Capítulo 15

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Sentada en una mesa bebió su jugo en silencio observando la hora en su celular. Ha perdido la noción del tiempo, pero no tiene muchos ánimos de ir a su departamento y encontrarse con su hermano y su "te lo dije". No puede sacarse de la cabeza la imagen de Luciano besando a esa mujer, y recordarlo la hace sentirse peor, más cuando no hay ningún compromiso de él hacia ella.

Sonrió, la verdad es que es una tonta, por momentos se imaginó cosas que no lo eran como tal, por momentos creyó que tal vez en un remoto lugar del corazón aquel idiota sentía algo por ella, pero no fue nada más que producto de equivocadas conclusiones de su parte. Cerró los ojos unos instantes intentando controlar el nudo que siente en su garganta ante el golpe de realidad que recibió como una bofetada en su cara al ver ese beso.

—No debo olvidarme de que soy su editora, nada más que eso —se dijo así misma culpándose de olvidar lo principal, nunca involucrarse sentimentalmente con sus clientes.

—¿Sayen? ¿Estás bebiendo? —escuchó una voz y al voltear se encontró con el serio rostro de Carlos, su expresión parece más severa que lo usual por lo que la mujer rehúye su mirada al sentirse reprendida, aunque no entiende el por qué.

—Para mí mala suerte solo bebo jugo —sonrió con amargura mostrándole el vaso de jugo de naranja—. No puedo beber, ando conduciendo.

Carlos pensaba preguntarle si estaba bien o no, pero prefirió guardar silencio, Sayen no parece tener muchas ganas de iniciar una conversación. Se sentó a su lado y pidió un café. Mientras la camarera se alejaba contempló el serio rostro de Sayen perdida en sus pensamientos.

—De todas formas, beber no te ayudará en nada —agregó sin dejar de mirarla.

La mujer se levantó de golpe molesta, aunque sabe que tiene razón, pero luego volvió a tomar asiento al darse cuenta lo irrespetuosa que se estaba comportando con quien no tiene ninguna culpa con lo que le pasaba. Se sentó desviando la mirada hacia el paisaje de los ventanales. Le trajeron el café a Carlos y el ruido de la cuchara le llamó la atención y se sintió turbada ante la sonrisa de aquel hombre que usualmente es muy serio.

—¿Qué pasa? ¿Por qué sonríe? —preguntó levemente desconfiada.

Carlos bajó la mirada a su café y se rio con suavidad.

—¿Sabes que cuando estas molestas arrugas la nariz como un perrito rabiando? —exclamó, y fue extraño escuchar esas palabras con la gruesa voz de aquel hombre.

Sayen lo contempló anonadada ante la risa de Carlos ¿Lo dice en serio o solo se burla de ella? No es usual de él reírse de los otros, aunque tampoco es que se ría, solo sonríe sin dejar de mirarla.

—¿Me estás diciendo que tengo cara de perra? —la mujer alzó sus cejas, pero la leve sonrisa que se dibujó en su rostro antes de echarse a reír fue claro que lo agregó en son de broma.

Se rio junto con ella, y por unos instantes dejo de reírse para sonreír al ver a Sayen con su acostumbrada actitud, no entiende que le habrá pasado antes, pero se siente mejor al verla más alegre y tranquila.

En la puerta del local Luciano los contempló en silencio, no supo que pensar. Acababa de dejar a Natalia en su casa y caminó para despejar su cabeza hasta que vio el auto de Sayen estacionado fuera de ese lugar. Pero Felipe estaba equivocado, no ve a Sayen dolida, ni triste, se ve tranquila y risueña, suspiró aliviado, aunque en su interior se siente decepcionado por creer algo que no era así, retrocedió evitando que Sayen lo notara y salió del lugar.

—Vamos, come algo, yo te invitó —indicó Carlos cuando la mujer había dejado de reírse.

Pero por un instante le pareció ver a Luciano a lo lejos y confundida lo buscó sin embargo ya había desaparecido, tal vez solo había sido su imaginación, no puede creer que su cabeza le juegue de esa forma ¿Es que aun ese beso sigue perturbándola al nivel de hacerle creer que aquel escritor esta en este lugar? Eso no es así, de seguro él ahora debe estar con esa mujer. Con lo bonita y elegante que era es seguro que ni loco la dejaría por irse corriendo detrás de su editora a la que no le debe ninguna explicación de su vida privada.

—¿Pasa algo? —le preguntó el hombre de cabellera oscura.

—No, nada, solo pensé que vi a alguien conocido —indicó sonriendo nerviosa.

—¿Pedirás algo? —Carlos la miró preocupado.

—Sí, unos panqueques con manjar —sonrió aun confundida por la visión.

————o—————

Luciano conduce de vuelta a su hogar, sus pensamientos saltan de un lugar a otro, Felipe había confundido las cosas y por un momento lo hizo dudar, no sabe si es un alivio o no el ver que Sayen no parece estar interesada en él pues se veía muy risueña y feliz con ese otro hombre ¿Cómo es que se llamaba? ¿Carlos? No lo recuerda bien, pero en todo caso no es su asunto.

Sin embargo, detuvo su vehículo apoyando sus sienes sobre el volante, el impulso de volver es más fuerte, si o si debe hablar con Sayen, no sabe de qué ni por qué, pero no puede esperar. Giró el automóvil devolviéndose a la cafetería y entró bruscamente siguiendo su impulso, sin pensar en nada más. Sin embargo, no está ni Sayen ni aquel hombre que la acompañaba.

Dubitativo se quedó en silencio mientras los comensales lo contemplaron con sorpresa y curiosidad. Retrocedió y salió subiéndose a su auto. Tomó su celular y busco el número de Sayen, pero se detuvo y levantó la cabeza suspirando ¿Que puede hacer? ¿Qué debe hacer en esta situación? ¿Por qué su corazón late de esa forma y siente dolor de panza?

Condujo sin rumbo fijo dejándose llevar por pensamientos confusos, porque le duele, porque siempre esa misma odiosa sensación que sintió cuando Natalia tomó ese avión y lo dejo ahí con su anillo de bodas rechazado. ¿Por qué otra vez? No, no era la misma ansiedad, a Natalia la amaba, a Sayen recién la está conociendo, pero aun así teme, tiene miedo. Se detuvo y suspiró, al darse cuenta notó que estaba en frente del edificio de Sayen. Titubeó antes de descender, entró a la recepción e incómodo preguntó por ella.

Durante el tiempo en que el conserje se comunicaba su corazón enloquecía.

—La señorita no está, pero su hermano dice que le deje el mensaje.

Arrugó el ceño, sabe que Nahuel, el hermano de Sayen, no le entregaría por ningún motivo un mensaje de él a su hermana. Observó el reloj y respondió que no era necesario que el volvería más tarde. Pero no lo hizo, se quedó ahí en su auto, no quería volver a casa no se sentía bien con dejar las cosas así e irse, necesita disculparse con Sayen. Tampoco a casa de Felipe en donde él ya tiene sus propios problemas. Comenzó a llover y extrañado miró a través del cristal de su vehículo. Y sintió frio, pero no quiso poner la calefacción para no gastar la batería de su auto, cerró los ojos, se durmió, y la fiebre como una maldición lo volvió a atacar, agobiado abrió los ojos cuando alguien golpeó la ventana de su lado. Ya es de noche, sigue lloviendo y tiembla con escalofrió.


Sayen lo contempla preocupada, quiso decirle algo, pero Luciano solo alcanzó a bajar el vidrio antes de desplomarse inconsciente.

El secreto de LucianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora