La Segunda Carta

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Unos días después de la fiesta, Gala se encontraba recordando algunos de los momentos que había presenciado, y uno en particular no dejaba de rondar en su mente: la manera en que Luis había tratado a Karime. Cada vez que ella intentaba entablar una conversación o se acercaba, él apenas respondía, con una mezcla de impaciencia y burla que Gala no comprendía. No es que tuviera algo en contra de Luis, pero la actitud que había mostrado con Karime le dejaba un sabor amargo.

Durante la fiesta, había presenciado cómo él hacía bromas pesadas sobre las cosas que a Karime le gustaban, riéndose de esos pequeños detalles con los que ella trataba de agradarle. Esa tarde, mientras Gala se dirigía al patio para encontrarse con Brigitte, vio a Karime sola, sentada en una banca, mirando al suelo. Gala dudó un momento, pero algo en la expresión de Karime despertó en ella un impulso de acercarse.

—Hola, Karime. ¿Te molesta si me siento aquí? —preguntó Gala, con una pequeña sonrisa.

Karime, sorprendida, asintió e hizo espacio en la banca. Ambas permanecieron en silencio unos instantes, hasta que Gala se decidió a romper el hielo.

—Vi que Luis fue… un poco brusco contigo en la fiesta —comentó con cuidado.

Karime desvió la mirada, suspirando.

—No te preocupes. Estoy acostumbrada. Luis siempre ha sido así conmigo —dijo en un tono que intentaba ser despreocupado, aunque no lo conseguía del todo.

Gala sintió una incomodidad creciente al escucharla. ¿Por qué alguien como Karime soportaría esa indiferencia?

—¿Te importa si soy honesta? —preguntó Gala, observándola con atención.

Karime la miró, sorprendida por su franqueza, y asintió.

—No creo que Luis te esté valorando como debería —dijo Gala sin rodeos—. No entiendo cómo puedes querer estar tan cerca de alguien que parece no tomarte en serio.

Karime intentó defenderlo, pero al abrir la boca se dio cuenta de que no sonaba sincera, ni siquiera para ella misma.

—Supongo que… tengo la esperanza de que, con el tiempo, él me vea de otra forma —admitió con tristeza.

—¿Pero qué hay de lo que tú mereces? —replicó Gala, mirándola con sinceridad—. Eres una persona increíble, y mereces a alguien que pueda ver eso.

Las palabras de Gala parecieron tocar a Karime, quien se quedó en silencio. No estaba acostumbrada a que alguien le hablara de forma tan directa y sincera, y menos a sentir que alguien se preocupaba de esa manera. Después de un momento, cambió de tema, intrigada por la franqueza de Gala.

—Gracias por decirme eso… Pero cuéntame, ¿por qué no aceptaste a Agustín antes? Él parece realmente interesado en ti.

Gala se rió suavemente.

—No tengo paciencia para los juegos. Quiero algo real, y no creo que Agustín busque lo mismo.

Karime la miró con admiración. En ese instante, ambas descubrieron que compartían más de lo que habían pensado. Gala sentía que, con Karime, podía ser honesta de una manera que no lograba con otros; y Karime se daba cuenta de que con Gala no tenía que ser nadie más que ella misma.

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Los días siguientes, Gala y Karime empezaron a coincidir en el colegio, en la biblioteca o en los pasillos. Brigitte notó esta cercanía y, aunque al principio se sorprendió, también vio que era algo positivo. Gala y Karime se complementaban: Gala era directa y honesta, mientras que Karime aportaba una energía optimista y un poco caótica.

En una de esas tardes en la biblioteca, Gala observó cómo Karime luchaba por concentrarse en su tarea.

—¿Te cuesta concentrarte? —preguntó Gala, sonriendo.

Karime se rió, algo apenada.

—Siempre. Me distraigo con todo.

—Tal vez podamos ayudarnos mutuamente. Yo soy buena enfocándome, y tú haces que todo sea menos serio. Quizás podamos balancearnos —sugirió Gala, medio en broma, medio en serio.

Karime sonrió ampliamente.

—¿Un equipo, entonces? —dijo, extendiendo la mano.

Gala la miró y, tras un segundo de duda, le estrechó la mano.

—Un equipo.

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Esa noche, Karime se sentó en su escritorio, dispuesta a escribir la segunda carta para Gala en nombre de Agustín. La primera había funcionado: Gala parecía menos reticente y hasta había asistido a la fiesta. Sin embargo, mientras redactaba esta segunda carta, sentía que cada palabra se volvía más personal. La admiración que tenía por Gala parecía impregnar cada frase.

Gala,

No pretendo escribir palabras perfectas, sino abrir un poco de mi corazón. A veces siento que la vida es como un río que nos lleva a donde menos esperamos. No sé a dónde me llevará este, pero estoy dispuesto a dejarme llevar si eso me acerca a ti. Puede que nunca llegues a saber todo lo que siento, pero quizás, poco a poco, logres ver a la persona que está detrás de esto, alguien que te admira profundamente y que solo desea compartir contigo más momentos como los de aquella noche.

Con amor
Agus

Cuando terminó, guardó la carta en un sobre, lista para entregársela a Agustín.

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Al día siguiente, Agustín recibió la carta de manos de Karime con una sonrisa.

—Gracias, Karime. Creo que Gala me está empezando a ver de otra manera. —Antes de irse, agregó algo inesperado—: Pensaba invitarla a salir mañana. Vendrán tú y Luis también.

Karime aceptó, esperanzada por la idea de pasar tiempo con Luis, aunque una parte de ella se resistía al pensar en ver a Gala y Agustín juntos.

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La tarde del encuentro llegó, y Gala llegó junto a Brigitte a la cafetería. Agustín y Luis ya estaban sentados junto a Karime. Gala observó que, como en la fiesta, Luis ignoraba los intentos de Karime por incluirlo en la conversación. Gala notó el entusiasmo de Karime, contrastado con la indiferencia de Luis.

Aprovechando un momento en que Luis se levantó, Gala le comentó a Karime en voz baja:

—¿Te importa si cambiamos de asiento? Creo que Brigitte quiere sentarse junto a Agustín.

Karime asintió, y pronto se encontró charlando con Gala. Hablaron de temas triviales, y Gala comenzó a descubrir lo detallista y apasionada que era Karime al hablar de sus intereses. Cuando Luis regresó y se sentó en la esquina, Gala le lanzó una mirada que parecía advertirle sobre su comportamiento. Karime, por primera vez, no se sintió tan afectada. Las palabras de Gala le daban una perspectiva nueva, y aunque seguía interesada en Luis, no podía ignorar que alguien más la hacía sentir valorada y vista.

Ese día, ambas se dieron cuenta de que había algo diferente en esa nueva conexión: un vínculo que nacía desde la sinceridad y el apoyo mutuo, una amistad que prometía mucho más.

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