Capítulo 8

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Llegué al local de tacos y lo primero que vi fue a Sian cerca de la entrada, de pie, esperando.

—Hola —lo saludé, y él, al verme, me abrazó con esa familiaridad que siempre había tenido. Yo le respondí el abrazo sin pensarlo demasiado, ya que casi no habíamos hablado mucho desde lo de Agustín. Había sido un periodo extraño para mí, pero el simple hecho de verlo allí me reconfortaba de alguna manera.

—Te extrañé —dijo Sian, mientras me miraba a los ojos, con esa sinceridad que no sabía si me tranquilizaba o me inquietaba aún más. —¿Quieres que pasemos?

Asentí, sin dejar de mirarlo, y juntos cruzamos la puerta del lugar.

El ambiente del restaurante era acogedor. El bullicio, las risas, el murmullo de las conversaciones, todo se mezclaba en el aire, creando una atmósfera cálida que me invitaba a dejar atrás por un momento todo lo que me estaba agobiando. No estaba segura si lo que buscaba era precisamente una distracción, pero algo en su compañía me hacía sentir un poco más ligera, como si pudiera soltar la carga que había estado arrastrando.

Nos sentamos cerca de la ventana, donde el aroma a tacos al pastor y cebolla dorada llenaba el espacio. A pesar de ser un lugar tan común, algo en ese olor me relajaba de inmediato, como si ese simple gesto de sentarme allí fuera suficiente para olvidarme de las presiones externas. El ruido, la gente, todo parecía desvanecerse por un instante. Sian sonreía, y aunque no lo decía en voz alta, algo en esa sonrisa me hacía sentir bien, como si estuviera en el lugar correcto, en el momento perfecto, aunque no pudiera explicarlo.

Comenzamos a ponernos al día sobre todo lo que había pasado desde la última vez que hablamos. Le conté que Agustín ya no me había buscado más, y se notó que se alegró por mí. Y entre risas y confesiones, él me contó sobre su familia, sobre lo que estaba viviendo en la universidad, sobre su vida.

—Realmente extrañaba platicar contigo —comentó Sian, mientras tomaba un sorbo de su bebida. Sus ojos se clavaron en los míos, como si estuviera tratando de leer algo que aún no lograba descifrar.

No respondí de inmediato. En lugar de eso, seguí mirando el taco que tenía en mis manos, como si me concentrara en él más de lo necesario. Mi mente aún estaba llena de pensamientos dispersos: la conversación con Karime, con mi hermano… todo lo que estaba pasando en casa. La verdad, no sabía si estaba completamente presente en el momento, o si estaba de alguna manera buscando evadir lo que me preocupaba.

—Te he estado pensando mucho —dijo él, acercándose un poco más hacia mí, como si fuera a contarme un secreto que solo podría revelar en ese instante. Sus palabras me hicieron levantar la vista y mirarlo. Algo en su tono me hizo entender que aquello no era trivial.

Me quedé en silencio por un momento, procesando lo que acababa de decir. No sabía que Sian era de los que abren su corazón fácilmente, por lo que me sorprendió. Pero traté de mantener la calma, aunque dentro de mí comenzaba a sentir una especie de nudo.

—¿Pensando en mí? —respondí, tratando de sonar tranquila, aunque mi corazón latía a mil por hora.

Sian asintió, su sonrisa tímida y casi nerviosa.

—Sé que tal vez esto sea un poco precipitado, dado lo que pasó con Agustín… pero al verte aquí, me di cuenta de algo. —Sus dedos tomaron los míos con suavidad. —No quiero presionarte, Gala. Sé que no hace mucho lo de Agustín, pero ya no puedo seguir callándomelo.

Lo miré, con una mezcla de incertidumbre y curiosidad. Algo en su mirada me dijo que las palabras que seguirían eran importantes, que marcarían un antes y un después en nuestra relación.

—¿Está todo bien, Sian? —pregunté, buscando alguna pista en su rostro. Él asintió, pero se quedó callado, mirando al suelo por un par de segundos, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.

Never Let Me GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora