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Bradley's POV

Después de ese día creí que las cosas entre Max y yo iban a cambiar, pero en realidad todo continuó como si nada. Max me daba mi espacio, tenía más paciencia (sí, más de la que ya tenía), y aunque me trataba con tacto jamás me hizo sentir mal, nunca me hizo sentir como si me mirara con lástima. Ese era su don, su encanto. 

— ¿Deberíamos alocarnos y pedir una malteada en lugar de un café? —bromeó Max con esa característica sonrisa suya. 

Su mano jugaba con la mía, y yo lo dejaba. Últimamente ya no trataba de quitármelo de encima, aunque me costó un poco acostumbrarme. Él me hacía sentir seguro, y ya no lo sentía intrusivo como al principio. 

Llevábamos ya una hora en la biblioteca, yo estaba leyendo mientras él sólo me miraba. Su mirada era cálida, y se veía tranquilo mientras se mantenía recostado sobre la mesa de estudio. 

— Cuidado, no quieres que la policía nos atrape —respondí juguetón, y él rió de forma suave. 

— Soy rápido corriendo, podremos huir.

— Yo no soy tan rápido.

— Entonces te cargaré —dijo con seguridad, alegre. 

Eso me hizo sonreír. 

— Entonces confío en ti —dije mientras lo miraba, y nuestros ojos se encontraron. 

Ahí estaba de nuevo, mi corazón acelerándose a causa suya y mi rostro acalorándose. A este punto ya era casi una costumbre, sentirme de esta forma cuando estaba cerca de él. Aún no le había dado una respuesta, pero Max no me presionaba y tampoco había tocado el tema de nuevo, eso lo apreciaba. 

Tras unos cuantos minutos más, guardamos nuestras cosas y salimos de la biblioteca para dirigirnos al café de siempre. A  pesar de aquel recuerdo desagradable, teníamos otros momentos lindos en ese lugar, así que seguíamos yendo. 

— ¿Irás a la conferencia que mencionó el profe? —preguntó Max y le dio un sorbo a su malteada. 

— No lo sé, tengo algunas cosas que hacer y... —él no estaba diciendo nada, pero podía notar cierta decepción en su rostro—. ¿Sabes? Acabo de recordar que tengo un poco de tiempo libre. ¿Quieres que vayamos juntos?

Su sonrisa ante mi respuesta fue indescriptible, valdría la pena reorganizar mis horarios.  Honestamente, aquella conferencia no me emocionaba en absoluto, ya que todos esos temas siempre me dejaban pensando demasiado. Había tomado esa clase sólo por los créditos extra, pero ahora me tenía procesando más información de la que podía manejar y usaba mucha energía al tratar de descifrarme a mí mismo. 

Los días pasaron y finalmente el día de la conferencia llegó. Max estaba esperándome fuera del auditorio, y cuando me sonrió sentí mi corazón derretirse por la ternura. Siempre tenía un aspecto descuidado, pero su rostro alegre contrastaba con su imagen de chico despreocupado. 

— Te ves bien —me recibió con esas palabras, haciéndome ruborizar. 

— Siempre me veo bien —dije con un falso torno egocéntrico, ganándome una risita de su parte. 

Entramos juntos y nos sentamos hasta atrás, ya que no tenía ganas de ir hasta el frente, prefería mantenerme alejado. La conferencia estuvo bien, pero yo no. Las palabras del chico que hablaba resonaban una y otra vez en mí, justo como cuando el profesor habló de todo eso: las creencias irracionales básicas. Me sentía atrapado en las cosas que yo creía que eran mi obligación: yo debo destacar, yo debo ser el mejor, yo no debo fallar, yo no debo desviarme del camino. Si yo logro algo, entonces debo ser recompensado; cuando no lo soy, ¿entonces qué sentido tuvo? Si hago algo mal, me castigo a mí mismo; si hago algo bien, entonces es mi obligación mantenerme en esa racha victoriosa. 

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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