Insistentemente, alguien golpeó la puerta. Sayen levantó un poco la cabeza y luego, murmurando maldiciones, se envolvió en las sabanas y siguió durmiendo. Pero los golpes volvieron a retumbar por el pequeño departamento. Podría ser el idiota de su hermano que ya ha causado problemas en el edificio en donde se fue a arrendar y lo han echado. Es de verdad molesto. Se restregó los ojos mirando la hora, son las 2 de la madrugada.
Se estiró antes de salir de la cama y caminar un poco desorientada hacia la puerta sin despertar del todo. Los golpes se volvieron a sentir con fuerza, refunfuñó molesta por la impaciencia de quien podría estar al otro lado ¿Es que acaso no ve que horas son?
—¿Sí? —preguntó desde adentro de mala gana sin abrir la puerta.
—Soy Luciano... —su voz sonaba extraña, por lo que Sayen titubeó apoyando su espalda en la puerta. En todo el día no ha aparecido más que aquel escueto mensaje que le envió y ¿Ahora aparece a estas horas golpeando su puerta? Abrió la puerta antes de suspirar y arrugó el ceño, preocupada.
El hombre, despeinado, con el cuello de la camisa mal abotonado, la observó con fijeza. Sus ojos se detuvieron en los suyos como si quisiera decirle algo, pero no hubo palabras entre ambos.
—Pasa —señaló Sayen sin decir más palabras.
Luciano intentó caminar bien, pero se tambaleó casi cayendo al suelo, siendo sostenido por la mujer, quien no dejaba de mirarlo intranquila. Le tocó la frente dándose cuenta de que tiene fiebre. Le extraña que siempre viva aquejado de aquello. Le preocupa, pero él ya antes le ha respondido que desde niño siempre había sido muy enfermizo y muchas veces pasó hospitalizado y debido a eso ahora adulto se enferma con facilidad.
Lo acomodó en el sofá y se inclinó a la altura de sus rodillas hasta que sus miradas se juntaron. Luciano entrecerró los ojos dolido y arrepentido por lo confundido que ahora se siente por sus sentimientos hacia la mujer que tiene frente sí. La quiere, tal vez la ame, pero la imagen de Natalia intenta revivir las cenizas de una llama que pensó que ya estaba completamente consumidas.
Sayen preocupada le acarició el rostro y levantándose fue a buscar algún paño limpio que pudiera remojar y colocar en su cabeza. Le dio un paracetamol y con ello se quedó dormido sintiendo como la mujer acariciaba su cabello tal y como lo hacía su madre cuando yacía enfermo en su cama.
Y soñó con ella, con su suave canción de cuna y cuya voz se mezcló con un triste cantar de Natalia, una melodía extraña y perturbada que terminó cuando el rostro de Sayen apareció frente a sus ojos y le sonrió con dulzura, pero poco a poco se comenzó a desvanecer dejándolo solo en la oscura soledad que lo rodeaba.
Dio un salto y despertó ante la expresión preocupada de su novia que no deja de observarlo.
La besó sin pensarlo demasiado, y aquel suave besó pasó en un instante a ser un beso apasionado, desesperado, confundido, y le dolió cuando él la mordió sin cuidado porque confuso en sus sentimientos confundió sus labios con otros, y aquello que le gustaba a quien perturbaba sus pensamientos no era lo mismo que le gusta a quien tenía frente de sí.
—Lo siento —se disculpó bajando la cabeza.
—Estoy bien —señaló Sayen intentando sonreír, la mordida le ha dolido, sin embargo, no supo si la inquietud que sintió fue por esa causa o porque no entiende lo que pasa con Luciano—. Creo que será bueno que sigas durmiendo, mañana hablaremos y...
—Quiero pasar la noche contigo —la interrumpió Luciano con tal seriedad en su rostro que la inquietó aún más.
—No entiendo qué quieres decir —le preguntó confundida porque aún no se quitaba de encima la extrañeza que siente al notar que Luciano está actuando distinto.
—Quiero hacer el amor contigo —fijó su mirada en ella.
Estupefacta, Sayen no tuvo palabras que decir. Será su primera vez y no sabe si esta es la forma como quisiera. No muy segura de lo que decidirá, se sentó en el sofá al lado de Luciano. Titubeante nota su mirada inquieta y le duele no poder entenderlo. Por otro lado, claro que quisiera estar con él, pero a pesar de ya tener treinta años nunca en su vida ha estado con un hombre, hay algo en él que le preocupa.
—Sayen... —habló casi suplicante. Tampoco él sabe por qué se lo pide en este momento, si se juró nunca presionarla, sabe que no tiene experiencia y por ello es muy probable que lo rechace. Si es así, no le insistirá, simplemente porque no quiere tener relaciones obligándola a ello.
—Está bien, solo sé paciente conmigo —susurra Sayen, y aunque hay miedo y preocupación en su mirada, también hay seguridad y ansiedad.
Luciano, serio y tan preocupado como ella afirmó con la cabeza. Pero sus inquietudes son por el miedo de lo que puede sentir al tomarla, al tenerla entre sus brazos. Tiene miedo de sentir que aquella otra mujer sigue ocupando un espacio que no es justo. Aprisionó a Sayen contra su cuerpo y tomándola de la nuca, la acercó a sus labios como si inconsciente quisiera evitar que huyera de su lado. Recorrió su cuello para la satisfacción de la mujer y luego la levantó en sus brazos llevándola a su habitación.
Y la tuvo en sus brazos, desnuda, en una entrega mutua, en una confianza en la cual tuvo miedo de sostener, pero sus dudas se disiparon a la cúspide del éxtasis, al sentirla suya se juró jamás dejarla ir, ante su rostro agitado la besó con cariño y la mujer le sonrió cohibida ante aquellas nuevas sensaciones.
Respiró con tranquilidad contemplando ahora el rostro dormido de Sayen. La cubrió cariñosamente con las mantas de la cama y besando su frente salió a la sala para tomar algo que le refrescara, afuera la Luna enorme observaba curiosa la expresión de calma de su rostro. Y el fantasma de su pasado se disolvió como el hielo en su vaso de agua.
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El secreto de Luciano
RomanceSayen, una eficiente y trabajólica mujer, es contratada por la editorial C&I para encargarse de Luciano Alcaraz, el escritor más famosos de novelas románticas. Pero aquel que se muestra como el hombre perfecto esconde un secreto, quien se presenta c...