Mientras desayunaban juntos, Alastor, en su pequeño estado, se las arreglaba para convertir la comida en una experiencia caótica. Masticaba lentamente, y entre bocado y bocado, jugaba con algunas de sus verduras, haciendo pequeños dibujos en la mesa con los guisantes o creando filas de brócoli que imitaban a pequeños árboles. Vox lo observaba de reojo, con una mezcla de paciencia y cansancio.
-Alastor -dijo finalmente con firmeza-, tienes que comerte todo. No se juega con la comida.
El pequeño lo miró con una expresión de disgusto y luego volvió a su plato con un puchero. Vox suspiró, deseando un poco de la templanza que había tenido anoche.
-Está bien... -murmuró Alastor, tomando su tenedor y comenzando a masticar las verduras a regañadientes. Cada bocado parecía un martirio, como si estuviera cumpliendo una condena.
Vox esperó hasta que el plato quedó vacío, y luego se levantó para empezar con su trabajo. Tenía cosas importantes que revisar en su laboratorio, y aunque le preocupaba dejar a Alastor solo, pensó que sería seguro por un rato. O al menos, eso esperaba.
Sin embargo, mientras trabajaba, un silencio inusual se instaló en el ambiente. Vox alzó la cabeza, extrañado. Alastor, incluso en su forma infantil, no era conocido por su silencio. Era una señal de alerta.
Rápidamente, Vox dejó sus cosas y salió del laboratorio, buscando al pequeño por la torre. Lo encontró en su oficina, sentado en el escritorio, concentrado en algo... ¡mordiéndolo! A medida que se acercaba, sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta de lo que era: ¡un microchip!
-¡Alastor, no! -gritó Vox, corriendo hacia él y apartándolo de inmediato.
El niño miró a Vox, desconcertado, mientras Vox luchaba por no entrar en pánico. Con mucho cuidado, logró que Alastor escupiera el microchip, aún incrédulo de lo que acababa de ver.
-¡¿Por qué estabas comiendo esto?! -preguntó Vox, tratando de calmar sus nervios.
Alastor, frunciendo el ceño, respondió con un tono serio y ofendido.
-¡Tú dijiste que me coma todo! -replicó con un aire de lógica impecable para su tamaño y situación.
Vox se quedó sin palabras. No podía creer que el pequeño Alastor hubiera interpretado sus palabras de esa manera. Sentía ganas de reprenderlo con firmeza, de explicarle que había límites a lo que significaba "todo", pero cuando miró esa pequeña carita, con su ceño fruncido y la expresión decidida, no pudo evitar recordar quién era realmente Alastor.
Siguió siendo su pareja, alguien con quien había compartido momentos serios y risas, aunque ahora estuviera atrapado en ese cuerpo infantil. Y verlo así, tan indignado y al mismo tiempo tan perdido, era... adorable. Vox dejó escapar un suspiro largo, cediendo a esa ternura que lo abrumaba.
-De acuerdo -dijo con un tono más suave-, eso fue un malentendido. Pero no vuelvas a comer cosas que no sean comida, ¿entendido?
Alastor asintió lentamente, como si no estuviera del todo seguro de por qué eso había sido un problema. Vox suspiró y tomó al niño en brazos, llevándolo a la sala de estar.
-Vamos a hacer algo diferente -dijo, tratando de calmarse a sí mismo tanto como al pequeño-. Quiero que te quedes aquí, ¿vale?
Lo dejó en una esquina cómoda con una gran cantidad de papeles, crayones y colores. Vox, a pesar de lo agotado que se sentía, no podía evitar sonreír ante la imagen del pequeño Alastor, con sus piernas cruzadas, observando los crayones con curiosidad. El niño tomó uno y comenzó a dibujar con entusiasmo, como si el incidente del microchip hubiera quedado completamente olvidado.
Vox se quedó un momento, contemplando esa escena, con una mezcla de alivio y calidez. Cuidar a Alastor de esta forma era mucho más difícil de lo que había imaginado, pero también, en cierta manera, increíblemente satisfactorio.
Decidió que podía manejarlo, al menos por ahora. Y si eso significaba tolerar pequeños malentendidos y microchips mordidos, entonces estaría listo para lo que fuera.
Aunque... tal vez escondería los componentes más importantes de la torre. Por precaución.
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Alastor chiquito - Staticradio
Storie d'amoreLucifer llega a la torre V con un Alastor en su versión niño, ahora Vox es quien deberá cuidarlo hasta que se le pase el efecto.