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Nathaniel

--Nos vemos, peque --acaricio la cabeza de Fabián para luego ver como entra a la casona

-- ¿Todo ha estado bien con su madre? --me pregunta la chica que siempre me recibe cuando lo vengo a dejar

-- Si. Todo... Bien --mis labios se curvan en una pequeña sonrisa-- En unos días vendrá una mujer a inspeccionar el hogar, he decidido que... Seré el tutor legal de Fabián. Ella solo necesita saber la situación actual

-- Bien --me sonríe-- Estaremos atentos ¿quiere que le avisemos ese día?

-- No, ella me avisara cuando esté aquí. Gracias

Me doy media vuelta y voy a mi auto. Me subo y arranco en dirección a casa

Conduzco en silencio, mis pensamientos perdidos en lo que viene. Convertirme en el tutor legal de Fabián no es una decisión simple; es una responsabilidad monumental, una promesa silenciosa de protegerlo. Y para eso, debo mantenerlo lejos de Diana. La ironía no se me escapa: mi propia hermana se ha convertido en una amenaza, alguien de quien debo cuidar al único inocente que queda en esta historia rota.

El teléfono vibra y un mensaje ilumina la pantalla.

Seguridad: Necesito que venga, es urgente.

Es del hospital. Giro el volante sin dudar, cambiando el rumbo en dirección al hospital donde se encuentra Diana

Cuando llego, las luces brillantes se reflejan contra las reluciente valdosas del suelo, veo a gente esperando atención médica, otros en unas camillas pero yo voy directo al ascensor para ir a los últimos pisos. Cuando llego, al acercarme, escucho una discusión al otro lado de la puerta; su voz, alta y tensa, choca con el silencio de las paredes. Aprieto los puños, resistiendo el impulso de entrar sin permiso. Golpeo tres veces, firmemente.

Silencio.

La puerta se abre bruscamente y ahí está ella, en el umbral, deshecha. El rostro de Diana parece una sombra de lo que alguna vez fue, pálido, demacrado, con sus ojos rojos y oscuros. Me observa con una mezcla de desafío y algo parecido a la desesperación.

--¿Qué pasa aquí? --sus ojos me miran con odio y mi vista no baja de ellos

Miro a la persona con quien discute, hay uno de los guardias y un doctor, al parecer, por esa bata blanca típica.

-- Te odio, Nathaniel --se acerca a mí pero el guardia la detiene, aún así no evita que me escupa en la cara

-- Dios... --escucho murmurar al enfermero-- Tenga --me pone un papel en las manos y me limpio la cara

La estudio en silencio, intentando controlar el remolino de emociones. Sé que no está bien, lo veo en cada detalle, en cada línea dibujada por el cansancio y las decisiones mal tomadas. La tensión cuelga entre nosotros como un cuchillo al borde de caer, y la sensación de que algo crítico se avecina me aprieta el pecho.

--Diana --mi voz sale baja, calmada, aunque por dentro soy un torbellino-- Habla ya

-- ¡Fabián! ¿¡Cómo que quieres su custodia?!

-- Vino su abogado y... Le notificó lo que estaba pasando --me dice el guardia

Mi postura se relaja. Me desabrocho un botón de mi saco y me voy a sentar a una de las sillas cerca de su camilla

-- Te dije que lo iba a cuidar y eso implica separarlo completamente de tí --cruzo mis piernas y la miro

Esa bata de hospital no camufla la delgadez de su cuerpo. Sus brazos y pies descalzos son puro hueso

-- Es mío. Mi hijo --el guardia la suelta-- No puedes... No puedes quitármelo --veo como sus ojos empiezan a lagrimear

-- Enfermero. ¿Está bajo algún medicamento?

-- No, señor. Lleva exactamente dos semanas sin consumir pastillas, terminamos algunos tratamientos y queremos que su cuerpo descanse

-- Es por eso --esbozo una sonrisa -- Sin tus mierdas de pastillas, eres más sensible

Ella desvía la mirada, su expresión endureciéndose. Pero detrás de esa dureza, veo el miedo, escondido y desgastado, el miedo que solo alguien en el fondo del abismo reconoce en otro.

