Capítulo 3

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Sigo mirando la pantalla de mi teléfono, sintiéndome incómoda y nerviosa. Cada vibración me recuerda la persistente presencia de Agustín en mi vida, un recordatorio que no puedo ignorar. No sé qué quiere exactamente, y la última cosa que deseo es hablar con él. Sin embargo, no se rinde.

A medida que pasan los días, sus mensajes se acumulan como una tormenta en mi mente. Cada uno está impregnado de arrepentimiento, donde expresa cuánto siente lo que me hizo y su desesperación por hablar conmigo. El peso de sus palabras me ahoga, y la ansiedad crece en mi pecho.

—¿Amiga, estás bien? —me pregunta Beba un día en la universidad, su tono lleno de preocupación. La miro y puedo ver que ha notado mi distracción, la manera en que mis ojos vagan sin rumbo, atrapados en recuerdos dolorosos.

Sin dudarlo, le muestro los mensajes, mi voz temblando al compartirlos.

—¿Qué debo hacer? —le pregunto, sintiéndome perdida en un mar de emociones confusas.

—Simple. Vuelve a bloquear su número. Ya lo hiciste una vez. Déjame hacerlo por ti —responde Beba con una firmeza que me reconforta. Toma mi celular y, con un par de movimientos, bloquea el número sin vacilar.

—¿Y si intenta buscarme de nuevo desde otro número? —pregunto, sintiendo que la incertidumbre me consume.

—Lo vuelves a bloquear. En serio, Gala, no dejes que Agustín te robe tu calma —replica Beba, y no puedo evitar pensar que tiene razón. No voy a caer de nuevo en su juego, no después de lo que pasó.

Un buen día, Sian y Beba me esperan afuera de mi salón después de la última clase. Hay un aire de emoción, un ligero cosquilleo en el ambiente, porque hemos acordado ir a tomar un café con Orlando, quien está ansioso por conocer a Sian. Los saludo con una sonrisa y nos dirigimos hacia la salida, riendo y hablando sobre nuestras materias, compartiendo anécdotas divertidas y momentos ridículos de la semana.

De repente, al acercarnos a la puerta, me encuentro cara a cara con Agustín. El aire se vuelve denso y frío; mi corazón se detiene por un instante. Su expresión es una mezcla de preocupación y expectación, como si estuviera a punto de revelar un secreto oscuro.

—Gala —dice, su voz tensa y casi suplicante. —Necesitamos hablar.

El pánico recorre mi cuerpo, como un rayo atravesando la oscuridad. La última cosa que deseo es revivir esos momentos dolorosos, pero su tono me hace dudar. Me quedo paralizada, sintiendo el sudor en mis palmas.

—No ahora, Agustín —logro articular, sintiendo cómo Sian se coloca a mi lado, firme y decidido, como un escudo.

—Solo quiero explicarte —insiste, avanzando un paso hacia mí, su mano intentando aferrarse a mi brazo.

—En serio, no quiero saber nada de ti. Ya te lo expliqué una vez. ¿Cuántas veces más tengo que decírtelo? —le digo, tratando de soltarme, pero su agarre se siente como un ancla en mi piel. Con un esfuerzo, me suelto, pero Agustín me atrapa de nuevo, esta vez abrazándome de la cintura, acercándome a él de forma invasiva.

Con un empujón, lo aparto de mí. —No tengo por qué soportar esto —grito, la rabia brotando en mis palabras, y me alejo lo más rápido posible, sintiendo su mirada cargada de dolor en mi espalda.

Mientras me alejo, los gritos de Agustín resuenan a mis espaldas, pero no me detengo. Necesito refugio. Me escabullo en el baño que está a la vuelta, buscando un momento de tranquilidad. Mientras me lavo las manos, el sonido del agua es un intento de calmar la tormenta interna que me consume. Justo en ese instante, la puerta de uno de los cubículos se abre y aparece una chica con cabello negro y ojos oscuro. Es Karime Pindter, conocida en el campus como "La Matrioshka".

