capitulo 11

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Las semanas pasaron lentamente después de aquel intenso encuentro en el parque. Gala y Karime habían decidido dejar atrás la tensión y la desconfianza, pero la cercanía que una vez compartieron parecía un eco distante. Se saludaban con sonrisas forzadas en los pasillos, pero las conversaciones eran escasas y cargadas de una incomodidad palpable.

Una tarde, mientras Karime estaba sentada en un rincón de la cafetería con un cuaderno en la mano, Agustín se acercó a ella. Su expresión era seria, y se notaba que había estado meditando lo que iba a decir.

—Karime, ¿puedo hablar contigo un momento? —preguntó, tomando asiento frente a ella sin esperar respuesta.

Karime lo miró, sintiendo un atisbo de frustración. No estaba segura de querer hablar con él, pero sabía que debía afrontar la situación.

—¿Qué quieres, Agustín?

—Sé que he sido un mal amigo… No solo contigo, sino también con Gala —comenzó Agustín, su voz baja y sincera—. Arruiné lo que ustedes tenían y me doy cuenta de que eso no está bien. Quiero pedirte perdón.

Karime frunció el ceño, cruzando los brazos sobre la mesa. No esperaba esa sinceridad de él.

—No estoy segura de que eso cambie las cosas, Agustín. Tú fuiste quien la manipuló y nos puso en esta situación.

—Lo sé, y estoy realmente arrepentido. Nunca debí involucrarme en algo tan personal. Solo quería que me ayudaras, y no pensé en las consecuencias —respondió, con un tono de genuina tristeza en su voz—. Me gustaría poder arreglar las cosas entre nosotros, aunque no sé si lo merezco.

Karime lo miró fijamente, sintiendo una mezcla de indignación y empatía.

—No puedo decirte que todo está bien. Gala y yo todavía estamos intentando recuperar lo que perdimos. No es fácil para mí —admitió, sintiendo que su corazón se apretaba—. Pero eso no significa que no me valore a mí misma.

Agustín bajó la mirada, entendiendo que había cruzado una línea.

—Tienes razón. Mereces más. Solo espero que puedas perdonarme en algún momento —dijo, levantándose de la mesa—. Te lo digo porque realmente lo siento, pero no quiero interponerte más. Solo… lo siento.

Karime observó cómo se alejaba, sintiendo una extraña mezcla de alivio y frustración. Aunque apreciaba su disculpa, la verdad era que aún le costaba confiar en él, y no quería que sus acciones afectaran más su relación con Gala.

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Esa noche, Karime se sentó en su cama, el cuaderno aún abierto en su regazo. La idea de escribirle a Gala surgió de nuevo en su mente, pero esta vez no era una carta que debía entregarle, sino una manera de explorar sus propios sentimientos.

Con el bolígrafo en mano, comenzó a escribir:

Querida Gala,

Hay tantas cosas que me gustaría decirte… A veces, me pregunto si sientes lo mismo que yo, aunque quizás no siempre sepa cómo expresar lo que llevo dentro. Lo que más anhelo es que podamos hablar sin las sombras del pasado interponiéndose entre nosotras. Quiero que sepas que siempre estoy aquí para ti, lista para escuchar.

He aprendido mucho desde que comenzamos a distanciarnos, y creo que también merezco ser escuchada. No me gustaría volver a ponerme en la situación de hacerte daño, pero no puedo evitar sentir que hay un lazo entre nosotras que vale la pena cuidar.

A veces me siento triste al ver que hemos dejado de compartir tantas cosas, y me arrepiento de cómo mis decisiones te afectaron. Pero estoy dispuesta a luchar por lo que tenemos, si tú también lo estás.

Con cariño,
Karime.

Karime cerró los ojos por un momento, sintiendo la carga de sus emociones aliviada en parte al plasmar sus pensamientos en papel. Sabía que las cartas que escribía eran una forma de reconciliarse con sus propios sentimientos, pero también una puerta abierta a la esperanza de que algún día Gala pudiera leerlas.

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Al día siguiente, Karime encontró a Miguel en el pasillo de la universidad y decidió hablar con él sobre lo que había estado escribiendo.

—Oye, Miguel, he estado escribiendo cartas para Gala —dijo, sintiéndose un poco vulnerable al compartir sus pensamientos—. Pero no sé si debería entregárselas.

Miguel la miró con interés, animándola a seguir.

—Eso suena genial pero ¿por qué no se las das?

Karime suspiró, dudando.

—Me preocupa que no esté lista para recibirlas. No quiero que se sienta presionada.

Miguel sonrió, comprensivo.

—Entiendo. Pero, ¿y si esas cartas son justo lo que necesita para ver que realmente te importa? Tal vez podrías compartir una de ellas, solo como un primer paso.

Karime asintió, sintiendo que la idea tenía sentido.

—Tienes razón. Tal vez no tengo que darle todas las cartas de una vez. Podría empezar por una, algo que la haga sentir que quiero ser su amiga de nuevo.

Miguel sonrió, dándole un ligero golpe en el hombro.

—Exacto. La comunicación es clave. Si realmente crees que vale la pena, ve por ello.

Karime se sintió un poco más animada, decidida a enfrentar la situación con Gala. Había tomado la decisión de volver a abrir la puerta de su amistad, y estaba lista para dar el primer paso.

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Esa noche, mientras el sol se ponía, Karime se sentó en su escritorio, sintiendo el impulso de escribir otra carta. Había una chispa de determinación en su corazón; no se rendiría sin luchar por la amistad que tanto valoraba. La próxima vez que viera a Gala, iba a encontrar la manera de hablar, de expresar lo que realmente sentía y de hacer las paces con ella y consigo misma.

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Siento q las cartas son muy de Karime que les parecen las cartas les gustan o están demás

Cartas para TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora