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Justo esta tarde en la cual Julián partió a dar a luz se cumplían sus 40semanas de embarazo.
Peso Bebé A: 4.050kg Peso Bebé B: 3.887kg
La tarde-noche del 13 de septiembre se ve hermosa atraves de las ventanas del auto eso piensa Julián observando, a la luna que salió y se ve hermosa en el cielo como un faro que guiaba la vida hacia un nuevo comienzo.
Julián y Enzo se dirigían hacia el hospital, ya que el mayor había comenzado con la labor de parto, el morocho tomó los dos bolsos de los bebés, el de su pareja, su equipo de mates, ayudó al mayor a subir y comenzó a manejar rápidamente por las avenidas de la ciudad.
Ya en el hospital, la sala de partos estaba llena de expectación y emoción. El papi Juli -como lo apodaron las enfermeras-, estaba a punto de dar a luz a sus dos pequeños milagritos.
La habitación estaba iluminada con una luz suave y cálida, y el sonido de la respiración a veces algo irregular de Julian acompañado de los latidos locos de su corazón eran casi los unicos sonidos que se escuchaban, a su lado su pareja Enzo que no se le habia despegado ni un segundo lo sostenia de la mano y con una de sus bellas sonrisas tranquilizadoras.
De repente, Julián sintió una contracción fuerte y el médico dijo: —Es hora de empezar.
Julián fue tapado con una cortina desde el comienzo de su pecho, Enzo le dio el okey a la partera, para que la cesárea comience.
Enzo le dio un beso en la frente a su pareja, y salió de la sala, ya que le habían dicho que él no podía estar, ya que el parto también iba a ser visto y estudiado por unos estudiantes, así que rendido salió para afuera.
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(...)
Luego de unos minutos, en los cuales el morocho observaba algo impresionado la operación, porfin pudo ver algo...
El primer bebé salió al mundo, un pequeño niño, su hijo el que lloró fuerte al primer contacto con el aire, demostrando así que estaba lleno de vida.
Lo envolvieron rápidamente con una manta, mientras Enzo veía a su primer bebito por detrás del ventanal de cristal, observó como lo taparon con delicadeza con una de las mantitas que hace unos días le compararon y lo acomodaron en una cunita carrito.
Pero no había terminado allí. El médico sonrió y dijo: —Viene el próximo. Julian con lágrimas se rió un poco, mientras veia a su pareja por el cristal. Enzo le tiro un beso, y siguió observando, ya que no lo habían dejado entrar.
Y al cabo de unos minutos el segundo bebé salió al mundo, una pequeña y hermosa niña, su hija, que también lloró bastante fuerte al nacer, también demostrando que estaba viva y que tenía unos pulmones mega sanos, porque se podía escuchar desde el pasillo antes de llegar a esta zona en la que estaban.
La habitación estalló en un coro de felicitaciones y sonrisas, hacia Julian. Los gemelos, Mateo y Mila, habían nacido en la noche del 13 de septiembre, bajo la luz de la luna llena, y habían traído consigo una alegría y una felicidad que llenaría sus vidas para siempre.
Luego de unas horas pasaron a Julián a una sala común de maternidad, y consigo sus bebés.
(...)
Enzo y Julian se miraron a los ojos, con lágrimas de alegría y gratitud, supieron entonces que su amor y su familia habían crecido de manera inimaginable en esa noche mágica. Los gemelos Mateo y Mila habían nacido, y nada volvería a ser lo mismo.
Una nueva vida comenzaba junto a ellos.
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