Luciano despertó de un salto, el sol entra por su ventana a pesar de las gruesas y oscuras cortinas, se destapó de golpe y al intentar levantarse se sintió mareado colocando su mano en su rostro y desperezándose. Luego abrió los ojos recordando que Sayen estaba en su casa, tal vez la mujer había dormido en el sofá, no recordaba si le invitó a dormir en otra de las habitaciones y se molestó por su falta de cortesía.
Se vistió con rapidez y bajó las escaleras sintiendo el aroma a café recién hecho. Su sorpresa fue mayor al encontrar a Felipe, solo, sentado en la cocina revisando su celular con desgana. Alzó los ojos y sonrió con esfuerzo entendiendo la desilusión de Luciano que intentó disimular sin éxito.
—Buenos días —le habló mientras el escritor terminaba por bajar las escaleras.
—¿Y Sayen? —preguntó Luciano desviando la mirada.
—Tuvo que irse temprano, hoy su hermana menor llegaba al aeropuerto así que debía recogerla, la fui a dejar a su departamento y volví —tomó un sorbo de café—. ¿Pasaron una buena noche?
Sonrió con una malicia que descolocó a Luciano quien carraspeó como respuesta.
—Me la pasé con fiebre... como un idiota —suspiró sintiéndose un tonto de solo recordarlo.
Felipe lo miró sorprendido, tal vez sus palabras no han dicho mucho pero conoce lo suficiente a Luciano para notar que se siente decepcionado por no encontrar a Sayen y ya no se refiere a ella como "la mujer loca".
El timbre de la puerta principal interrumpió el silencio que se había apoderado de ambos.
—¿Otra vez dejaste la reja abierta? —murmuró Luciano entrecerrando los ojos con severidad.
Felipe solo levantó sus hombros sonriendo.
—Tal vez Sayen olvidó algo o decidió volver —habló y en cierto modo notó que la seria expresión de Luciano cambiaba a ansiedad.
Controlando sus impulsos abrió la puerta, pero aquella vivacidad que había invadido sus ojos se borró y su rostro volvió a colocarse tan adusto como antes.
—Natalia —indicó arrugando el ceño—. Ya te dije que nuestra conversación había acabado, que entre nosotros no hay nada, además que yo...
—No tengo a donde ir —lo interrumpió avergonzada y dolida.
En ese instante notó la maleta roja que había en el piso.
—Natalia —titubeó—. Yo no...
Pero en ese instante la mujer se desvaneció y antes de que cayera al suelo Luciano logró sostenerla en sus brazos. Felipe lo quedo contemplando preocupado y el escritor alzó la mirada buscando una respuesta que no encontró.
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Sayen luego de llegar a su departamento se vistió con rapidez intentando levantar a su hermano que solo se tapó la cabeza con las mantas y se quejó de que no lo dejaba dormir. Cruzó los brazos molesta pero no tenía tiempo para darle un sermón. Salió con rapidez casi a punto de darse un golpe con Carlos que iba en dirección a su departamento.
—Carlos —sonrió la mujer de la impresión—. ¿Venías hablar conmigo?
—Si estás muy ocupada lo dejamos para otra ocasión —habló seriamente.
—Voy a buscar a mi hermana menor al aeropuerto, si quieres puedes acompañarme y hablamos en el camino —Sayen comenzó a caminar.
No le respondió, aunque titubeó eso fue algo que Sayen no vio, va tan apurada que no notó aquel gesto, solo se dio cuenta que Carlos camina detrás de ella para alcanzarle el paso.
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El secreto de Luciano
RomantizmSayen, una eficiente y trabajólica mujer, es contratada por la editorial C&I para encargarse de Luciano Alcaraz, el escritor más famosos de novelas románticas. Pero aquel que se muestra como el hombre perfecto esconde un secreto, quien se presenta c...