4. Deseo de Candy - Parte 01

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DISCLAIMER: Los personajes de "Candy Candy" no me pertenecen, son propiedad de Kyoko Misuki e Yumiko Igarashi. Realizo esta historia con fines de entretenimiento y sin ningún ánimo de lucro. Sólo el ferviente deseo de liberarme de la espinita clavada en el corazón después de ver el anime y leer el manga. Por siempre seré terrytana de corazón.

DESEOS DE AÑO NUEVO © 2017 by Sundarcy is licensed under CC BY-NC-ND 4.0. Está prohibido la reproducción parcial o copia total de este trabajo.

Hogar de Pony, Illinois

31 de diciembre de 1919

Cuando llega el invierno y trae consigo la fría nieve que caracteriza la estación, es fácil sentirse abrumado por las vistas, los sonidos, además de las texturas que lo acompañan, y es que, el paisaje circundante se transforma enteramente cuando la nieve cae. Donde antes había una hierba pálida, ahora hay suaves e infinitas colinas níveas, mientras los otrora arbustos secos en el momento que se cubren con nieve, parecen vestidos con amplias joyas de marfil.

Las sensaciones que vienen con el invierno son memorables y bien conocidas para los que se han acostumbrado a ellas. Sin embargo, ya se trate de su primera nevada o su vigésima, a algunas personas nunca les deja de sorprender la forma en que los cristales congelados transforman los alrededores y solidifican el mundo, siempre sigue siendo una experiencia igual de inolvidable para ellos. Ése, precisamente, era el caso de Candy.

Contemplando todos los alrededores desde su querida colina de Pony, Candy se maravillaba como en cualquier temporada o estación, el solo escenario que se le presentaba desde este ángulo, sólo en esta parte del mundo, siempre era capaz de robarle el aliento.

¡Cómo amaba ella este lugar! ¡Cuánta paz y seguridad le otorgaban!

Al echar su cabeza hacia atrás y alzar sus ojos al cielo, una sonrisa se extendió en su rostro desde una pecosa mejilla a la otra, agradeciendo a Dios por haberle brindado la oportunidad de crecer en tan hermoso lugar, al lado de unas madres tan cariñosas y comprensivas como la señorita Pony y la hermana María. Ciertamente, fue muy afortunada en ese aspecto, ella creció con mucho amor como todos los niños del Hogar de Pony.

Tan perdida estaba con sus cavilaciones, que regresó bruscamente a su realidad con ese último pensamiento.

—¡Los niños!— exclamó, chocando la palma de su mano contra su frente y constatando preocupada que ya estaba anocheciendo. —¡Ya debería de haberlos hecho entrar!

Su único encargo había sido hacer entrar a los niños, pero apenas salió y sin pensarlo siquiera, se había dirigido a la colina de Pony, perdiéndose en sus pensamientos y olvidándose de todo. ¡Ella y sus distracciones!

Bajando la colina rápidamente, se dirigió hacia donde se escuchaban las risas de los niños, casi todos estaban reunidos en el mismo lugar, todavía en pleno juego.

—¡Candy! ¡Qué bueno que vienes!— dijo entre respiraciones agitadas Henry, el mayor de todos. —¡Llegas justo a tiempo! Íbamos a llamarte para que vengas a jugar con nosotros en una guerra de bolas de nieve. ¿Qué dices?

—¡Sí, Candy! — respondieron los demás niños con igual ánimo, acercándose más a ella. —¡Juguemos contigo!

—Ya es muy tarde para seguir jugando. — se excusó con pena. —Tenemos que entrar ahora.

—¡No, por favor! Quedémonos un rato más— rogó Henry, haciendo un puchero. Viendo a sus queridos compañeros de juego, cuestionó. —No estamos cansados, ¿verdad?

Esa pregunta fue prontamente secundada por los demás. Candy agrandó sus ojos sorprendida, suponía que como habían pasado jugando mucho más de lo normal, deberían estar completamente agotados, pero ninguno se veía cansado.

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