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La tensión entre ambas se había vuelto palpable y pesada, como si el aire mismo estuviera al tanto de las miradas, de los roces mínimos que aún quedaban entre las palabras de burla de Minji y los intentos de Danielle por mantener la calma. Sin embargo, Minji notaba el cansancio en cada una de esas interacciones. Cada intento de acercarse parecía terminar en un muro aún más alto entre ellas. Finalmente, una tarde, tras ver la expresión agotada de Danielle y sintiendo cómo el miedo se apoderaba de sus gestos cada vez que se encontraban, Minji no pudo más.

—Keeho, Yeonjun —les susurró a sus secuaces mientras las clases llegaban a su fin—. Llévenla. Que nadie nos interrumpa.

Ambos asintieron, lanzándose miradas de complicidad, y en cuanto Danielle salió del aula, se aproximaron a ella. Keeho le hizo una seña casi amistosa, pero sus ojos endurecidos no encajaban con su sonrisa, mientras Yeonjun, con una expresión que alternaba entre simpatía y misterio, le bloqueaba el paso.

—¿Pasa algo? —preguntó Danielle, intentando ocultar el nerviosismo que sentía en su pecho.

—Síguenos —dijo Yeonjun con una sonrisa que no terminó de tranquilizarla—. Alguien quiere hablar contigo.

Ambos la tomaron con suavidad de los brazos, lo suficiente para hacerle entender que no había opción. Danielle sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, pero sus pies obedecieron al instante. La llevaron hasta una puerta entreabierta, la soltaron, y con un leve gesto de advertencia, cerraron la puerta tras ella. Danielle se quedó sola, enfrentando la figura de Minji en el centro de la sala vacía. Con las manos en los bolsillos y una expresión indescifrable, Minji la observaba.

Danielle intentó retroceder, pero Minji avanzó, cada paso más lento, cada mirada más intensa, y con cada centímetro que Minji se acercaba, el corazón de Danielle se aceleraba hasta retumbarle en los oídos. Con un suspiro casi derrotado, Minji se arrodilló frente a ella, quedando a la altura de sus ojos, su rostro tan vulnerable y sincero como Danielle jamás había imaginado.

—Perdóname, Danielle —murmuró, tomando una de sus manos entre las suyas. La castaña abrió los ojos, sorprendida, y sintió cómo el aire se volvía más denso, más pesado.

—¿Per… perdonarte? —balbuceó, sin entender del todo el cambio en Minji.

Minji cerró los ojos, apretando ligeramente las manos de Danielle, como si temiera que fuera a alejarse de golpe.

—No puedo vivir así —susurró, su voz cargada de un dolor que Danielle jamás pensó escuchar de sus labios—. No puedo seguir sabiendo que, cada vez que me miras, es con miedo. Siento que te estoy perdiendo, y que ya no hay vuelta atrás.

Danielle sintió el calor de sus manos, el ligero temblor de los dedos de Minji, y algo en su interior se suavizó, desconcertada entre el temor y una tenue comprensión.

—No tienes que vivir así, Minji —le respondió en voz baja, entre la confusión y la tristeza—. Yo… solo… es que no entiendo…

Minji levantó la mirada, sus ojos reflejando una súplica desesperada.

—¿Qué no entiendes? Que soy una idiota, que fui una cobarde… —bajó la mirada, mordiéndose el labio con amargura—. Pero sobre todo, que te necesito, Danielle. No solo aquí… —llevó una mano a su pecho, como si intentara calmar los latidos—, te necesito de una manera en la que nunca antes necesité a alguien.

Danielle se estremeció al escuchar sus palabras, que parecían hechas para abrirse camino entre sus miedos y suavizar los bordes afilados del rencor. A cada murmullo arrepentido de Minji, a cada frase cargada de sinceridad, sentía que los muros entre ambas empezaban a caer, un poco más cada segundo.

—Minji… —la voz de Danielle apenas era un susurro, temblorosa.

Minji, sin soltar su mano, se inclinó un poco más, su mirada sosteniéndose en la de Danielle.

—No quiero perderte, Danielle. Lo que menos quiero es perderte.

Danielle sintió cómo la intensidad de las palabras de Minji la envolvía, cada confesión cruzando las paredes que había levantado para protegerse. Intentó retirar la mano, pero Minji la sostuvo con suavidad, aferrándose como si fuera la última oportunidad para salvarse de un abismo. La cercanía de Minji hacía que su corazón latiera frenético, y en ese momento, no supo si era miedo, confusión o algo más lo que sentía.

Minji inspiró profundo, cerrando los ojos, como si buscara la fuerza que necesitaba para seguir hablando.

—Sé que he sido una… —su voz tembló, deteniéndose antes de decirlo—. He sido alguien que tú no mereces. —Sus ojos se encontraron con los de Danielle, con un brillo de desesperación y esperanza—. Pero también sé que eres la única persona que logra que me cuestione quién soy, que hace que me pregunte si puedo… si puedo ser alguien mejor. Para ti.

Danielle tragó saliva, sintiéndose abrumada por el peso de las palabras de Minji. Por primera vez, veía a la chica que tanto había temido y evitado sin su máscara de arrogancia y dureza. Y en lugar de la figura intimidante que había conocido, veía a alguien que parecía rota, alguien que se debatía entre su propia oscuridad y algo que, quizás, se asomaba como luz.

—Minji… —repitió, su voz quebrándose en el intento de entender—. No sé si puedo simplemente olvidar todo lo que pasó.

Minji asintió, aceptando su respuesta con una mezcla de resignación y tristeza.

—No te pido que lo olvides. Solo… solo que me des una oportunidad para demostrarte que puedo cambiar. —Inclinó la cabeza hacia el suelo, sin soltar su mano—. Una oportunidad para que veas a la Minji que no te hará daño, la Minji que te valore como mereces.

Danielle sintió una punzada en el pecho, y contra todo pronóstico, sus dedos se aflojaron, permitiendo que sus manos se entrelazaran. La calidez que surgió entre ambas era inesperada y tierna. Al ver este gesto, los ojos de Minji se iluminaron con una chispa de esperanza que hacía mucho tiempo parecía haber perdido.

—¿Y si te fallo de nuevo? —preguntó Minji, susurrando, casi como si no quisiera escuchar la respuesta.

Danielle mantuvo sus dedos enredados en los de Minji, respirando profundo para reunir el valor que sentía florecer entre la duda y la confusión. No podía olvidar, eso lo sabía, pero tampoco podía ignorar lo que veía en los ojos de Minji: una vulnerabilidad que tal vez solo ella había logrado descubrir.

—Entonces… —comenzó Danielle, un leve susurro en su voz, tan suave que Minji tuvo que acercarse para escuchar—. Entonces, Minji, será tu última oportunidad.

Minji alzó la mirada, y en su expresión se dibujó una mezcla de alivio y gratitud. Sin decir más, se acercó un poco más, hasta que sus frentes casi se tocaron, ambas en silencio, sintiendo la presencia de la otra como una promesa tácita.

𝑰 𝐇̶𝐀̶̶𝐓̶̶𝐄̶ (𝑳𝑶𝑽𝑬) 𝒀𝑶𝑼 || HusseyzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora