Capítulo 21

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—Entonces debes buscar la forma que no se note la falta de ese párrafo —habló con seriedad, Sayen, anotando unos apuntes en las hojas que sostiene en sus manos.

No puede evitar mirarla con otros ojos, viéndola con ese traje, con esa falda, las piernas cruzadas, y el cabello tomado y usando un par de anteojos mientras escribe sin sonreír. Detiene su mirada en sus labios y ve como entreabre la boca respirando mientras está concentrada en su trabajo.

—Ok, no hay problema —respondió Luciano en forma cordial, entrecerrando sus ojos sin dejar de pensar en cómo desearía sentir el aroma de esa piel o el sabor de esos labios de los cuales no puede quitar la vista—. Aunque no estoy de acuerdo, siento que eso le da un toque de misterio a la trama.

—A mí no me parece —enarcó sus cejas con expresión severa fijando sus ojos en él.

—¿Quiere pelear por eso, jefa? —habló en tono desafiante.

Sayen levantó las cejas al escuchar que la llamaba "jefa" viendo la sonrisa maliciosa en el rostro de aquel hombre que esta vez no lleva su usual aspecto desordenado con que la recibía cuando tenían que trabajar, viste bien, con el cabello peinado, y la camisa desabotonada, pero que le da un toque fresco, y claro la relación actual entre ambos es distinta.

—Huele bien tu nuevo perfume —señaló Luciano levantándose de su asiento y sentándose a su lado— ¿Lo estás usando por mí?

No pudo evitar sonrojarse y desviando la mirada lo negó ¿Cómo pensaba eso? Aunque es un nuevo perfume, pero no lo está usando por él ¡Claro que no! Aunque al sentir como se acerca y huele su cuello la hace sentirse más nerviosa, siente inevitables cosquillas en todo su cuerpo.

—Claro que no, yo... solo quería probar este nuevo aroma y... —lo apartó intentando excusarse, más cuando sintió sus labios besarle un cuello con suavidad.

—A mí me gusta —susurró tomándola del mentón y acercándose a su rostro.

—Luciano... tenemos que terminar el trabajo —tartamudeó intentando mantener el tema de trabajo y amor por separados, si no va a perder su sentido de la profesionalidad.

—Es un break —y dicho esto la besó hasta acostarla en el sofá y subiéndose encima.

Le mordió el cuello con suavidad, deslizando su mano a la cintura de Sayen, haciendo que la mujer se olvidará del trabajo y se dejará llevar por las caricias, por la calidez desconocida que siente, por ansias de seguir disfrutando sus besos y aquellas fuertes manos que la sostienen. Pero la puerta principal se abrió con brusquedad, haciendo que ambos se incorporaron de inmediato.

—¿Felipe? —Luciano arrugó el ceño sin entender la actitud de su amigo, más por la expresión de su rostro, si hace unos días se veía tan feliz al saber que había empezado una relación con Sayen ¿Por qué ahora los interrumpe de esa forma?

El tenso semblante de Felipe lo intriga, sin encontrar razón lógica para su actitud.

—Siento interrumpirlos —respiró fatigado y es claro que había llegado corriendo—. Pero tu abuelo viene en camino hacia acá. Lo vi cuando conducía y tuve que adelantarme para avisarles. Debo llevarme a Sayen de inmediato antes de que él la vea.

Sayen los observó sin entender. Luciano y Felipe se observaron en silencio y en forma severa, es claro que al primero no le gustó la idea de esconderla ¿Por qué debe hacerlo? Es como si sintiera vergüenza por tener una relación con ella cuando la verdad es que se siente muy orgulloso por estar con Sayen, y no piensa esconderla de su abuelo.

—Debo llevármela, no permitiré que ese viejo le haga daño a Sayen, conoces su lengua mordaz para entender a lo que me refiero —habló Felipe entendiendo sus intenciones.

—¿Y tú crees que yo sí voy a permitirlo? —Luciano alzó ambas cejas dándole la espalda impaciente.

Pero antes de que Felipe le contestara, los golpes en las puertas los interrumpieron. Hubo un momento de silencio antes de que otros golpes los hicieran reaccionar. Luciano se levantó de mala gana y abrió la puerta con cara de pocos amigos esperando encontrarse al personaje ya anunciado.

