El mes que siguió a la partida de Ryan fue un torbellino de emociones que apenas pude controlar. Al principio, pensé que sería un simple momento de tristeza, pero rápidamente se convirtió en algo más profundo. Las noches se hacían interminables, y el silencio de mi habitación se volvía ensordecedor. El peluche que me había regalado ocupaba un lugar especial en mi cama; su suave abrazo era lo único que me brindaba algo de consuelo.
Pasaba horas tratando de recordar el instante exacto en el que nuestra relación perfecta se desmoronó. Las discusiones se apoderaron de nosotros y el amor que una vez sentí se volvió una carga. No podía dejar de pensar en las promesas que hicimos, en los momentos que compartimos, en las risas que ahora parecían ecos lejanos.
Había días en que ni siquiera podía levantarme de la cama. La ansiedad se apoderó de mí, haciendo que respirar fuera un esfuerzo monumental. Había pasado tantas horas encerrada en casa, sin comer ni dormir. Todo me parecía sombrío y sin sentido. Mis amigas, preocupadas, me animaban a salir, pero mi respuesta siempre era la misma: "No puedo".
Hasta que un día, mi mejor amiga, Luisa, decidió que había llegado el momento de actuar.—Jade, tienes que salir de casa. Me preocupas— me dijo con firmeza.
—No tengo ganas de hacer nada. Estoy bien aquí— respondí, aunque sabía que no era cierto.—No, no estás bien. Vamos a cenar. Te prometo que te sentirás mejor— insistió, mirando con intensidad a mis ojos.
Finalmente, accedí, aunque mi corazón se sentía pesado. Me arreglé, tratando de ponerme un vestido que alguna vez me hizo sentir especial. Sin embargo, la imagen que vi en el espejo me pareció distante, casi irreconocible.
Cuando llegamos al bar, el ambiente era vibrante y lleno de risas, pero yo me sentía como una sombra en medio de todo. Luisa intentó animarme, pero cada bocado que daba a mi comida era como un recordatorio de lo que había perdido.
—¿Y si vamos a otro lugar?— propuso Luisa después de notar mi malestar.
—¿A dónde?— pregunté, sintiéndome un poco más curiosa.
—Solo sígueme— me dijo, sin darme muchas explicaciones.
Me llevó hacia un hostal cercano, y mi corazón comenzó a latir con fuerza. ¿Qué hacíamos aquí? Al abrir la puerta, mis ojos se abrieron como platos. Allí estaba Ryan, de pie en una habitación decorada con un hermoso ramo de flores.
—Jade— dijo, su voz llena de emoción.
El corazón se me detuvo por un instante.
—¿Qué haces aquí?— pregunté, sintiendo cómo las lágrimas se acumulaban en mis ojos.
—Vine a pedirte perdón— respondió, su mirada era sincera y dolorida. —Sé que he cometido errores, y estoy aquí para hacer las cosas bien. Quiero cambiar.
La habitación estaba adornada con luces suaves y velas, creando un ambiente acogedor que contrastaba con la tormenta de emociones que sentía en mi interior.
—No sé si puedo hacer esto— le respondí, sintiendo que mi voz temblaba. —No estoy lista para volver a empezar. Tienes que demostrarme que puedes cambiar.
—Entiendo— dijo, bajando la mirada. —Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti. No quiero perderte.
El dolor y la esperanza chocaban dentro de mí. Por un lado, quería creer en sus palabras, pero por otro, recordaba todas las veces que me había herido. No podía volver a ser la misma persona que era antes.
—No sé si puedo confiar en ti otra vez— le dije, mi voz llena de tristeza. —Me duele lo que pasó, y necesito tiempo.
—Te prometo que haré lo que sea necesario para ganarme tu confianza— insistió, acercándose un poco más, pero yo me mantuve a la defensiva.
—Necesito ver un cambio real, Ryan. No puedo regresar a como éramos antes sin saber que esto es diferente— le respondí, sintiendo que mi corazón se dividía en mil pedazos.—Lo entiendo. Solo quiero que sepas que estoy aquí— respondió, aunque podía ver en su mirada que le dolía.
Después de un rato de silencio, Ryan se acercó lentamente, como si temiera asustarme.
—Jade, ¿podemos quedarnos aquí un rato? Solo tú y yo— sugirió, su voz un susurro.No pude resistirme. Asentí, sintiendo que la conexión entre nosotros todavía estaba presente. Mientras hablábamos, la conversación fluyó de forma natural, como si el tiempo y la distancia no hubieran existido. Me di cuenta de que, a pesar del dolor, había algo innegable entre nosotros.
—Te he echado mucho de menos— confesó, tomando mi mano entre las suyas.—Yo también te he echado de menos— respondí, sintiendo cómo las lágrimas volvían a brotar. Al final, decidí dejar mis miedos a un lado, aunque solo fuera por esa noche. Quería disfrutar del momento, de la compañía de Ryan.
—¿Te gustaría quedarte aquí esta noche?— le pregunté, sintiendo que, tal vez, este era el primer paso hacia la reconciliación.
—Me encantaría— dijo, iluminando su rostro con una sonrisa que me llenó de calidez.Esa noche, nos sentamos en el suelo, rodeados de las flores y las luces suaves. Hablamos, reímos, y mientras me contaba historias, sentí que, a pesar de todo, todavía había un rincón de mi corazón que pertenecía a él.
Ryan me abrazó y, en ese abrazo, sentí la promesa de un nuevo comienzo. Mientras me acomodaba junto a él, dejé que el mundo exterior se desvaneciera, y solo existíamos nosotros dos, en un rincón de la habitación, donde la esperanza comenzaba a florecer nuevamente. Y así, con su brazo alrededor de mis hombros, me quedé allí, sintiendo que la noche nos envolvía en un cálido refugio de amor y posibilidades.
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Destino
Romance¿Quien dice que una persona que te encuentras un día casual no puede ser el amor de tu vida? O ¿Quien dice que tu vida no esté ya escrita? Al fin y al cabo por muchas personas que entren y salgan de nuestras vidas siempre terminaremos con quien es...