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La siguiente mañana comenzó igual que las anteriores. El sol brillaba débilmente sobre la secundaria mientras los estudiantes entraban al edificio en grupos, hablando en voz baja. Danielle caminaba con la misma calma de siempre, los libros en su brazo, la cabeza en alto. Sin embargo, una sensación de vigilancia constante la perseguía. Sabía que Minji la estaba observando desde algún lugar, como un depredador acechando a su presa.

Al llegar a su casillero, no le sorprendió encontrarlo cubierto de papeles rasgados, pegados con cinta, con insultos garabateados a toda prisa. "Princesa falsa", "Pretenciosa", "¿Te crees mejor que nosotros?". Danielle apretó los labios, controlando el temblor en sus manos mientras arrancaba los papeles sin hacer ruido.

El sonido de pasos pesados detrás de ella confirmó lo que ya sabía. Minji y sus seguidoras se acercaban, con esa energía cargada de hostilidad que hacía que los demás estudiantes se apartaran de su camino. Danielle intentó mantenerse enfocada en su tarea, ignorando su presencia.

Pero Minji no era alguien que tolerara ser ignorada.

—Qué diligente, ¿no? —la voz de Minji resonó justo detrás de ella—. Limpiando como si fueras parte del personal de servicio. —Las risitas burlonas de las chicas que la acompañaban se alzaron como un coro cruel.

Danielle cerró su casillero, intentando mantener la compostura, pero antes de que pudiera moverse, sintió un fuerte tirón en el hombro. Minji la empujó contra el casillero, el golpe resonando por todo el pasillo. Los estudiantes alrededor se detuvieron un segundo, pero ninguno se atrevió a intervenir.

Danielle se enderezó, su corazón latiendo con fuerza. El dolor en su espalda irradiaba, pero se obligó a no mostrar debilidad. Sus ojos, fieros, se clavaron en los de Minji.

—¿Eso es lo mejor que puedes hacer? —escupió, intentando mantener su voz firme.

Minji sonrió, pero su expresión era peligrosa. —Parece que alguien necesita aprender a mantenerse callada.

Antes de que Danielle pudiera reaccionar, Minji la empujó de nuevo, esta vez con más fuerza, haciendo que los libros de Danielle cayeran al suelo. La multitud que se había formado a su alrededor murmuraba, pero nadie hacía nada por detenerlo.

—¿Ves, princesa? Nadie va a ayudarte. —Minji se acercó más, su voz baja, casi en un susurro amenazante—. Este es mi mundo, no el tuyo. Aquí no importa cuánto dinero tenga tu papá, ni cuán perfecta te creas.

Danielle apretó los puños, el orgullo luchando contra el miedo que se agolpaba en su pecho. Pero cuando intentó responder, un golpe seco en su abdomen la dejó sin aire. Minji la había golpeado con el puño cerrado, y el dolor la hizo doblarse por un segundo. A pesar del dolor, Danielle mantuvo la mirada levantada, negándose a ceder por completo.

—Eres patética —dijo Minji en voz baja, mirándola con desprecio—. Y te lo voy a recordar cada día.

Danielle, con la respiración entrecortada, se enderezó lentamente, aguantando el dolor. No le daría el placer de verla quebrarse, aunque por dentro todo en ella dolía.

Minji la observó un momento más, como si estuviera esperando una reacción diferente. Pero al no obtenerla, se dio media vuelta y se alejó, sus seguidoras siguiéndola con risas burlonas.

Danielle se quedó de pie en el pasillo vacío, recuperando el aliento con dificultad. Pero a pesar de la humillación, una idea se formó en su mente: no dejaría que Minji ganara. No importa cuánto la empujara, no se rompería. Y aunque todavía no sabía cómo, encontraría la manera de enfrentarse a ella.

La semana había sido un infierno. Para Danielle, cada día era un nuevo reto, una nueva humillación. Minji no la dejaba respirar. En los pasillos, en el aula, incluso durante el almuerzo, siempre había algún tipo de provocación. Empujones, insultos, comentarios maliciosos que se colaban como cuchillos entre los demás estudiantes. Pero era en los momentos a solas cuando la violencia realmente escalaba.

