Capítulo: Lágrimas en el Agua

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Vox, después de terminar su trabajo y asegurarse de que todo estaba en orden en la oficina, decidió que era hora de preparar a Alastor para dormir. Desde que su pequeña pareja había sido maldecida con ese tamaño reducido, Vox había tomado muy en serio el cuidado de Alastor, asumiendo que parte de su responsabilidad era asegurarse de que todo estuviera bien con él, incluyendo su higiene.

Entró a la habitación en silencio, tratando de no hacer ruido, y encontró a Alastor aún acurrucado bajo las mantas, en la misma posición en la que lo había dejado antes. Eso ya era inusual; Alastor solía moverse mucho al dormir, incluso en su forma más pequeña. Vox se acercó y, con cuidado, se arrodilló al lado de la cama, observando cómo el pequeño demonio permanecía en silencio.

-Alastor... -susurró Vox, tratando de no sonar severo-. Es hora de tu baño.

Alastor no se movió. Vox frunció el ceño, ya sospechando que no estaba realmente dormido. Alzó la mano y retiró suavemente la manta, esperando que Alastor se quejara o se retorciera, como hacía habitualmente, pero la reacción fue muy diferente.

-Vamos, no te hagas el dormido. -Vox trató de mantener su tono tranquilo y hasta juguetón.

Sin embargo, cuando Alastor sintió que la manta se apartaba, su cuerpo se tensó. Vox lo notó de inmediato.

-"¿Está fingiendo?" -pensó al principio, pero algo no encajaba. Era extraño que Alastor no intentara protestar o burlarse, como siempre hacía.

-Te toca un baño -insistió Vox, y con suavidad deslizó sus brazos bajo el pequeño cuerpo de Alastor para levantarlo.

Fue entonces cuando Alastor se estremeció y, sin previo aviso, empezó a llorar. Al principio eran sollozos leves, pero pronto se convirtieron en un llanto desesperado. Alastor se aferró a la manta como si fuera su única protección, sin mirar directamente a Vox.

El cambio abrupto en el comportamiento de Alastor desconcertó a Vox. Solía lidiar con la terquedad y los berrinches de Alastor, pero esta vez era diferente. El pequeño demonio no luchaba por escaparse de un baño por capricho; había algo más, algo que estaba ocultando y que parecía atormentarlo.

-¿Alastor? -dijo Vox, suavizando su voz mientras lo levantaba de todos modos.

Alastor intentó resistirse, pero era tan pequeño y Vox era tan fuerte que sus esfuerzos fueron inútiles. Sentía que las lágrimas no paraban de caer por sus mejillas y su respiración se hacía cada vez más entrecortada. Su mente estaba nublada por la confusión y el miedo, y aunque quería explicarle a Vox por qué no quería que lo tocara, no encontraba las palabras.

-Shhh... -murmuró Vox, acercándolo un poco más a su pecho-. Tranquilo, no pasa nada.

Pero esas palabras no surtían el efecto esperado. Alastor movía sus brazos y piernas como podía, tratando de apartar a Vox, pero lo hacía con una desesperación que Vox nunca había visto antes. No había rabia ni terquedad; solo miedo. La diferencia era tan clara que Vox se quedó paralizado por un instante, dándose cuenta de que algo mucho más serio estaba ocurriendo.

-Alastor, mírame -dijo Vox con una firmeza suave, buscando el contacto visual, pero Alastor evitaba sus ojos a toda costa-. ¿Qué pasa? ¿Por qué estás así?

Alastor siguió sollozando, cada vez más fuerte. La sensación de ser levantado y sostenido por Vox lo hacía sentirse vulnerable y aterrado.

-"¿Qué me hará? ¿Será como en ese video?" -pensaba, el miedo impidiéndole razonar con claridad. Cada pensamiento alimentaba su llanto y lo hacía aferrarse aún más desesperadamente a la manta.

Vox, que usualmente sabía cómo manejar los berrinches de Alastor, sintió que no estaba preparado para esto. Le costaba entender por qué su pareja pequeña estaba tan alterada. Podía manejar su travesura, su terquedad y su actitud desafiante, pero ver a Alastor llorando así, de esa manera frágil y aterrada, le partió el alma.

-"Esto no es por el baño..."- pensó, comenzando a comprender que algo había pasado.