Diana cruza los brazos y desvía la mirada, sus ojos buscando algún punto en la habitación que no sea yo. Se mantiene en silencio, y el vacío entre nosotros se convierte en un recordatorio de todo lo que perdimos, de las promesas rotas y las decisiones que nos llevaron a este instante. Me esfuerzo en no desviar la mirada, en obligarla a enfrentarme. Si tengo alguna esperanza de entender qué la ha traído tan abajo, no puedo permitirle esconderse.

--Diana --repito, con un tono más bajo, sin dejar de observará. Sus brazos bajan y me mira de forma desafiante

Miro al guardia y al enfermero para que se vayan. Estos entienden y nos dejan solos con la puerta cerrada de la habitación. Me levanto y pongo las manos en mis bolsillos, me acerco a un paso lento hacia ella y levanta su cabeza para mirarme. Sus marcas de expresión, sus ojeras... Ella se metió en este mundo, no es mi culpa.

-- Escucha una cosa, quieras o no... Tendré la custodia de Fabián ¿sabes por qué? Porque tu no eres nada --digo con firmeza esas palabras-- No hiciste nada, para evitar que te lo quitaran. No hiciste nada, para arreglar tu vida y tenerlo devuelta. No hiciste nada, para protegerme a mi... --aprieto mis manos con fuerza dentro de los bolsillos-- ¡No hiciste absolutamente nada por él! No tienes derecho a reclamarme, no tienes derecho alguno sobre mí o sobre mi sobrino.

-- Eres... Un maldito Nathaniel.

-- Eso es lo único que puedes decirme, porque contradecirme... No tiene caso --sonrio-- Yo tengo la razón y tú, no

Su mirada se vuelve a oscurecer, y la noto retroceder, como si mis palabras fueran un golpe más en su ya frágil estado. Me doy cuenta de que está a punto de decir algo, de lanzar algún ataque para alejarme, pero en vez de eso, su expresión cambia de repente, como si hubiera llegado a un límite.

--No entiendes nada, Nathaniel --dice, su voz apenas un susurro-- No entiendes lo que estás haciendo, por favor... Déjame salir de aquí, prometo cambiar. Prometo hacerlo por Fabián, soy su madre

-- Diana, basta. Perdiste ese derecho hace mucho. Tú y yo sabemos muy bien lo que harás una vez que salgas de aquí. Basta --me alejo un poco

--He intentado dejarlo, Nathaniel. Te lo juro, he intentado salir de esta vida. Pero no es tan simple --su voz se quiebra y una lágrima escapa por su mejilla, que rápidamente intenta secar con la palma de su mano

-- No quiero escuchar tu... Monólogo reflexivo y que cambiarás, lo escuché muchas veces y ninguna fué verdad

-- Espero puedas dormir tranquilo sabiendo que le has provocado el dolor más grande a una madre... Perder a su único hijo

-- ¿Y el dolor que le causaste a Fabián? Diana, no eres la única dolida aquí

Me quedo en silencio, sin saber cómo responder. Un torbellino de emociones me sacude.

Ella no dice nada. Salgo del cuarto y le aviso al enfermero que ya puede entrar.

-- Cambiaremos a Diana a un psiquiátrico, no quiero que siga en el hospital molestando

-- Sí, señor

Saco mi celular y le pido a Garret que busque un lugar para ella en un lugar alejado de la ciudad. Alejado de todo. Cuando me contesta me avisan que tienen un lugar libre para ella, programamos la hora de viaje. Será dentro de las diez u once de la noche, le envío instrucciones a los guardias y que le avisen al enfermero que la sede para el viaje.

Un día agotador y solo quiero llegar a casa, quitarme la ropa, ponerme la pijama y esperar la visita de mi chica, Leticia.









°°°°°

Capítulos finales? ☹️

𝐴𝑏𝑖𝑠𝑚𝑜 𖦹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora