22

382 34 8
                                    

Gia se despertó bien entrada la mañana y, cuando bajó a desayunar, la casa estaba extrañamente tranquila. Sin Ana, todo había adquirido un color diferente.

Salió descalza al porche y caminó por la hierba mientras sostenía una taza de café. Las hamacas meticulosamente ordenadas con sus respectivos cojines de rayas se agrupaban en un extremo de la finca formando una fila recta, perfecta. Observó un farolillo de madera que colgaba de un saliente del tejado. La brisa matutina golpeaba las ramas de un sauce y caminaba hacia él. Se tumbó bajo ellas y el sol la aturdió durante un buen rato. Cuando despertó el café estaba frío y le dolía un poco el estómago. Se encaminó a casa y fue directo a la cocina.

La idea de Daniela que había compartido el día anterior la ponía algo nerviosa. Grabó sus palabras mientras volvía a calentar el café.

–Quéjate. No estés todo el santo día dando las gracias por todo lo que hace por ti. Olvídate durante la semana que estés en casa de tu papel de sumisa y actúa como una novia normal.

Se ruborizó al recordar aquella palabra “novia”. Resultaba hasta difícil decirlo en alto.

–Novia…

–Es un plan sencillo, pero a ti te va a costar conociéndote –había dicho ella–. Se trata simplemente de sentirte de una vez parte de este lugar y actuar como tal. Si me pongo enfermo, ¿qué piensas que haría? –Daniela había cambiado el tono de voz–. Oh, gracias, mi señor. Gracias por sus cuidados.

–No sé si seré capaz…

–Escucha. Es una gran oportunidad para saber qué piensa o siente por ti. Ellos nunca, jamás, juegan sus roles cuando estamos enfermos. Se quitan la máscara y son normales. Son pocas veces las que respetan esa parcela de nuestra vida, por eso es tu oportunidad.

En aquel momento recordó el modo de actuar de Taehyung frente a Ana cuando terminó su castigo.

–Gia, son como soldados, los educaron así. Por eso para ellos es natural modificar su conducta frente a ciertas situaciones. Un castigo, una enfermedad… Da igual. Normalmente cuando nos pasa la primera vez no nos damos cuenta, o simplemente los vemos más condescendientes, más amables y cariñosos. Tienes la oportunidad de tantearlo ahora. Si pides amor, te lo va a dar. Y si no te lo dice es porque no te quiere lo suficiente aún. La cuestión es si quieres saber la verdad o decidirás seguir esperando un poco más.

Se llevó la mano al estómago y respiró profundamente. Miró la hora en el bonito reloj de la pared y sintió el motor de un coche.

–¡Ya llegó!

Salió disparada escaleras arriba, entró en la habitación, cerró la puerta y se metió en la cama. Se tapó con el edredón y trató de recuperar el aire. Oyó la puerta del garaje; los engranajes crujían pausadamente. La puerta de comunicación a la casa rechinó y percibió sus pisadas pausadas.

«Respira. Respira… Estás enferma. Se una novia. Una chica normal enferma».

Al oír la puerta no se volvió. Estaba enterrada bajo la manta como un gusano. Sintió el peso de su cuerpo y apartó la manta. Ella se giró haciéndose la adormilada.

–Recibí tu mensaje. ¿Cómo estás?

Sólo necesitó escuchar aquella pregunta para darse cuenta de que Daniela tenía razón. La inflexión de su voz había cambiado.

–Un poco mejor.

–¿Has tomado las pastillas que le pedí a Daniela que te diera?

Ella se incorporó un poco y sonrió.

–Sí. Antes bajé a desayunar algo y lo hice.

Apoyó la cabeza en sus rodillas y se hizo un ovillo. ¿A qué olía aquel hombre? Podría enumerar cada fragancia sin titubear. Su perfume era dulce, pero su piel lo llenaba de un matiz muy particular; más suyo. Y siempre se echaba alguna crema en las manos con un toque a lavanda. Muy tenue, apenas perceptible a menos que metieras la nariz en las palmas y aspiraras; justo lo que estaba haciendo ella en aquel momento.

OBEDECE [KTH+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora