Capítulo 8: Problema jurisprudencial

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03 de diciembre de 2022

Sala de debates de la Suprema Corte Británica

Crowley desde siempre se proyectó siendo un prodigio, sobre todo, porque teniendo pocos años como magistrado, el círculo más honorable de magistrados británicos, a la cabeza de su mentor, Shadwell, decidieron de manera unánime que asumiera el puesto de Presidente de la Suprema Corte aún siendo joven.

De hecho, según la historia británica, él fue el presidente más joven en asumir tamaño cargo.

Ello trajo consigo una serie de pequeños y poco trascendentales intentos de sabotear su gestión. Se gestaron diversas normas en conjunto con un nuevo sistema de estructuración de procesos con respecto a los derechos de poblaciones vulnerables y delitos de corrupción en la gestión pública. Sin embargo, ciertas consideraciones e iniciativas legislativas que propugnaban por los derechos contra individuos de diferentes géneros no fueron aprobados, detrás de él seguía el estigma de lo nuevo y lo revolucionario y, desde luego, la envidia de sus colegas que con más experiencia habían quedado atrás en la lucha de poder, además de la presentación de proyectos que quedaron inconclusos y archivados en el camino.

Eso, sin duda, representó un verdadero dolor de cabeza para él, aunque fue confrontativo en todo momento. Su impunidad, se evidencia por tener especie de blindaje, pues la mayoría de magistrados mayores abalaban su postura. Mayores que bajo el estigma del peso del legado ancestral, comprendían que entre sangre no se podían hundir entre ellos.

Crowley no se molestó en ahondar el por qué no tuvo tantos problemas durante su gestión, porque lo asoció con lo buena que fue y eso siempre fue suficiente para él.

Entonces, sus opositores jamás pudieron contra él. No hasta ahora.

El tintineo de su teléfono lo sobresaltó. Newton, su asistente, estaba esperándolo con un sobre entre sus manos. Le dijo que era urgente.

Crowley hizo un movimiento con las manos, haciéndole entender que luego lo vería. Lo que más le inquietaba es que su rubio asistente no había dado señales de vida en el teléfono.

Llegó su turno, todos sus colegas lo observaron atentos, pues lo que saliera de la boca del que alguna vez fue el más alto parangón de la Suprema Corte, nunca iba a pasar desapercibido.

La razón por la que con mucho ahínco había solicitado esta reunión era para poder abrir un debate sobre una reforma ante la ley de protección de seres m-preg. La proposición de cambio de categoría a seres humanos era importante, probablemente podría originar algunos rechazos, pero confiaba en que algunos recados y favores pudieran cobrarse de plano para que esto saliera a la luz.

Estos días no había podido dormir frecuentemente, sabía que el que había pagado por el nacimiento de su hiperfoco vacilante era Newton. Había devorado una sala completa de expedientes, libros y sentencias que pudieran apoyarlo en cada uno de sus argumentos.

En definitiva, intentaba muy en el fondo lograr que ese rostro abatido y triste de su belleza rubia, pudiera cambiar a uno de color y tierno como él lo había visto por primera vez.

"¿Quieres decir que los seres m-preg pueden tener nuestras mismas condiciones, al igual que una mujer humana? ¿No crees que solo son casos aislados?" El Dr. Miguel apuntó un par de cosas en su portafolio y se removió en su asiento. Crowley por su parte, alzó una ceja, sabía que aquel jurista iba a abrir su bocota. Siempre había sido un acérrimo contendiente, desde que le ganó el puesto de presidente en aquellos lejanos años. "Si se aprueba el reglamento con el texto, el gobierno tendrá que destinar muchos recursos. Se tendrán que crear políticas públicas, modificaciones en las leyes penales y civiles. ¿Tú te encargarás de eso?"

ꜱᴇɴᴛᴇɴᴄɪᴀ ᴅᴇ ᴀᴍᴏʀ │ ɢᴏᴏᴅ ᴏᴍᴇɴꜱ ᴀᴜ │ᴀᴢɪʀᴀᴄʀᴏᴡDonde viven las historias. Descúbrelo ahora