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El sol apenas se colaba por las ventanas de los pasillos de la secundaria

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El sol apenas se colaba por las ventanas de los pasillos de la secundaria. Kim Minji caminaba con su chaqueta de cremallera negra, apenas ajustada sobre el uniforme desarreglado. Un curita sobre su ceja izquierda y otro en la barbilla adornaban su rostro, marcas de peleas pasadas. A su lado, sus dos fieles seguidoras la seguían, riendo con malicia mientras miraban a los estudiantes que pasaban con la cabeza gacha, evitando cruzar miradas con ellas.

—¿Qué tenemos aquí? —dijo Minji, deteniéndose en seco al ver a Danielle Marsh caminando hacia ellas. El contraste entre ambas era palpable: Danielle iba impecable, el jersey de marca bien puesto, el cuello de su camisa del uniforme visible, y la corbata perfectamente ajustada. Todo en ella gritaba perfección, dinero, y poder.

Danielle alzó una ceja, deteniéndose frente a Minji sin apartarse. No le temía, y eso irritaba a Minji más que cualquier otra cosa.

—¿Otra vez buscando problemas? —dijo Danielle con voz calmada, como si fuera una formalidad más que una provocación. Los estudiantes alrededor las miraban de reojo, sabiendo que un enfrentamiento entre ellas era siempre un espectáculo digno de ver.

Minji se acercó, con una sonrisa torcida en el rostro, mientras sus amigas se ponían a sus espaldas. —No tienes idea de lo que es buscar problemas, Marsh. —dijo, bajando la voz lo suficiente para que sólo Danielle la oyera—. Pero puedo enseñarte, si quieres.

Danielle no retrocedió ni un milímetro, sosteniendo la mirada de Minji con frialdad. —No me interesa jugar a tus jueguitos. Pero si necesitas recordarme quién está arriba, adelante. No cambiará nada.

Por un momento, las dos se quedaron en silencio, mirándose intensamente. A su alrededor, los murmullos de los estudiantes aumentaban. Algo en la tensión entre ellas era distinto esta vez. No solo era odio... había algo más, algo que ni Minji ni Danielle sabían cómo nombrar aún, pero que las mantuvo atentas a cada pequeño gesto de la otra.

Minji, sin decir una palabra más, soltó una carcajada, pero su sonrisa no alcanzaba sus ojos. —Lo que digas, princesa —dijo, dándose media vuelta mientras sus seguidoras la imitaban, aunque lanzaban miradas hostiles a Danielle.

Danielle se quedó quieta, viéndola marcharse, pero por primera vez, no sintió el habitual alivio después de una confrontación con Minji. En lugar de eso, un nudo se formó en su estómago, y no podía explicar por qué.

El reloj marcaba las dos de la tarde cuando Danielle Marsh salió del aula, ajustando su corbata y asegurándose de que su jersey estaba en su sitio. El uniforme siempre impecable era parte de su escudo, una barrera que mantenía el desdén de los demás a raya. O al menos, lo intentaba.

El pasillo estaba casi vacío, pero eso no significaba que estuviera sola. Desde la esquina opuesta, el eco de los pasos inconfundibles de Kim Minji resonaba. Danielle sintió su estómago hundirse. Era una rutina. Cada día, sin falta, Minji y su grupo la seguían, buscando cualquier oportunidad para hacerle la vida imposible. Ella nunca reaccionaba, nunca se quebraba. Pero el peso del acoso constante se hacía más insoportable con el tiempo.

—Ah, mira quién es, la princesa —soltó una voz burlona detrás de ella. Danielle no necesitaba girarse para saber que era Minji. Las risitas de sus seguidoras la acompañaban, como una sinfonía maliciosa que perforaba el silencio del pasillo.

Danielle apretó los libros contra su pecho, pero mantuvo la cabeza alta. Siguió caminando, esperando que, si no respondía, tal vez Minji perdería el interés. Pero sabía que eso no era probable.

—¿A dónde crees que vas? —preguntó Minji, esta vez más cerca. Un tirón brusco en su mochila la hizo detenerse en seco. Danielle cerró los ojos un segundo, respirando hondo antes de darse la vuelta.

Minji estaba a un par de pasos, sonriendo con esa arrogancia que siempre hacía que la sangre de Danielle hirviera. Las curitas en el rostro de la bully parecían trofeos de batallas pasadas, y su uniforme desordenado mostraba que las reglas no significaban nada para ella.

—¿Qué quieres ahora? —preguntó Danielle, su voz lo más calmada que pudo.

—¿Yo? —Minji fingió sorpresa, mirando a sus amigas—. No sé, quizás me gusta ver cómo te esfuerzas tanto por parecer perfecta. Debe ser agotador, ¿no? Fingir que todo está bien cuando todos sabemos que no es así.

Danielle tragó saliva. Los ojos de Minji la examinaban con detenimiento, buscando cualquier señal de debilidad. Pero Danielle no le daría ese gusto.

—No sé de qué hablas —respondió fríamente, volviendo a dar media vuelta. Intentó avanzar, pero esta vez una mano firme la detuvo del brazo. El contacto fue inesperado, y por un momento, los ojos de Danielle se encontraron con los de Minji.

Había algo en esa mirada que la hizo titubear. No era solo crueldad. Era curiosidad, casi... interés. Pero antes de que pudiera analizarlo, Minji la soltó con brusquedad y dio un paso hacia atrás.

—Solo digo que nadie puede ser tan perfecta todo el tiempo. Algún día se te va a romper esa fachada, Marsh. Y estaré ahí para verlo.

Danielle no respondió. Sabía que cualquier palabra podría ser interpretada como una invitación a continuar el tormento. Sin embargo, cuando se alejó, sintió una punzada de extraña anticipación en su pecho, como si algo en esa confrontación fuera diferente a todas las demás.

Minji la observó marcharse, con las manos en los bolsillos, y una ligera sonrisa se asomó en sus labios. Había algo en Danielle que la intrigaba, y aunque no podía explicarlo, sabía que no dejaría de buscarlo.

𝑰 𝐇̶𝐀̶̶𝐓̶̶𝐄̶ (𝑳𝑶𝑽𝑬) 𝒀𝑶𝑼 || HusseyzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora