CAPITULO DAGDOR

1 1 0
                                    

Al amanecer siguiente al caos del incendio, Eliot no podía dejar de pensar en lo que le aguardaba al regresar a casa. Abstraído en sus pensamientos, miraba el horizonte, cuando sintió un golpe inesperado en la cabeza.


-Es mejor que no pienses en eso, Eliot; solo cumple y listo-dijo Dimitri, mientras se sentaba a su lado con una mueca despreocupada.


Eliot, con una mirada molesta, observó cómo Dimitri se dejaba caer en el suelo con desdén.


-¡No me mires así! -espetó Dimitri, sin perder su sarcasmo-. ¡A mí me casaron con la gorda del valle y mira, aquí estoy, boca cerrada! Al menos Nerea es guapa.


Eliot exhaló, frustrado.


-No sabes lo difícil que es para mí. Prometí que dejaría a Nerea y que…


Antes de que Eliot pudiera terminar, Dimitri lo interrumpió con una seriedad que atravesó como un cuchillo.


-Ni se te ocurra terminar esa frase. Ya sé lo que estás pensando, y te juro que, si lo haces, la mato yo mismo. No me importaría que me ejecutaran. ¡Una maldita elfa jamás ocupará el trono de mi tía!


La amenaza de Dimitri dejó helado a Eliot, quien, aunque había crecido junto a los elfos y aprendido de ellos, no desarrolló jamás la chispa de odio que parecía arder en cada palabra de su primo. Dimitri, curtido en batallas mucho más oscuras que las que Eliot había conocido, era conocido en los otros reinos como “dagdor”, y las historias sobre él helaban la sangre.

En sus manos, la guerra parecía un arte macabro, y su reputación de brutalidad y sadismo era motivo de temor.


Dimitri soltó una risa seca antes de levantarse, mirando a Eliot con una mezcla de desaprobación y desprecio.


-Te desviarás hacia casa, y yo seguiré con mis hombres. Harás tu presencia en el gran salón y luego vendrás conmigo. Así lo manda el rey.


El pequeño ejército de Dimitri comenzó a levantar el campamento para seguir su camino hacia Elendor Ithilion. El día continuaba gris y frío, como si el cielo presagiara alguna tragedia. Dimitri observaba con atención cada movimiento de Eliot, hasta que algo atrajo su mirada: un destello entre las rocas en la vasta pradera helada.


Con un destello sádico en los ojos, desmontó de su caballo y se dirigió hacia las rocas. Al pasar detrás de ellas, descubrió una entrada de piedra con runas antiguas grabadas en el arco.


-¡Andrew, lleva a Eliot a casa! Los demás, conmigo. ¡Las puertas del bosque se abren! – exclamó Dimitri, con una sonrisa que revelaba tanto satisfacción como perverso deleite.


Uno de sus comandantes gritó con entusiasmo, y la emoción de Dimitri se intensificó.


-¡Comienza la caza! -rugió, desatando el entusiasmo de sus hombres.


Para algunos, aquella misión era liderada por un par de psicópatas; para otros, Dimitri y sus guerreros eran los “Caballeros del Exterminio”, una fuerza que llenaba de orgullo al rey Mauricio y aterrorizaba a sus enemigos.


Eliot observó cómo su primo y su escuadrón desaparecían entre las sombras de la extraña entrada recién hallada. Aunque no comprendía el significado completo de las runas, sabía que esa puerta conducía a un bosque temido y desconocido.


“Solo espero que no haga nada estúpido”

Pensó Eliot, mientras continuaba su camino hacia sus tierras, sintiendo que había algo en ese bosque que haría justicia a la reputación de su primo.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 3 hours ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Legado De Las Sombras Carmesí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora