Después de un día de trabajo intenso y con la preocupación constante de tener a Alastor a su cargo, Vox decidió darle un pequeño descanso a su "pequeña" pareja. El demonio más pequeño, a pesar de sus travesuras, estaba agotado, así que Vox decidió llevarlo al baño para que se relajara un poco antes de la cena. Llenó la bañera con agua tibia, dejó unas toallas cerca y le hizo una promesa.
-Quédate aquí y descansa, ¿de acuerdo? No hagas nada imprudente -dijo Vox, mirando a Alastor con un tono firme.
Alastor asintió con seriedad, dándole a Vox la falsa sensación de seguridad. Había aprendido que este pequeño Alastor era hábil para actuar como un ángel, solo para revelar su verdadero yo en el último momento. Sin embargo, esta vez, el cansancio en los ojos de Alastor parecía indicarle que realmente descansaría.
Vox se inclinó y le dio una toalla.
-Volveré en un rato para ver cómo estás.
El demonio mayor cerró la puerta suavemente, dejando a Alastor con la bañera de agua tibia y la tranquilidad del baño. Vox estaba seguro de que, con lo cansado que se veía, el pequeño se quedaría ahí y se relajaría. Tomó una última mirada al reloj en su escritorio y se dispuso a finalizar algunos asuntos pendientes en su oficina.
Al otro lado de la puerta, Alastor estaba sumergido en la calma de la habitación. O al menos, intentaba estarlo. Realmente lo intentó, pero su mente inquieta pronto empezó a vagar. La idea de simplemente descansar era una opción razonable, pero no exactamente emocionante. Y entonces, mientras se miraba en el espejo del baño, algo captó su atención: un par de tijeras olvidadas sobre el lavabo.
Alastor las observó detenidamente, y una idea comenzó a formarse en su mente. De alguna manera, esa herramienta inofensiva parecía demasiado tentadora como para ignorarla. Era un corte de cabello, solo un cambio de estilo. ¿Qué tan malo podría ser?
-Un pequeño cambio no hace daño -murmuró para sí mismo, esbozando una sonrisa traviesa.
Tomó las tijeras y se paró sobre una banqueta para alcanzar bien su reflejo en el espejo. En su mente, imaginaba que podía darle a su cabello algo de estilo. ¿Por qué no? Había visto a Vox hacerlo muchas veces, y no podía ser tan complicado. Con una seguridad propia de alguien que jamás había manejado unas tijeras, Alastor comenzó a cortar mechones al azar.
Mientras tanto, Vox terminó sus últimos pendientes y se permitió respirar con alivio. Todo estaba resuelto, y por fin podría relajarse y concentrarse en cuidar de Alastor. Revisó su reloj y se dio cuenta de que había pasado más tiempo del que había pensado. El silencio desde el baño le hizo pensar que, tal vez, el pequeño se había quedado dormido, como tantas veces antes.
Sonrió, un poco orgulloso de la posibilidad de que Alastor hubiese obedecido, y se levantó para ir a buscarlo. Se dirigió hacia el baño y giró lentamente el picaporte, esperando encontrar a Alastor envuelto en toallas o descansando pacíficamente en la bañera.
Sin embargo, al abrir la puerta, se encontró con una escena muy diferente.
Vox se quedó de pie en el umbral, su mirada fijada en el espejo donde Alastor se observaba con una sonrisa orgullosa. Su cabello, antes cuidadosamente peinado, ahora parecía una obra de arte caótica. Había mechones de diferentes longitudes sobresaliendo en todas direcciones, creando un estilo... único, por decirlo suavemente.
-Alastor... -Vox apenas pudo decir su nombre, su voz saliendo como un susurro de puro horror.
Alastor, al escuchar su nombre, se giró hacia él con la tijera todavía en la mano, como si hubiera sido atrapado en medio de un crimen. Sin embargo, su rostro mostraba un orgullo inocente, como si esperara ser felicitado por su "genialidad creativa".
-¡Mira, Vox! Me hice un nuevo corte de cabello -dijo Alastor, mostrando su "obra maestra" con entusiasmo.
Vox estaba sin palabras. No solo porque su cabello había sido destrozado, sino porque lo había hecho con tanto entusiasmo y confianza en su habilidad. Casi podía sentir la desesperación arrastrándose por su cuerpo mientras veía los mechones de cabello que yacían en el suelo como testigos de la travesura.
-¿Qué... qué hiciste? -preguntó finalmente, intentando mantener la calma, aunque su voz temblaba un poco.
Alastor inclinó la cabeza, como si la pregunta fuera innecesaria.
-Cambié mi estilo, claro. No me gusta verme aburrido -respondió, con la más inocente de las expresiones.
Vox cerró los ojos un momento, respiró profundamente y trató de recuperar la compostura. Había querido creer que podía tener una tarde tranquila, pero una vez más subestimó el ingenio y las travesuras de su pequeña pareja. Después de un largo suspiro, se inclinó hacia Alastor, bajando las tijeras lentamente de su mano.
-¿Recuerdas cuando te dije que no hicieras nada imprudente? -preguntó Vox, sin dejar de mirarlo a los ojos.
Alastor frunció el ceño y miró hacia un lado, claramente sintiéndose un poco culpable, aunque no estaba dispuesto a admitirlo.
-No pensé que esto fuera imprudente -murmuró, jugueteando con los mechones restantes de su cabello.
Vox no podía evitar sentir una mezcla de enojo y ternura. Por un lado, Alastor había desobedecido sus instrucciones y había arruinado su propio cabello, pero por otro lado, ver su expresión inocente y su intento de justificar sus acciones con lógica infantil era simplemente adorable.
Finalmente, Vox no pudo contener una pequeña sonrisa. Al fin y al cabo, Alastor seguía siendo su pareja, independientemente del tamaño.
-Ven aquí, tú, pequeño demonio -dijo, suavizando su tono y acercándose para alzarlo en sus brazos.
Alastor soltó un pequeño bufido, claramente molesto por ser tratado como un niño, pero no se resistió. Vox lo llevó hasta un espejo más grande en la habitación y ambos se quedaron observando el "nuevo estilo" de Alastor.
-No está tan mal... -mintió Vox, tratando de no reírse al ver la expresión de satisfacción en el rostro de Alastor.
-¿Verdad que no? -respondió Alastor, alzando la barbilla con confianza.
Vox suspiró y acarició la cabeza desordenada de Alastor. Sabía que necesitarían un estilista profesional para arreglar el desastre, pero por ahora, lo más importante era que Alastor estuviera bien y que no se hubiera hecho daño.
-Está bien, campeón. La próxima vez, avísame antes de decidir ser tu propio peluquero, ¿de acuerdo? -dijo Vox, plantando un pequeño beso en la frente del pequeño Alastor.
Alastor no respondió, pero la leve sonrisa en su rostro era suficiente para mostrar que había entendido. A su manera, claro.
Mientras lo cargaba de vuelta al baño para limpiar los restos de cabello, Vox se dio cuenta de que cada día con Alastor era un desafío impredecible. Pero también, cada día lo hacía apreciar aún más esos pequeños momentos de ternura y alegría, a pesar del caos que solía venir con ellos.
Vox terminó el día limpiando el cabello del suelo, recordando que, aunque su vida era mucho más complicada de lo que había planeado, el amor por Alastor lo hacía disfrutar cada momento... incluso los más inesperados.
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Alastor chiquito - Staticradio
RomanceLucifer llega a la torre V con un Alastor en su versión niño, ahora Vox es quien deberá cuidarlo hasta que se le pase el efecto.