Capítulo 28

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—Soy Dean, mademoiselle, es un gusto conocerla —habló el hombre dirigiéndose a Sayen, y aunque su tono suena cordial, hay algo en él que no le da confianza.

Como respuesta, la mujer le respondió el saludo con una leve inclinación de cabeza. Su presencia le provoca escalofríos a pesar de lo amable que se ve. Los ojos azules de Dean no dejan de mirarla con fijeza. Es un hombre guapo, más allá de lo que se hubiera imaginado, pero hay maldad en esa sonrisa, simplemente porque se da cuenta de que no es sincera.

Luciano no deja de contemplarlo con fijeza. Tiene sus manos empuñadas conteniéndose, y no es que su rencor solo sea por el hecho de que es el hombre con el cual Natalia se fue, abandonándolo, sino que es él mismo que viéndola enferma y desahuciada la dejo a su suerte, desechándola como si se tratase de cualquier cosa ¿Cómo alguien puede decir que ama a una persona y dejarla sola en el momento en que más lo necesita? Apretó los dientes, más cuando notó sus intenciones de acercarse a Sayen que aún sigue detrás de su espalda.

Se movió colocándose entre Sayen y el francés, para cortar el contacto visual que aquel otro hombre intentaba mantener con la mujer. Ante esta actitud del escritor, Dean sonrió con ironía.

—Calma, es linda tu noviecita, pero no soy tan cruel para dos veces quitarte una mujer —y dicho esto dejó fijo sus ojos sobre los ojos de Luciano, que arrugó el ceño y tensó su rostro.

—¿Vienes a ver a Natalia? —lo interrumpió con brusquedad.

—Vengo a finalizar los trámites de nuestro divorcio —respondió con sequedad e indiferencia, suspiró como si solo pensar en eso le causara fastidio.

Luciano contuvo sus puños, sus ganas de golpearlo, en él no ve ningún atisbo de preocupación por Natalia, por su agonía, por su dolor. Nada, como si no fuera el hombre que le juró amor arrebatándosela de sus brazos. Y sus recuerdos, el abandono de Natalia y sus arruinados planes de su futuro juntos retuercen el dolor e ira que siente.

—Sabes lo mal que está Natalia, ¿O acaso no sabes que fue desahuciada? —apretó los dientes al notar el semblante desinteresado del francés.

—Lo sé, pero no es tu asunto. Preocúpate mejor de tu gatita exótica en vez de meterte con la mía. ¿Estamos claros? —su tono amenazante no pasó desapercibido para el escritor.

Y sin esperar más, Dean siguió su camino. Luciano quiso decirle algo, quiso alcanzarlo y golpearlo, pero se contuvo al darse cuenta de lo preocupada que luce Sayen. Solo la rodeó con sus brazos.

—Vamos a casa —susurró a la mujer e intentó sonreír, pero la amargura de su rostro no pudo borrarla y otra vez el recuerdo de Natalia vino a perturbar su mente.

Sayen no pudo evitar pensar que al nombrar a Natalia y reclamarle por el abandono, sacándoselo en cara, su rencor es principalmente porque ese tipo es el marido de la mujer con quien estuvo a punto de casarse. Sintió dolor en su pecho, la presunción que en unos momentos volvió a su segundo lugar detrás de ella, de Natalia, y solo atinó a mover su cabeza y caminar con intranquilidad. Es claro que aun en él sigue viva cierta chispa de aquel amor hacia aquella mujer, y por ello empieza a sentirse insegura, más cuando su mirada evita el contacto con ella, como sintiéndose culpable de pensar en otra cuando tiene a su actual novia a su lado.

—¿Crees que podrías haber sido feliz si aquel hombre nunca se hubiera cruzado en tu camino? —le preguntó sorpresivamente.

No pudo ocultar su sorpresa ante la inesperada pregunta, quiso responder de inmediato que no, pero sabe que no será sincero. Esa es una pregunta que muchas veces se ha hecho y muchas veces se respondió con un seguro "Sí". Muchas veces pensó que si todo hubiera sido distinto hoy estaría junto a Natalia, que vivirían juntos en esa enorme casa, que serían felices. Sin embargo, ante la mirada dolida de Sayen no fue capaz de responder con la verdad.

—Es el pasado, no mi presente...

—Un pasado al cual sigues atado —señaló con amargura.

Tragó saliva porque sabe que tiene razón. Intentó decir algo, pero solo balbuceó palabras sin sentido. Guardó silencio. Haber visto a Natalia tan sola, tan desamparada, había despertado sentimientos que pensaba que habían desaparecido. Y pensar en ella estando al lado de Sayen no era justo. Durante la mañana estaba tan seguro de sus sentimientos hacia su novia, con ganas de dar vuelta la hoja y seguir adelante, pero al ver a Dean otra vez no podía sacarse a Natalia de la cabeza, de su pecho y peor aún, de su corazón.

Sayen desvió la mirada afligida por su silencio. ¿Por qué calla? ¿Por qué no lo niega con energía? ¿Por qué no le dice lo que ella ansia escuchar? Colocó el puño de su mano en su pecho, sintiendo que el corazón le estallaría en pedazos. Y dejó de respirar cuando los ojos enrojecidos de Luciano se posaron en los suyos. Apretó los dientes bajando la cabeza.

—Lo triste es que, aunque lo niegues, aunque finjas, no darte cuenta... —musitó la joven mientras las lágrimas brotaban de sus ojos—... tú aún sigues amando a Natalia.

Estaba a punto de darle la espalda e irse, pero Luciano sin siquiera pensarlo la detuvo de los hombros, si la deja ir sabe que la perderá, y su impulso lo empujó a detenerla. Ni siquiera dudo y cuando ella lo miró sorprendida, él no pudo borrar su propia sorpresa. Solo la abrazó con fuerza, dándose cuenta lo frágil que le pareció en ese instante, y cerró los ojos aferrándose a su cuerpo.

—Sayen... perdóname, perdóname, perdóname –repitió continuamente hasta que sintió que ella le devolvía el abrazo.

Aún se siente confuso por Natalia, pero el miedo que tuvo al tener el mal presentimiento de perder a Sayen le hace entender que es a ella a quien ama, Sin embargo, la espina se le presiona más y más en el corazón y tiembla tan solo de pensar lo que vendrá a futuro. Aquella que creyó al fin haber eliminado luego de su primera noche junto a Sayen había aparecido a torturarlo nuevamente al ver a Dean. "Un pasado al cual sigues atado" cuánta razón tiene.

El secreto de LucianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora