17. Tentación

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Los días pasaban, pero la sensación de inquietud que Marco había dejado en mí era cada vez más intensa. Aún no comprendía por qué me afectaba tanto su presencia, o por qué cada vez que pensaba en él sentía ese nudo en el estómago. Era como si hubiera abierto una puerta que nunca debería haber cruzado, y ahora ya no podía cerrarla.

Ethan estaba más atento que nunca, intentando mantenerse cerca, como si intuyera que algo en mi interior había cambiado. No quería perderlo; sabía que Ethan era mi refugio, mi paz. Pero al mismo tiempo, esa curiosidad por lo desconocido, ese atractivo oscuro que Marco representaba, me perseguía.

Una noche, estaba en mi habitación mirando por la ventana cuando escuché un ruido. Al asomarme, me sobresalté al ver una figura en la sombra, esperando bajo el árbol frente a mi casa. Supe al instante quién era.

Bajé las escaleras en silencio y salí, encontrándome con Marco en el jardín. Su figura se mezclaba con la oscuridad de la noche, y sus ojos parecían brillar con esa intensidad que siempre me dejaba sin aliento.

—¿Qué haces aquí? —susurré, sintiéndome extrañamente expuesta bajo su mirada.

Marco se acercó lentamente, manteniendo esa expresión confiada y calculadora. Su presencia me inquietaba y me fascinaba a partes iguales. Podía sentir la atracción, peligrosa y abrumadora, que flotaba entre nosotros.

—Necesitaba verte —dijo con un tono grave y seguro—. Sabes tan bien como yo que nuestra historia no termina aquí, Luna.

Su seguridad me hizo fruncir el ceño. ¿Qué pretendía al decir eso?

—Marco, tú no me conoces —repliqué, tratando de sonar firme—. No sé qué piensas, pero tú y yo no tenemos nada en común.

Él sonrió, esa sonrisa seductora y peligrosa que me hacía temblar.

—¿De verdad crees eso? —dijo, acercándose un paso más hasta que podía sentir el calor de su cuerpo—. Yo veo más allá de la superficie, Luna. Veo quién eres en realidad, la parte de ti que ni siquiera Ethan conoce.

Sus palabras me tocaron una fibra sensible, y odiaba que lo hicieran. Pero había algo en su voz, en la forma en que me miraba, que hacía que me sintiera vulnerable, como si él pudiera ver en mí cosas que yo misma desconocía.

—¿Y qué crees que sabes de mí? —pregunté, levantando la barbilla con desafío.

Marco inclinó la cabeza, su mirada penetrante y misteriosa.

—Sé que te atrae la oscuridad, aunque te niegues a admitirlo. Sé que hay una parte de ti que no encaja en ese mundo perfecto que Ethan te ofrece. Te asusta, pero al mismo tiempo... te encanta.

El tono de su voz era suave, casi hipnótico, y por un instante, me vi atrapada en sus palabras. ¿Era cierto? ¿Había una parte de mí que deseaba escapar de todo lo que conocía, que anhelaba algo más intenso y peligroso?

Marco extendió su mano y, aunque una parte de mí sabía que no debía, sentí un impulso irresistible y la tomé. Su tacto era cálido y firme, y al instante mi corazón comenzó a latir con fuerza.

—Ven conmigo, Luna —susurró—. Déjame mostrarte mi mundo.

Mis pensamientos se entremezclaban con las emociones que él despertaba en mí. Parte de mí sabía que Ethan jamás aprobaría lo que estaba sintiendo, pero en ese instante, con la luna brillando sobre nosotros y el silencio envolviéndonos, esa parte se sentía insignificante.

Sin darme cuenta, Marco comenzó a caminar conmigo hacia la calle, manteniendo nuestras manos unidas. Todo en él parecía perfectamente calculado, como si supiera exactamente qué hacer para mantenerme a su lado.

Almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora