Capítulo: Mañanas Quemadas y Momentos de Ternura

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El amanecer en el pequeño departamento llegó silencioso, hasta que un ligero olor a quemado comenzó a invadir la habitación. Vox y Alastor estaban aún profundamente dormidos, ambos acurrucados en la cama, disfrutando del raro momento de paz. Sin embargo, esa tranquilidad se rompió cuando el olor se hizo más fuerte y el pitido agudo del detector de humo les dio una bienvenida nada agradable al nuevo día.

Vox se despertó de golpe, alarmado por el olor y el ruido. Se incorporó rápidamente, sacudiendo ligeramente a Alastor en el proceso provocando que también despertara.

-¡Mierda! -exclamó Vox mientras se levantaba apresuradamente de la cama.

El pequeño se desperezó con lentitud, aún con los ojos adormilados, y parpadeó confundido ante el caos que parecía reinar en la cocina.

-¿Qué pasa? -murmuró Alastor, frotándose los ojos.

Vox no respondió de inmediato. Salió corriendo hacia la cocina, donde descubrió que los pasteles que habían puesto en el horno la noche anterior estaban completamente carbonizados. Con una maldición suave, apagó el horno y abrió las ventanas para dejar salir el humo.

-Bueno... esto definitivamente no estaba en los planes -dijo Vox, suspirando mientras se rascaba la nuca. Alastor lo miraba desde el umbral de la puerta, con una expresión mezcla de confusión y divertimento.

-¿Los pasteles se quemaron? -preguntó Alastor, inclinando la cabeza.

-Parece que sí... -dijo Vox, soltando una risa suave-. Olvidé que los dejamos anoche. Pero no te preocupes, puedo pedir algo de comer por delivery. ¿Qué te parece? -sugirió mientras sacaba su teléfono y buscaba la aplicación de comida.

Alastor asintió, su mirada volviendo a los pasteles carbonizados con un aire de curiosidad. Vox, mientras tanto, se concentró en hacer el pedido rápidamente.

Sin embargo, en cuanto Vox se dio la vuelta para salir de la cocina, no se dio cuenta de que Alastor se había acercado al horno. Intrigado por las cosas quemadas, el pequeño decidió probar uno. Cogió un pedazo crujiente con sus pequeñas manos y, dudando solo un momento, lo llevó a su boca.

Cuando Vox regresó, ya había hecho el pedido y se acercó para ver qué hacía Alastor. Al notar que estaba comiendo algo, su primera reacción fue de confusión.

-¿Alastor? -llamó, inclinando la cabeza-. ¿Qué haces?

Alastor miró a Vox, y con la boca aún llena, trató de responder con un tono algo inocente:

-Nada...

Vox suspiró y se acercó para recogerlo con cuidado.

-Vamos, pequeño desastre. Volvamos a la cama a esperar la comida. -Con una facilidad casi innata, lo cargó y se dirigió a la habitación.

Se acostaron cómodamente, y Vox encendió la televisión para que ambos pudieran distraerse un poco. Pasaban una caricatura infantil, una de esas que Alastor no encontraba especialmente entretenida, pero le daba algo en qué fijar su atención mientras esperaba.

-¿Te sientes mejor? -preguntó Vox, acariciándole el cabello. Alastor asintió, y aunque aún parecía un poco desanimado, se notaba que estar en compañía de Vox lo tranquilizaba.

De repente, el timbre sonó, anunciando la llegada del pedido. Vox se levantó con suavidad, pero antes de irse, se inclinó para darle un pequeño beso en los labios. Alastor se puso rojo de inmediato, sus mejillas ardiendo con el gesto inesperado.

-Ya regreso, no te muevas -le dijo Vox, guiñándole un ojo antes de salir de la habitación para recibir el pedido.

Pero en cuanto Vox se fue, Alastor comenzó a sentir algo raro en el estómago. Además de la sensación de mariposas. Primero fue un leve malestar, luego se convirtió en una sensación de náuseas que no pudo ignorar. Se bajó de la cama y, de forma vacilante, caminó hacia el baño.

Vox, al regresar con las bolsas de comida, notó la ausencia de Alastor en la cama y frunció el ceño. Dejó las bolsas a un lado y escuchó ruidos extraños provenientes del baño. La preocupación se apoderó de él mientras caminaba rápidamente hacia la fuente de esos sonidos.

Al abrir la puerta del baño, encontró a Alastor arrodillado frente al inodoro, visiblemente mareado y vomitando. Vox sintió un nudo en el estómago al verlo tan mal, y se apresuró a acercarse.

-¡Alastor! -exclamó Vox, su voz llena de preocupación.

El pequeño demonio levantó la vista hacia él, con lágrimas acumulándose en sus ojos por el malestar y la vergüenza.

-Lo siento... -murmuró Alastor, con la voz temblorosa.

Vox respiró hondo y se acercó con calma, acariciándole la espalda mientras le sostenía la frente para evitar que se lastimara.

-Shh, tranquilo, no pasa nada -dijo Vox suavemente-. ¿Te comiste lo quemado, verdad?

Alastor asintió con la cabeza, y su expresión avergonzada hizo que Vox sintiera una punzada de ternura y preocupación. Se inclinó para ayudarlo a limpiarse, sus movimientos cuidadosos y gentiles.

-Te dije que no comieras eso... -dijo Vox, con un tono de regaño suave-. Sabes que te haría daño.

Alastor bajó la mirada, incapaz de articular una respuesta coherente. Se sentía débil y su estómago aún daba vueltas, pero lo que más necesitaba en ese momento era algo de consuelo. Vox, notando su vulnerabilidad, no pudo evitar sentir compasión. Terminó de limpiarlo con delicadeza, y luego lo tomó en brazos, llevándolo de vuelta a la cama.

Alastor se acurrucó contra el pecho de Vox, buscando refugio en el calor y la seguridad de sus brazos. No había dicho nada, pero su necesidad de cercanía era más que evidente. Vox se acomodó en la cama con él, asegurándose de que Alastor estuviera bien envuelto en las mantas.

-Lo siento... -murmuró Alastor nuevamente, su voz apenas un susurro.

-No tienes que disculparte, pequeño -respondió Vox, acariciándole el cabello-. Solo cuida mejor de ti, ¿de acuerdo?

Alastor asintió, y aunque aún estaba mareado, el abrazo de Vox lo hacía sentir más seguro. Sus párpados comenzaron a cerrarse lentamente, el cansancio y el malestar finalmente venciendo su resistencia.

Vox lo sostuvo con firmeza y suavidad, susurrándole palabras tranquilizadoras mientras el pequeño se quedaba dormido. No pudo evitar sonreír ligeramente al ver lo rápido que Alastor se había calmado en sus brazos.

-No te preocupes... -susurró Vox-. Siempre estaré aquí para cuidarte.

Y mientras el aroma a comida recién llegada llenaba la habitación, y la televisión seguía encendida con sus dibujos animados, Vox se quedó despierto, vigilando a Alastor con una mirada protectora y llena de cariño.

En ese momento, ambos encontraron un pequeño refugio en medio del caos, en la simple promesa de estar el uno para el otro.

Alastor chiquito - StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora