La Fiesta

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Gala no podía creer lo que tenía en sus manos. Brigitte la había interceptado esa mañana en el pasillo, sonriendo de oreja a oreja, y le había entregado el sobre.

—Agustín me pidió que te lo diera. No quise leerlo, pero… ¡por favor, dime de qué se trata! —exclamó Brigitte, impaciente y con un brillo de emoción en los ojos.

Gala había intentado mantener la calma, aunque en su mente se debatía entre la curiosidad y la cautela. Abrió el sobre mientras Brigitte la miraba expectante. La carta era inesperada: no tenía el tono arrogante que usualmente asociaba con Agustín. Las palabras parecían sinceras, llenas de un anhelo que la hizo fruncir el ceño.

"No puedo prometerte que soy perfecto, porque sé que no lo soy, pero quiero intentarlo. Quiero ser alguien que esté a la altura de lo que buscas, de lo que necesitas, aunque eso signifique cambiar…"

Mientras leía, sintió que algo en su interior se movía. No había imaginado que Agustín tuviera la capacidad de expresarse de esa manera. Esa vulnerabilidad, esa promesa implícita de cambio, la dejaba intrigada, incluso cuando aún conservaba sus dudas. ¿Podría realmente confiar en esas palabras?

Brigitte rompió el silencio.

—¿Y? ¿Qué dice? —preguntó, casi saltando de emoción.

Gala dudó por un momento y luego dobló cuidadosamente la carta, decidiendo guardarse los detalles.

—Nada, es solo… algo que no esperaba. Pero no significa que haya cambiado de opinión sobre él —dijo, aunque una parte de ella se preguntaba si eso era cierto.

Para su sorpresa, más tarde ese mismo día, Agustín se le acercó mientras caminaba hacia el gimnasio.

—Gala, quería invitarte a una fiesta este viernes. Será en casa de un amigo, y Brigitte también va a ir. Creo que sería una buena oportunidad para hablar… sin que me rechaces tan rápido —le dijo, con una sonrisa nerviosa que le resultaba inusual.

Ella lo miró, todavía tratando de asimilar la carta y esa nueva faceta que le mostraba. Dudó, pero Brigitte, que apareció a su lado en ese momento, la miró con una súplica silenciosa.

—Vamos, Gala. Solo es una fiesta. Además, así no seré la única acompañante de Agustín —dijo Brigitte, guiñándole un ojo.

Finalmente, y casi sin saber por qué, Gala aceptó.

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La noche de la fiesta, Gala llegó junto con Brigitte. La casa estaba llena de gente, y la música retumbaba en cada rincón. Las luces de colores bailaban por las paredes, y el aire estaba cargado de risas y conversaciones. Mientras avanzaban entre la multitud, Agustín y Luis se acercaron a ellas, saludándolas con entusiasmo.

—Me alegra que vinieras, Gala —le dijo Agustín, visiblemente complacido.

Luis se quedó junto a Brigitte, a quien conocía bastante bien, mientras ambos miraban a Agustín intentando cortejar a Gala. Luis se encogió de hombros y lanzó una mirada despreocupada a su alrededor, cuando de repente sus ojos se encontraron con Karime, que acababa de llegar.

Karime también lo notó, y su corazón dio un vuelco. Luis estaba allí, en medio de la multitud, y se veía despreocupado y relajado, como siempre. Sintió una mezcla de emoción y nerviosismo; después de todo, toda esta estrategia con Agustín y Gala había sido solo para tener una oportunidad con él. Tomó aire y avanzó hacia el grupo con una sonrisa, uniéndose a la conversación con naturalidad.

Mientras hablaban, una voz alegre y algo burlona se hizo escuchar detrás de ellos.

—¡Gala! Así que aquí estás —dijo una chica de cabello desordenado y sonrisa traviesa.

Era Krista, la hermana mayor de Gala, quien ya había terminado la escuela pero siempre estaba al tanto de las actividades de su hermana. Junto a ella estaba Miguel, el mejor amigo de Karime y también un buen amigo de Krista.

—Vaya, parece que tienes a un séquito de admiradores, Gala —agregó Miguel, cruzando los brazos con una sonrisa cómplice.

Gala se rió y rodó los ojos, mientras Krista le daba un abrazo y luego le guiñaba el ojo en dirección a Agustín, en una silenciosa señal de “buena elección” que la hizo reír más.

Karime, por su parte, sintió un extraño confort al ver a Miguel. Él siempre la había apoyado y era uno de sus mejores amigos Miguel, con su mirada perspicaz, no tardó en notar la incomodidad de Karime.

—¿Todo bien, Kari? —le susurró, inclinándose hacia ella mientras el resto conversaba.

Karime asintió, aunque en el fondo sentía un torbellino de emociones al ver a Gala y Agustín juntos. Sabía que esto era parte del plan, pero no podía evitar una punzada de celos. Se obligó a sonreír y centrarse en la conversación, mientras intentaba ignorar esos sentimientos que se dijo que era porque a Agustín le estaban saliendo bien las cosas con Gala.

En el transcurso de la noche, la dinámica entre todos empezó a revelarse. Krista mantenía a Gala riendo y burlándose de Agustín de una manera que incluso a él le resultaba simpática. Brigitte y Luis parecían disfrutar de la compañía del otro, aunque con un aire despreocupado y sin compromisos. Y en medio de todos ellos, Karime intentaba mantener la compostura, sus ojos divididos entre Luis y Gala, y Miguel a su lado como un ancla silenciosa.

Al final, la noche transcurrió entre risas, bailes y miradas que no pasaron desapercibidas. Gala, aunque escéptica, se sentía menos evasiva hacia Agustín, quizás por la carta o por su forma más relajada esa noche. Mientras tanto, Karime observaba cómo cada pequeño acercamiento entre ellos hacía crecer en ella un conflicto interno que no había anticipado.

Cuando la fiesta llegó a su fin y todos empezaron a despedirse, Karime sintió que algo había cambiado. Esa noche no solo había escrito una carta para Gala; había comenzado a abrir su propio corazón, aunque ella misma aún no lo supiera del todo.

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