Karime es un torbellino de energía. Su cabello oscuro cae en ondas desordenadas, como si hubiera sido peinado por una brisa juguetona. Lleva un vestido negro que resalta su figura y unos tacones que hacen eco en el suelo, añadiendo un aire de elegancia a su presencia. Es una leyenda en el campus, admirada por todo lo que ha logrado a sus 25 años. Estudió Derecho y fue consejera estudiantil, una figura que unía a alumnos y profesores. Su sonrisa encantadora y su ingenio rápido la hacían popular; a menudo organizaba dinámicas que aliviaban la monotonía de la vida académica, como cuando llevó mariachis en su último día de universidad, desafiando las reglas con su estilo audaz. Por eso es el crush de medio campus; sin embargo, se sabe que es bisexual y que suele inclinarse más hacia las mujeres.

Ahora trabaja en uno de los mejores despachos de Propiedad Intelectual y dirige la editorial de la universidad. Rumores circulaban de que había regresando para estudiar una especialidad en "Propiedad Intelectual" pero hoy es la primera vez que la veo.

—Disculpa, ¿me podrías dejar pasar? —me dice, mirando con curiosidad mientras yo estoy parada, bloqueando la puerta hacia la salida del baño.

—No puedo —respondo, sin moverme, sintiendo que mi cuerpo se tensa.

—¿Disculpa? —pregunta, frunciendo el ceño—. ¿Por qué no puedo pasar? ¿Sabes que estás tentando contra mi libertad?

—No puedo —repito, sintiendo una punzada de incomodidad. Sus ojos, un negro profundo, son hipnotizantes, pero eso no es relevante ahora—. Mi exnovio está allá afuera y no quiero que sepa que estoy aquí.

—¿Y eso es relevante para mí porque...? —pregunta, moviendo la mano con un aire de desdén.

—Eres Karime Pindter —le digo, y ella no comprende —En el campus, durante estos días, los estudiantes te siguen para hacerte preguntas escolares y no quiero que la gente se acerqué, se arme un revuelo y mi ex novio sepa que estoy en el baño porque seguramente vendrán a ver qué está sucediendo.

Karime suelta una risa despreocupada porque al parecer entendió lo que le quise decir. —Ok, Entiendo. Pero, oye, déjame salir o te juro que empiezo a gritar —dice, su tono juguetón.

La idea de que empiece a gritar me asusta, así que le tapo la boca con la mano, pero su expresión de sorpresa es casi cómica.

En ese instante, escucho las voces de Sian y Agustín a lo lejos, y de repente, siento algo húmedo en mi mano. Volteo a ver a Karime, que me ha babeado. Retiro la mano con una mueca de asco.

—¡Qué asco! —exclamo, limpiándome enérgicamente—. Para ser una adulta, no eres precisamente muy madura.

—Vaya, lo dice la chica que me tiene encerrada en el baño —replica Karime, rodando los ojos—. Sabes, para ser del campus de Sociales, no eres muy social.

—Soy de Psicología —digo, sintiendo que me irrita su comentario porque nunca he pensando que psicología debería estar en el campus de sociales.

Karime empieza a reírse a carcajadas. —¿Por qué te ríes? —pregunto, sorprendida.

—¿No es obvio? Eres de Psicología y estás actuando como una psicópata al encerrarme aquí —responde, y aunque quiero protestar, las voces de Sian y Agustín se hacen más fuertes.

—Cállate —digo, pegando mi oreja a la puerta para escuchar mejor. De repente, Karime también se acerca a la puerta y la miro con curiosidad.

—¿Qué? —pregunta, encogiendo los hombros—. Yo soy abogada; claramente, tengo que ser chismosa.

No puedo evitar sonreír ante su sinceridad, pero me concentro en escuchar lo que se habla al otro lado de la puerta.
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¿Qué les pareció el capítulo? Por fin se conocieron! 

Gracias por leer y sus votos. Voy a tratar de publicar cada 3 o 4 días.

Saludos ✌🏻

Never Let Me GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora