9 | Nosotros

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Era la primera vez que veía este lugar tan silencioso, las luces estaban apagadas, no había nadie aparte de mí. Estaba a punto de marcharme cuando una voz cálida me llamó.

—¿Estás aquí por el café?

Una señora de mediana edad se paró a mi lado, contemplando la cafetería.

—Me encontraba buscando a alguien.

—¿Un amigo?

—Algo parecido, trabaja aquí.

Ella me generaba la confianza suficiente para ignorar lo que nos decían de niños y seguir hablando con una total extraña.

—¿Luan?

—¿Cómo lo sabe?

—Te cuento un secreto, yo sé todo lo que pasa en esta cafetería.

Toda el aura de confianza desapareció, mi instinto me dijo que huyera si no quería terminar muerto como en las películas de terror.

—Soy May, la dueña, debo saberlo todo.

Mi miedo se disipó un poco para convertirse en intriga.
Abrió la puerta, los dos entramos y, mientras tomábamos té —intentó que fuera café, pero luego de decirle que no me gustaba, amablemente me preparó la bebida que tenía delante de mí.

Me explicó que, por mantenimiento, no había abierto hoy. Cuando le cuestione sobre cómo sabía sobre Luan solo me contestó:

—Conozco a Luan hace ya un tiempo, sabría si algo anda mal, además llevas viniendo todos los días, solo para quedarte parado afuera, entrar y luego irte.

—Nunca te había visto.

—Yo veo todo niño, ya que me confirmaste que vienes por Luan, dime, ¿por qué lo buscas?, ¿Amor u odio?. Esas son las únicas motivaciones que existen en la actualidad, ¿por cuál de las dos vienes tú?

—La primera.

Y un poco por la segunda, por hacerme preocupar incluso más que mi carrera a final de semestre, aunque no lo externe.

—En ese caso será mejor que te vayas a casa, está oscureciendo. Te doy un consejo, parece que todavía no estás seguro de lo que quieres. La verdad no importa lo que elijas lo más probable es que luego te cuestiones si tomaste la decisión correcta, como seres humanos siempre nos arrepentimos. Debes saber que elegir a alguien es aceptar las consecuencias que vendrán de ello. Si sabiendo eso todavía quieres verlo, prueba mañana a la misma hora.

Me guiñó el ojo antes de entrar por la puerta de servicio dejándome solo.

Puede que me equivoque en mi decisión, puede que sufra por esto y puede que Luan ya no me esté esperando. Aun así, siguiendo el consejo de May fui al siguiente día. Debía hacerlo bien o, de lo contrario, terminamos gritando otra vez.

Al entrar, lo vi limpiando el mostrador, evité hacer algún ruido hasta estar tan cerca de él que no pudiera evitarme. Ya estando enfrente suyo, le di un titubeante “Hola”.

—Lo siento, estamos a punto de cerrar —dijo sin alzar la vista, seguía concentrado en limpiar rigurosamente el mostrador.

—Luan.

Levantó su rostro, ver el gris de sus ojos, quitó de mi cabeza todo pensamiento, me confirmaron que había tomado la decisión correcta.

—¿Asteri qué te trae aquí?

Deseaba con todas mis fuerzas reclamarle por no contestar su teléfono, por amarlo tanto que me hizo preocuparme. Decirle lo sentía mucho por confundirlo y lastimarlo.

Caramel MacchiatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora