Capítulo: El Juego del Pequeño Demonio

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La mañana comenzó tranquila en la gran torre que pertenecía a Vox. La luz del sol entraba débilmente por las cortinas oscuras, y el ambiente era apacible, al menos hasta que Vox sintió algo moverse a su lado. Al abrir los ojos, vio a Alastor sentado en la cama, claramente lleno de energía. Los pequeños pies de Alastor se movían de un lado a otro, y su expresión mostraba una mezcla de curiosidad y entusiasmo.

-¡Buenos días, Vox! -exclamó Alastor con una sonrisa brillante, saltando de la cama en un movimiento ágil.

Vox se frotó los ojos, intentando despejarse. Todavía estaba adormilado, pero ver a Alastor tan activo le sacó una sonrisa, aunque más por la sorpresa de lo que le esperaba ese día. Alastor comenzó a correr por la habitación, explorando y observando cada rincón como si todo fuera nuevo para él. Vox, acostumbrado ya a estas mañanas animadas, se levantó lentamente y comenzó su rutina.

Primero se dirigió al baño, y Alastor lo siguió, brincando alrededor mientras Vox intentaba cepillarse los dientes en paz. Luego pasó a vestirse, y Alastor seguía cerca, jugueteando con los botones de la camisa de Vox y haciendo preguntas interminables. Era una mañana común para ambos, aunque Vox había olvidado algo crucial: el desayuno.

Ya vestido y listo para su día de reuniones, Vox se dirigió a su oficina en la torre, llevando su laptop consigo para la primera llamada del día. Alastor se quedó atrás, dándose cuenta de que su estómago rugía de hambre. Se acercó a Vox, quien ya estaba instalándose frente a su escritorio.

-Vox, quiero comer algo -pidió Alastor, mirando a su esposo con esos ojos grandes y rojos llenos de súplica.

Vox, ocupado con la llamada entrante, no prestó mucha atención al tono insistente de Alastor.

-No ahora, Alastor... estoy en una reunión importante -respondió Vox, sin siquiera apartar los ojos de la pantalla, con claro aburrimiento.

Pero Alastor no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente. De nuevo, se acercó y tiró suavemente de la manga de Vox.

-Vox, tengo hambre. Quiero comer algo ahora -repitió, esta vez con un tono un poco más exigente.

Vox trató de ignorarlo, esperando que Alastor se diera por vencido y esperara hasta que terminara. Sin embargo, Alastor era conocido por su obstinación, y decidió aumentar la intensidad de su insistencia. Comenzó a jalar con más fuerza la manga de Vox y a quejarse en voz alta.

-¡Vox! ¡Vox! ¡Vox! -

Finalmente, la paciencia de Vox llegó a su límite.

-¡Alastor, te dije que esperes! -le gritó, con la voz cargada de frustración.

Alastor, herido por el tono de Vox, frunció el ceño y miró la laptop con una chispa de travesura en sus ojos. Si Vox no iba a prestarle atención, entonces él se encargaría de hacer que lo escuchara. Sin pensarlo dos veces, se acercó rápidamente a la laptop y activó el micrófono, dirigiéndose con una voz bien clara hacia los presentes en la reunión de Vox.

-¡Vox es un idiota! ¡Y un tirano sin corazón! -soltó, con una sonrisa de satisfacción por su pequeña venganza.

Los ojos de Vox se abrieron como platos, y su expresión se convirtió en una mezcla de incredulidad y enojo. Con rapidez, apagó el micrófono y miró a Alastor, que ahora estaba sonriendo triunfante, esperando una reacción. Sin embargo, lo único que obtuvo fue una orden fría.

-¡Fuera de mi oficina! -gruñó Vox, señalando la puerta con la mano.

Alastor, aún molesto por no ser escuchado, salió de la oficina de Vox con un bufido. Estaba enojado y no iba a quedarse sin hacer nada. Decidió explorar la torre, una estructura gigantesca que era tanto el hogar como el centro de operaciones de Vox. Había demonios y asistentes de Vox caminando de un lado a otro, y Alastor los observaba con curiosidad mientras vagaba por los largos pasillos.

En su camino, un demonio alto y fornido, con cara de pocos amigos, lo empujó sin ninguna consideración. Alastor cayó al suelo, rascando sus rodillas, pero se levantó rápidamente, furioso por el empujón.

-¡Idiota! -murmuró, sacudiéndose y continuando su caminata con la determinación de encontrar algo que hacer para vengarse de Vox por tratarlo tan mal.

Deambuló por los pasillos hasta llegar a una gran puerta que llamó su atención. Era más llamativa y elaborada que las demás, con decoraciones brillantes y una inscripción en un idioma antiguo que Alastor no entendía. Empujó la puerta con ambas manos, y al abrirla, se encontró en una sala de control enorme.

La habitación estaba llena de pantallas gigantes que mostraban diversos lugares de la torre y más allá, como un centro de vigilancia para monitorear toda la actividad en los dominios de Vox. Había cinco demonios sentados frente a consolas, tecleando furiosamente, ajustando controles y observando las pantallas con seriedad.

Alastor observó el lugar con ojos calculadores. Todo parecía muy importante y seguramente estaba prohibido para alguien como él, lo cual lo hacía aún más tentador. Su mente comenzó a tramar una travesura. Si podía causar un pequeño caos, le mostraría a Vox que no era alguien con quien se debía jugar.

Decidido a hacer algo memorable, Alastor se escondió tras una columna, observando los movimientos de los demonios y analizando las pantallas. No entendía mucho de lo que estaba viendo, pero sabía que si había demonios trabajando tan seriamente, debía ser algo relevante. Si lograba encontrar una forma de interferir, quizás Vox aprendería a no subestimarlo.

Con una sonrisa maliciosa, Alastor comenzó a planear su próxima jugada. Sabía que tenía que ser algo lo suficientemente molesto como para captar la atención de Vox, pero sin meterse en problemas tan serios que las consecuencias fueran irreparables. Después de todo, no quería arruinar todo... solo dar una lección. Una muy pequeña y "inocente" lección.

Y así, mientras los demonios seguían trabajando sin sospechar la presencia del pequeño Alastor, él se preparó para ejecutar su plan. Vox pronto aprendería que no debía subestimar a su pequeño esposo... y que era mejor no negar un desayuno a un demonio hambriento.

Alastor chiquito - StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora