Sin embargo, no puede evitar sentirse decepcionada ante la resignación y actitud pasiva de Luciano. El verlo bailar con aquella mujer, con su prometida y darse cuenta lo bonita y elegante que es su "prometida" la hace sentirse insegura. Además, ella no deja de mirarlo con una leve sonrisa, tal y como por su parte si estuviera de acuerdo con su compromiso.
—Disculpe —señaló alejando su mirada del padre de Luciano y su hermana—. De verdad necesito respirar un poco de aire puro para despejar mis ideas.
Y sin esperar respuestas se alejó en dirección a uno de los balcones caminando con rapidez estando a punto de chocar con un grupo de personas, porque por sus ansias de huir por un momento su cabeza se perdió tanto en sus pensamientos que por momentos no fue capaz de notar la presencia de las otras personas que sonreían y comentaban ante la repentina noticia. Al llegar al balcón, Sayen respiró aliviada y con tristeza, observó el jardín bien cuidado con sus luces blancas que acompañaban a la enorme Luna llena.
—Soy una patética —pensó— ¿Qué hago aquí?
—No soy el único que ha huido de aquel viciado aire —escuchó una voz masculina con acento francés.
A pesar de que supo de quién se trataba no pudo evitar mirarlo sorprendida, aunque luego desvió la mirada con una leve molestia, aquel tipo era quien había abandonado a su mujer con cáncer, sabe que prejuzgar es malo, pero le es inevitable sentir cierta adversidad cerca de Dean, hay algo en él que no le gusta.
—La frescura del aire exterior no se compara con el aire encerrado del salón —señaló Dean apoyándose a su lado con la mirada fija en la Luna.
Sayen solo movió la cabeza sin responderle.
—Él es un idiota —agregó el francés arrugando el ceño, pero con la mirada aún fija en el cielo—. Sus mismos paradigmas forzados fue lo que provocaron que Natalia huyera de él.
—¿Qué quiere decir? —preguntó Sayen con desconfianza.
—A su abuelo no le gustaba que su futura mujer se dedicara a la música, por lo que Luciano le pidió a Natalia que abandonara su carrera —bajó la mirada—. Era un prodigio en el violín y ella amaba su música, pero al casarse debía abandonar todo eso. Fue difícil para ella tomar la decisión de dejarlo.
—Pero ustedes...
—No, yo nunca fui la excusa para que ella lo dejara. Yo solo volvía a mi país cuando Natalia me pidió que la alojara porque necesitaba ir a algún lugar. Ella lloró, sufrió mucho, ella lo amaba, pero él no fue capaz de entenderla —fijó su atención en el rostro de Sayen quien incómoda desvió su mirada.
Hubo un momento de silencio en que ambos parecían perdidos en sus propios pensamientos.
—Disculpa la pregunta, pero ¿Tú la amabas? —preguntó Sayen repentinamente.
Dean abrió los ojos con sorpresa y luego sonrió.
—Más que a mi vida misma —luego su rostro se ensombreció—. Pero siempre fui solo el segundo plato que nunca pudo ocupar el lugar del plato principal.
—Ella agoniza en el hospital y tú...
—Me hizo jurar que no la buscaría. Natalia terminó conmigo sin darme tiempo a nada, dejó nuestro hogar y se fue del país dejándome solo una carta. Ella me dejaba libre para que yo hiciera mi vida y que buscara a alguien que me amara. No sabía nada de su enfermedad y aún hoy no me atrevo a ir a verla porque me pedía que no la buscara —levantó su atención a la Luna.
Sayen guardó silencio. La verdad es que no sabe mucho de la historia de ellos dos, por lo que por cautela prefiere guardarse su opinión.
—Me decepciona que Luciano no haya cambiado nada, que no haya aprendido nada, y aún se deje manipular por su abuelo —se alejó del balcón—. Pensé que estaba vez mi estúpido exalumno iba a hacer lo contrario. Solo espero que no termines tan herida como termino Natalia. Con tu permiso.
ESTÁS LEYENDO
El secreto de Luciano
DragosteSayen, una eficiente y trabajólica mujer, es contratada por la editorial C&I para encargarse de Luciano Alcaraz, el escritor más famosos de novelas románticas. Pero aquel que se muestra como el hombre perfecto esconde un secreto, quien se presenta c...