Vox lo llevó al baño de todos modos, tratando de que Alastor se calmara con caricias en la espalda. Le hablaba suavemente, pidiéndole que respirara y se relajara, pero Alastor estaba atrapado en su propio pánico. Cada vez que sentía las manos de Vox en su espalda o en sus brazos, se tensaba más, recordando las imágenes perturbadoras que había visto en ese video.

-Tranquilo... no voy a hacerte nada, solo te estoy llevando a tomar un baño -intentó calmarlo Vox, susurrando y acariciando su espalda-. No tienes que tener miedo, Alastor, soy yo.

Los sollozos de Alastor no disminuían, pero lentamente dejó de resistirse con tanta fuerza. Vox lo sentó cuidadosamente en el borde de la bañera, arrodillándose a su lado para mirarlo a los ojos, pero Alastor mantenía la mirada baja, ocultando su rostro bajo las lágrimas.

-Alastor... -dijo Vox, levantando una mano para limpiar las lágrimas de sus mejillas-. Por favor, dime qué te pasa. No puedo ayudarte si no me dices qué está mal.

Pero Alastor no podía encontrar las palabras. Su mente seguía repitiendo las imágenes del video, y cada vez que intentaba hablar, las palabras se ahogaban en su garganta. La única respuesta que pudo dar fueron más sollozos.

Vox se sentó en el suelo del baño, manteniéndose a su nivel. Sintió un nudo en la garganta al ver a Alastor así, y una parte de él quería sacudirlo y exigirle que le dijera la verdad, pero sabía que eso solo empeoraría la situación.

Con un suspiro, extendió sus brazos y rodeó a Alastor con cuidado, ofreciéndole un abrazo reconfortante. Al principio, Alastor se resistió, pero al ver que Vox no hacía nada más que sostenerlo con suavidad, sus sollozos comenzaron a disminuir poco a poco.

-No sé qué pasó, pero estoy aquí para ti -murmuró Vox, acariciándole el cabello con ternura-. No voy a dejar que nada malo te pase, Alastor. Lo prometo.

Las palabras reconfortantes y el calor del abrazo finalmente hicieron que Alastor se sintiera un poco más seguro. Aunque el miedo y la confusión no desaparecieron del todo, la presencia de Vox, tan paciente y calmada, lo ayudó a encontrar un poco de paz. Lentamente, los sollozos se convirtieron en suaves respiraciones, y el temblor en su cuerpo empezó a calmarse.

Pasaron varios minutos así, en silencio. Vox no intentó apurarlo ni exigirle respuestas, simplemente esperó a que Alastor estuviera listo. Cuando finalmente el pequeño demonio levantó la cabeza, sus ojos rojos estaban hinchados por las lágrimas, y su expresión mostraba una mezcla de vergüenza y vulnerabilidad.

-¿Mejor? -preguntó Vox, sonriendo suavemente.

Alastor asintió con la cabeza, limpiándose los ojos con la manga de su pijama. No quería admitir lo que había pasado ni enfrentarse a la incomodidad de explicar lo que había visto, pero por primera vez en horas, se sintió lo suficientemente seguro como para dejarse cuidar.

-Vamos a darte un baño rápido, y luego te llevaré a la cama -dijo Vox con suavidad-. Te quedarás a mi lado, y no voy a irme a ninguna parte, ¿de acuerdo?

Alastor no respondió verbalmente, pero asintió de nuevo. Vox se levantó y comenzó a preparar el agua, asegurándose de que no estuviera demasiado caliente. Se tomó su tiempo, hablándole de cosas triviales y cotidianas, esperando que eso ayudara a despejar la mente de Alastor.

El pequeño demonio permaneció en silencio durante el baño, dejándose guiar por Vox y permitiéndole lavar su cabello y su espalda sin resistirse. Por primera vez en mucho tiempo, Alastor no hizo ningún comentario sarcástico ni protestó, y eso preocupó más a Vox.

Después del baño, Vox envolvió a Alastor en una toalla suave y lo llevó a la cama. Le dio un pijama limpio y lo ayudó a vestirse, acariciando su cabello húmedo para ayudarlo a relajarse. Alastor, aún agotado por todo lo que había pasado, se dejó llevar por los gestos de Vox y finalmente se acurrucó bajo las mantas.

Vox se sentó a su lado, observándolo en silencio mientras el pequeño demonio comenzaba a quedarse dormido. Se inclinó y le dio un beso en la frente, como una promesa silenciosa de que todo estaría bien.

Alastor, aunque no dijo nada, sintió una extraña sensación de alivio. Por ahora, eso era suficiente.

Alastor chiquito - StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora