20. Entre aventuras y celos

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Pasaron algunos días, y poco a poco mi vida comenzó a girar alrededor de Marco de una manera que nunca había experimentado. Estar con él era emocionante, un desafío constante que me mantenía alerta y con el corazón latiendo rápido. Pero esa energía también traía consigo un lado oscuro que me atraía tanto como me inquietaba.

Una tarde, Marco y yo salimos a dar una vuelta en su coche. Había planeado llevarme a un sitio especial, decía que era un lugar que nadie más conocía, algo que quería compartir solo conmigo. Esa idea me hacía sentir única, como si él me estuviera dejando ver un pedazo de sí mismo que no le mostraba a nadie.

Mientras conducíamos por una carretera rodeada de árboles, el silencio entre nosotros era cómodo. El aire estaba impregnado de un aroma fresco y, a ratos, Marco me lanzaba miradas rápidas, como si quisiera decir algo pero lo mantuviera para sí. Yo solo sonreía, disfrutando del misterio que siempre parecía envolverlo.

Cuando finalmente llegamos, me encontré en un mirador sobre un acantilado que daba hacia el mar. El viento era fuerte, y el sonido de las olas estrellándose contra las rocas era tan poderoso que parecía llenar cada rincón del espacio.

—Es hermoso —murmuré, impresionada por la vista.

—Lo sé —respondió él, pero sus ojos estaban fijos en mí, no en el paisaje. Me hacía sentir como si fuera lo único importante para él en ese momento.

Nos sentamos en el borde del acantilado, observando cómo el sol comenzaba a bajar, pintando el cielo de tonos naranjas y rosas. Era un momento perfecto, hasta que mi teléfono sonó. Miré la pantalla, y sentí un nudo en el estómago. Era un mensaje de Ethan.

Marco lo notó al instante, y sus ojos se entrecerraron. Su expresión cambió, y pude ver cómo la chispa de celos se encendía en él. Intenté ignorarlo, bloqueando la pantalla y guardando el teléfono en mi bolso, pero él no me lo iba a poner tan fácil.

—¿Quién era? —preguntó, con un tono aparentemente casual, aunque sabía que estaba lejos de serlo.

—Nadie importante —respondí, tratando de restarle importancia.

Marco soltó una risa irónica y negó con la cabeza.

—No me mientas, Luna. Era él, ¿verdad? —su voz sonó fría, y sus ojos se volvieron oscuros—. 

¿Qué quiere ahora?

Suspiré, sabiendo que no iba a ser sencillo explicarle.

—Marco, él solo... quería hablar. Pero no es nada, en serio —intenté tranquilizarlo, tocándole el brazo.

Él apartó mi mano suavemente, pero su expresión seguía siendo tensa. Había un brillo en su mirada que mostraba esa intensidad que tanto me atraía, y, aunque sonara contradictorio, esa posesividad me hacía sentir especial. Sabía que esos celos eran peligrosos, que podían llevarnos a lugares complicados, pero parte de mí disfrutaba de la idea de que alguien se preocupara tanto por mí.

—No quiero que te acerques a él, Luna. Ese tipo... ya te hizo suficiente daño —dijo, con una firmeza que no dejaba lugar a discusión.

—Marco, no estoy buscando nada con él. Simplemente... me escribió, y no quiero ser grosera. 


Pero eso no significa nada para mí.

Él me miró en silencio, evaluando mis palabras. Luego, con un suspiro, se relajó un poco, aunque aún podía ver la sombra de los celos en su expresión.

—Solo quiero que entiendas que no voy a permitir que te lastime de nuevo —murmuró, y había algo en su voz que sonaba tanto a advertencia como a promesa.

—¿Y qué harías? —le pregunté, en un tono desafiante, aunque una parte de mí realmente quería saberlo.

—Haré lo que sea necesario para protegerte, Luna. Y, si eso significa que tengo que enfrentarme a él, no me importa. No voy a perderte por alguien que no sabe lo que tiene.

Sus palabras me dejaron sin aliento, y, aunque sabía que esa intensidad podría ser peligrosa, no podía evitar sentirme atraída por ella. Había algo en Marco que me hacía querer arriesgarme, probar hasta dónde éramos capaces de llegar juntos.

Para cambiar el ambiente, le propuse dar una vuelta por el bosque que rodeaba el acantilado. Sabía que andar entre los árboles me ayudaría a despejarme un poco. Caminamos por un sendero estrecho, y la tensión poco a poco comenzó a desvanecerse. Marco tomó mi mano, y ambos nos dejamos envolver por el silencio del bosque.

De repente, el sonido de pasos rápidos detrás de nosotros nos hizo girarnos de golpe. Pensé que tal vez era algún animal, pero el rostro de Marco se tensó al ver de quién se trataba. Ethan apareció entre los árboles, caminando hacia nosotros con una expresión decidida.

—¿Ethan? ¿Qué haces aquí? —pregunté, sorprendida de verlo en medio de la nada.

—Necesitaba hablar contigo, Luna —dijo, ignorando la presencia de Marco.

—Te dije que la dejaras en paz —interrumpió Marco, dando un paso adelante, poniéndose entre Ethan y yo. La tensión en el aire era palpable, y supe que esto podría terminar mal si no hacía algo.

Ethan mantuvo la calma, pero pude ver la incomodidad en sus ojos al enfrentarse a Marco.

—No vine a pelear, solo quiero hablar con Luna —dijo, mirándome directamente.

Sentí cómo Marco se ponía rígido a mi lado, y tuve que hacer un esfuerzo para calmar la situación.

—Chicos, basta. No quiero que esto se convierta en una pelea —dije, tratando de mantener la paz.

Pero Marco no estaba dispuesto a ceder.

—Ella ya tomó una decisión, Ethan. No puedes seguir apareciendo cada vez que quieres. No eres bienvenido aquí.

El silencio que siguió a sus palabras fue denso. Ethan me miró, como buscando alguna señal de apoyo. Sus ojos me suplicaban, pero no era suficiente para hacerme cambiar de opinión. 


Aunque todavía le guardaba cariño, sabía que mi camino ahora era otro.

—Lo siento, Ethan. De verdad. Pero Marco tiene razón... yo... ya decidí —dije, con una firmeza que sorprendió incluso a Marco.

Ethan pareció aceptar la derrota. Su mirada se suavizó, y asintió lentamente, dándose la vuelta sin decir una palabra más. Al verlo alejarse, sentí una mezcla de alivio y tristeza, como si una etapa de mi vida se estuviera cerrando definitivamente.

Cuando Ethan desapareció entre los árboles, Marco me rodeó con sus brazos, sosteniéndome con fuerza.

—Hiciste lo correcto, Luna —susurró, su voz suave pero segura.

Asentí, sintiendo que, a pesar de todo, había encontrado un lugar al que pertenecía, un refugio en los brazos de Marco, donde me sentía libre de ser yo misma. Sabía que habría desafíos y celos en el camino, pero también sabía que estaba lista para enfrentarlos, siempre que él estuviera a mi lado.

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