Capítulo: Gritos y Lágrimas en la Oscuridad

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El silencio en el pasillo era sofocante mientras Vox caminaba al frente, con Alastor siguiendo a unos pasos detrás, cada uno de sus pasos resonando como una cuenta atrás hacia un destino inevitable. Vox no dijo una palabra mientras se dirigían a su oficina, pero la tensión era palpable, casi una presencia física que oprimía a Alastor.

Cuando llegaron, Vox abrió la puerta y entró, esperando a que Alastor hiciera lo mismo. El pequeño demonio cruzó el umbral con las manos temblorosas, sabiendo que se avecinaba una tormenta. La puerta se cerró con un golpe seco detrás de él.

-¡¿Qué demonios estabas pensando, Alastor?! -exclamó Vox, su voz explotando en la sala apenas se cerró la puerta. Sus ojos brillaban con una furia contenida, y su tono era más grave de lo habitual.

Alastor se estremeció. La oficina, normalmente ordenada y fría, se sentía ahora como un espacio opresivo, cada rincón lleno de la presencia imponente de Vox. Sus orejitas bajaron con miedo, intentó responder, pero las palabras no parecían querer salir de su boca.

-¡Apagaste todo el Infierno! -continuó Vox, gesticulando furiosamente-. ¡¿Sabes cuántos sistemas críticos dejaste inoperativos con tu "travesura"?!

Alastor trató de explicarse, con la voz quebrada-. Yo... yo solo quería enseñarte una lección... -susurró, pero antes de poder continuar, Vox lo interrumpió.

-¡¿Una lección?! -se burló, dejando escapar una risa amarga-. ¡Eres un completo irresponsable! ¡Esto no es un juego, Alastor! ¡Todo esto es serio! -La voz de Vox resonaba en la habitación, rebotando en las paredes y aplastando cualquier intento de defensa.

El miedo y la vergüenza comenzaban a transformarse en algo más dentro de Alastor. Una mezcla de rabia y desesperación empezaba a burbujear bajo su piel. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas.

-...N-no ...¡No me prestas atención! -gritó Alastor de repente, su voz temblando de indignación y tristeza-. ¡Nunca tienes tiempo para mí! ¡Siempre estás ocupado y... y... me tratas como si fuera una molestia!

Vox apretó los puños, su mandíbula tensa-. ¡Porque te comportas como un niño! -le respondió, alzando la voz-. ¡No puedo confiar en ti para que te quedes quieto ni cinco minutos sin hacer un desastre!

Las palabras de Vox cayeron como látigos sobre Alastor, hiriéndolo en lo más profundo. Sus manos se cerraron en puños, sintiendo un ardor detrás de los ojos. No quería llorar. No ahora. No delante de Vox. Quería mostrar fortaleza, pero cada palabra era como una nueva cuchillada a su orgullo.

-¡Si te molesto tanto, entonces deshazte de mí! -gritó Alastor, su voz quebrándose-. ¡Bótame como basura o véndeme! ¡Hazlo ahora si eso es lo que realmente quieres!

Vox se quedó en silencio un instante, mirándolo incrédulo, antes de que su propia rabia explotara de nuevo.

-¡Te juro que si sigues siendo tan infantil y egoísta, lo haré! -rugió, su voz resonando en cada rincón de la oficina.

Las palabras eran duras y sin filtro, como dagas clavándose profundamente en el alma de Alastor. La furia de Vox era una tormenta desatada, y Alastor apenas podía soportar su embate. El pequeño demonio sintió como su rabia se tornaba en un dolor agudo, y antes de poder detenerse, levantó la voz una vez más.

-¡Eres un idiota! ¡No entiendes nada! ¡Nunca... nunca me has querido realmente! -gritó, la voz quebrada por el llanto que ya no podía contener.

Vox cerró los ojos y apretó los dientes antes de soltar, casi como un susurro helado-. Tal vez, en momentos como este... me pregunto por qué sigo intentando...

El aire pareció detenerse en la habitación. Alastor sintió que el mundo se desplomaba bajo sus pies. Sus ojos, antes llenos de rabia, se nublaron y se abrieron con asombro y dolor. Su pecho dolía, y un nudo en su garganta lo ahogaba. Vox... había dudado de su compromiso. Esas palabras, tan simples y dichas en un tono tan frío, fueron lo más doloroso que podía escuchar.

Alastor se quedó quieto, incapaz de procesar lo que acababa de oír. Su visión se nubló por completo, las lágrimas comenzando a brotar incontrolablemente.

-¿Alastor...? -preguntó Vox, en un tono más suave, al ver el efecto devastador de sus propias palabras. Pero ya era tarde.

Alastor, sin decir una palabra más, dio un paso atrás y se giró bruscamente, corriendo hacia la puerta de la oficina. Vox se quedó inmóvil por un segundo, sus propios pensamientos hechos un caos, antes de reaccionar y correr tras él.

-¡Alastor, espera! -gritó, su voz ya sin la ira, ahora llena de preocupación.

Alastor intentó abrir la puerta desesperadamente, sus manos temblando demasiado para girar la perilla adecuadamente. Vox lo alcanzó y lo tomó del brazo, intentando frenarlo.

-¡Déjame ir! -sollozó Alastor, forcejeando contra Vox, su voz cargada de dolor.

-¡Alastor, por favor! -le suplicó Vox, tratando de sostenerlo-. No quise decir eso, yo...

Pero Alastor ya no escuchaba. Estaba tan herido y abrumado que todo lo que quería era huir, alejarse de las palabras que lo habían destruido. Con todas sus fuerzas, se zafó del agarre de Vox y salió corriendo hacia el baño, donde se encerró, cerrando la puerta de golpe.

Desde el otro lado, Vox golpeó suavemente la puerta.

-Alastor... abre, por favor. -La voz de Vox era apenas un susurro, ahora impregnada de culpa y arrepentimiento.

Pero Alastor no respondió. Se deslizó hasta el suelo, abrazando sus piernas, escondiendo su rostro en las rodillas mientras las lágrimas continuaban fluyendo incontrolablemente. Estaba herido, confundido y completamente roto. Todo lo que había intentado era llamar la atención de Vox, sentirse importante para él... pero en vez de eso, había sido rechazado y castigado.

Del otro lado, Vox apoyó la frente contra la puerta, sus manos temblando de frustración y arrepentimiento. Sentía que había cruzado una línea que no podría deshacer con simples disculpas. Había herido profundamente a Alastor, y no sabía cómo arreglarlo.

El silencio volvió a la oficina, roto únicamente por los sollozos ahogados de Alastor, que resonaban suavemente a través de la puerta cerrada. Vox, con los ojos cerrados y el corazón pesado, se quedó ahí, esperando... sin saber si sus palabras habían destruido algo que jamás podría recuperar.

Alastor chiquito - StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora