4. Entre el peligro y el deseo

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Después de que Ethan me dijera que la verdad podía ser peligrosa, sentí como si el aire a nuestro alrededor se hubiera vuelto más pesado. Había algo en su tono, en su mirada, que me hacía dudar, pero también me empujaba a querer estar más cerca de él. La verdad puede ser peligrosa. ¿Qué tan peligrosa?

—Estoy lista —dije, sorprendida por lo firme que sonó mi voz, aunque mi corazón latía a mil.

Ethan se inclinó hacia mí, tan cerca que por un segundo pensé que me iba a besar. Pero en lugar de eso, sus ojos buscaron los míos, y la intensidad en su mirada me hizo contener la respiración.

—Luna, no tienes idea de lo que estás diciendo —murmuró. Su voz suave, casi un susurro, me envolvía. Pero detrás de su calma había algo más. Algo oscuro.

El silencio entre nosotros se volvió denso, lleno de preguntas sin respuesta. Sabía que si seguía por este camino, todo cambiaría. Ethan no era normal, eso ya lo sabía. Pero algo en mí, en lugar de asustarse, quería acercarse más, descubrir qué ocultaba.

—No me importa —dije al fin—. Quiero saber quién eres realmente, Ethan.

Él suspiró, apartando la mirada como si estuviera luchando consigo mismo. La tensión en sus ojos, en la manera en que se tensaban sus hombros, lo decía todo. Esto no era solo un juego para él. Había algo mucho más grande que yo no alcanzaba a comprender.

—No soy alguien con quien debas estar cerca —dijo al fin, su voz más baja, más sombría—. No soy... bueno para ti. No me ofrecí a ser tu amigo, porque no podemos serlo, Luna. No es posible.

El peso de sus palabras cayó sobre mí como un cubo de agua fría. "No podemos ser amigos." Mi corazón se aceleró, pero no por miedo, sino por una mezcla de dolor e incomprensión. Sabía que había algo en él que lo hacía diferente, pero no esperaba que fuera tan directo.

—¿Por qué? —pregunté, con una mezcla de incredulidad y frustración—. ¿Qué quieres decir con que no podemos ser amigos?

Ethan cerró los ojos un momento, como si las palabras le pesaran demasiado. Cuando los abrió, su mirada estaba cargada de una tristeza que no entendía del todo.

—Porque hay cosas sobre mí que... que no puedo controlar. Cosas que podrían lastimarte, Luna. Si estás cerca de mí, te pondrás en peligro. No solo porque soy diferente, sino porque lo que soy... no debería existir.

Tragué saliva. Su confesión me dejó paralizada por un momento. ¿No debería existir? Lo que me decía sonaba como algo sacado de una pesadilla. Un lobo. Un vampiro. ¿Qué significa eso? Todo lo que había asumido sobre él, todo lo que creía saber, estaba cambiando delante de mis ojos. Pero a pesar de todo, no sentía miedo. Lo que sentía era una atracción cada vez más fuerte. Algo me empujaba hacia él, aunque todo en mi cabeza me gritaba que corriera en la dirección contraria.

—No me importa lo que seas, Ethan —dije, mi voz suave pero firme—. No quiero alejarme.

Él se giró lentamente para mirarme, sus ojos grises buscando los míos con una intensidad que me hizo sentir que estaba a punto de descubrir algo que cambiaría mi vida para siempre.

—No deberías decir eso. —Su voz era baja, apenas un susurro, pero cargada de advertencia—. Porque yo tampoco quiero que te alejes. Pero no puedo... no puedo darte lo que buscas. No puedo ser lo que necesitas. Y no puedo ser tu amigo, Luna. Eso sería aún más peligroso.

Las palabras se clavaron en mí. La manera en que lo dijo, con esa mezcla de tristeza y convicción, me rompió un poco por dentro. Pero no iba a rendirme. No podía. Algo en lo profundo de mí sabía que había algo más. Que él estaba protegiéndose de algo, y quizás también estaba tratando de protegerme. Pero, ¿de qué?

—¿Y qué pasa si no quiero que me protejas? —pregunté, tomando un paso hacia él. No estaba segura de dónde venía esa valentía, pero necesitaba entenderlo. Necesitaba que dejara de esconderse.

Ethan sonrió, pero no era una sonrisa feliz. Era triste, resignada. Como si ya supiera la respuesta a esa pregunta.

—Luna, no es solo por ti. Es por mí. Si me acerco más a ti... —suspiró, apartando la mirada—. No puedo permitírmelo.

La tensión entre nosotros se podía cortar con un cuchillo. Quería decirle que estaba equivocándose, que podíamos encontrar una manera de estar juntos, que lo que fuera que sentíamos el uno por el otro no tenía que ser peligroso. Pero algo me detuvo. Tal vez era la forma en que él se apartaba, la forma en que evitaba mis ojos.

—Lo siento —susurró finalmente, casi con un tono de derrota—. Pero no puedo hacerlo.

Y entonces, antes de que pudiera decir algo más, Ethan se dio la vuelta y se alejó de mí, dejándome con el corazón latiendo rápido y una sensación de vacío que no entendía del todo.

Mientras lo veía alejarse, supe que lo que había entre nosotros no iba a ser sencillo. Había algo oscuro, algo que él no quería que yo descubriera. Pero también supe que no iba a rendirme. Porque, por alguna razón, sentía que no podía alejarme de Ethan. Y aunque dijera que no podíamos ser amigos, yo sabía que lo que había entre nosotros era mucho más que una simple amistad.

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