El viernes por la tarde, mientras la mayoría de los estudiantes se apresuraban a salir bajo la lluvia ligera que caía sobre Seúl, Danielle se quedó en la escuela un poco más, terminando un trabajo en la biblioteca. La calma de la sala de estudio era un respiro del caos que vivía cada día. Pero cuando finalmente decidió irse, la inquietud volvió a crecer en su pecho. Sabía que Minji no la dejaría ir sin más.

Cuando salió del edificio, el aire frío y la lluvia la recibieron como un golpe. Aceleró el paso, ajustando su mochila y tratando de cubrirse lo mejor que podía, pero la sensación de ser observada la invadió de inmediato.

—¿Y ahora a dónde vas con tanta prisa?

Danielle se detuvo en seco. La voz de Minji resonó detrás de ella, cargada de la misma crueldad de siempre. No necesitaba darse la vuelta para saber que estaba acompañada. La pandilla de Minji nunca la dejaba sola.

Danielle suspiró, su cuerpo cansado tanto física como emocionalmente, pero aún así, giró para enfrentarse a Minji. La otra chica estaba de pie bajo la lluvia, su chaqueta negra empapada, con esa sonrisa torcida en su rostro. Sus seguidoras se reían, como si la situación fuera solo otro juego para ellas.

—¿Qué quieres ahora, Minji? —preguntó Danielle, tratando de que su voz no sonara quebrada por el cansancio. Sabía que cualquier señal de debilidad sería aprovechada al máximo.

—No me gusta que me ignores, Marsh. —Minji dio un paso hacia ella, el agua goteando por su cabello oscuro. Su expresión se oscureció—. ¿Crees que puedes simplemente salir de aquí sin saludar?

Danielle mantuvo la mirada, negándose a apartar los ojos, aunque su cuerpo comenzaba a temblar bajo la lluvia. —No tengo nada que decirte.

—¿Ah, no? —Minji se acercó más, demasiado cerca. Sin previo aviso, empujó a Danielle con fuerza, haciendo que trastabillara hacia atrás, cayendo al suelo mojado. El agua fría empapó su uniforme, pero no fue eso lo que dolió, sino la humillación. Las risas de las seguidoras de Minji resonaron como ecos crueles.

Danielle intentó levantarse, pero antes de que pudiera hacerlo, Minji la agarró del cuello de la camisa, levantándola bruscamente. —Mírate, princesa perfecta —dijo, su rostro a pocos centímetros del de Danielle—. ¿Dónde está toda tu arrogancia ahora?

Danielle respiró con dificultad, el agarre de Minji firme en su camisa. Pero no iba a suplicar. No iba a darle la satisfacción. Con un esfuerzo tremendo, susurró entre dientes: —No me vas a romper.

Los ojos de Minji chispearon con algo indescifrable. Por un segundo, la tensión entre ambas era palpable, la lluvia cayendo a su alrededor como una cortina que los aislaba del resto del mundo. Pero Minji soltó una carcajada y empujó a Danielle nuevamente al suelo.

—Veremos cuánto más puedes soportar —murmuró Minji, mirando a Danielle desde arriba, como si fuera un insecto bajo su pie.

Danielle, empapada y magullada, no apartó la mirada de Minji. Incluso en ese momento, incluso mientras temblaba de frío, su orgullo seguía intacto.

Minji la miró por un segundo más, y luego se dio media vuelta. —Vámonos —ordenó a sus seguidoras, quienes la siguieron riendo y burlándose mientras se alejaban.

Danielle se quedó ahí, sentada bajo la lluvia, con el uniforme arruinado y el cuerpo dolido. Pero en su mente, solo había una resolución: no se quebraría. No le daría a Minji la satisfacción de verla derrotada.

𝑰 𝐇̶𝐀̶̶𝐓̶̶𝐄̶ (𝑳𝑶𝑽𝑬) 𝒀𝑶𝑼 || HusseyzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora