigos, le dio una palmadita en el hombro. -Lo entiendo, amigo. Pero si hay alguien que puede manejar esta aventura, eres tú.

Harry soltó una pequeña risa, pero sus manos seguían frías. Se recordó a sí mismo respirar profundamente. Todo esto era real: Hermione iba a ser su esposa. El chico que una vez vivió bajo una alacena estaba a punto de vivir el momento más importante de su vida.

Y entonces, las conversaciones entre los invitados se apagaron cuando la música cambió. Todos los ojos se giraron hacia el final del sendero de pétalos, y Harry sintió que su corazón dejaba de latir por un segundo.

Apareció Hermione.

Ella caminaba lentamente del brazo de su padre, vestida con un impecable vestido blanco que parecía tejido de sueños. El tul flotaba con cada uno de sus pasos, y el encaje que cubría sus hombros brillaba con destellos dorados bajo la luz del sol. El velo, delicado como una bruma, caía suavemente sobre su rostro, aunque no lo suficiente como para ocultar su radiante sonrisa. Su cabello caía en ondas naturales, adornado con pequeñas flores que se entretejían entre los rizos.

Harry sintió un nudo en la garganta mientras sus ojos se encontraban con los de ella. Era la mujer más hermosa que jamás había visto, y no podía creer que, después de todo lo que habían vivido, ella estuviera allí, caminando hacia él, con amor y determinación en cada paso.

Cuando llegó al altar, el señor Granger le dio la mano a Harry con una leve sonrisa, aunque sus ojos brillaban con un leve toque de melancolía. -Cuídala bien, Harry.

Harry asintió con seriedad. -Lo haré. Siempre.

Hermione le dedicó una sonrisa reconfortante a su padre, y luego se volvió hacia Harry, que le levantó con delicadeza el velo. Sus ojos se encontraron nuevamente, y por un instante, fue como si el mundo desapareciera y solo existieran ellos dos.

El oficiante, un mago anciano de la Orden de Merlín, alzó la varita y comenzó la ceremonia:

-Hoy nos reunimos para presenciar la unión de dos almas que han recorrido un largo camino, enfrentando adversidades, creciendo juntas y aprendiendo el verdadero significado del amor.

Harry tomó la mano de Hermione, sintiendo la suavidad de su piel y el pulso constante que latía junto al suyo. Era un ancla, un recordatorio de todo lo que habían superado juntos.

-Harry James Potter -dijo el oficiante-, ¿aceptas a Hermione Jean Granger como tu esposa, para amarla, cuidarla y estar a su lado en la alegría y en la adversidad, hasta que la muerte los separe?

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⏰ Última actualización: Oct 23 ⏰

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