Un hombre viejo, de aspecto severo y que camina ayudado con un bastón, entró sin ser invitado, seguido por un hombre serio, de cabellos oscuros, sin saludar. Incómoda, Sayen solo procuro mantenerse en su sitio mientras Luciano arrugó aún más el ceño ante la presencia del anciano.

—¿Qué buscas aquí? —habló el escritor interrumpiendo el silencio.

—Noticias —respondió el viejo hombre, observando con frialdad el rostro de todos los presentes—. Me dijeron que ya has elegido novia, luego de tanto tiempo que lloraste a esa chica que te dejo por otro, sentí curiosidad por ver de quién se trataba esta vez.

—No es tu asunto —Luciano agregó con voz seca—. Ahora si me disculpas tengo muchas cosas que atender y...

—No creo que un simple escritor tenga tantas cosas pendientes para no atender a su abuelo —le habló con desprecio.

Sayen se mordió los labios al escucharlo decir "simple escritor" ¿Que acaso desconoce la popularidad y ventas de Luciano? ¿O los premios que ha ganado en competencias internacionales? Quiso decir algo, pero Felipe, dándose cuenta de sus intenciones, le sostuvo del brazo moviendo la cabeza indicándole que mejor es que guardara silencio.

—No me digas que esta mujer, tan poca cosa, es tu novia —habló de repente fijando sus ojos azules en el rostro de la sorprendida y molesta joven al escuchar que hablaba de esa forma de ella.

Sayen arrugó el ceño, pensaba decir algo, pero guardo silencio, solo mirándolo con expresión adusta, siguiendo el consejo de Felipe, que permanece a su lado con actitud defensiva.

—Por su piel cobriza y sus ojos almendrados parece ser descendiente indígena —habló en forma despectiva—. ¿Su familia es dueña de terrenos o algo así? No voy a creer que hayas caído bien bajo para meterte con una mujer indígena que no traiga beneficios para nuestra familia.

La joven estaba a punto de hablar cuando Luciano se puso delante de ella.

—No le hables de esa manera —interrumpió con brusquedad tomando la mano de Sayen—. Como siempre no tienes idea de nada, Sayen es una mujer increíble, pero tú no lo ves porque vives enceguecido de avaricia, si fuera parte de una familia adinerada estarías alabando aquellos ojos almendrados que te das el derecho de despreciar. No dejaré que le hagas lo que le hiciste a mi madre. Sal de mi casa.

—Tu madre y tú, el castigo de un hijo fuera del matrimonio, si tu padre hubiera hecho lo que le dije, no hubiera tenido ese problema. Pero está bien, esta vez dejaré que hagas lo que le prohibí a él, puedes jugar con esta mujer hasta que te canses, serás lo bastante inteligente para darte cuenta de que tengo razón.

—Sal de mi casa —Luciano apretó los dientes abriendo la puerta.

—Por ahora me retiraré, pero volveré —habló en tono amenazante.

—Ni se te ocurra —entrecerró los ojos controlando su rabia.

Dio un portazo, apenas salió y colocó su sien en sus manos, pero pronto levantó la mirada, hacia Sayen quien desvió la suya con cierta sensación de desagrado.

—¿De verdad solo jugarás conmigo? —le pregunto dolida por toda la situación que acaba de pasar, a pesar de que Luciano la defendió, no olvida las ofensas dichas por aquel anciano.

—No digas eso —la tomó de ambas manos—. No dejes que las palabras de ese viejo te hagan creer cosas que no son ciertas.

—Pero...

—No repetiré la historia de mi padre —cerró los ojos—. Eso es algo que te prometo.


Sayen se quedó mirándolo con preocupación, notando la dolida expresión de Luciano, no conoce del todo sobre lo que pasó entre su padre y su madre, y que por causa de su abuelo ella falleció y su papá lleva cargando el peso de una enfermedad y la culpa de ese pasado. Quisiera entender lo que fue capaz de hacer ese hombre por ambición, pero lo peor es que si fue capaz de hacérselo a su propio hijo no parara por su nieto.

El secreto de LucianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora