Capítulo 36

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El corazón me latía frenéticamente mientras subía las escaleras, cada paso resonaba en mis oídos como un eco que no podía apagar. Las manos me temblaban, y aunque intenté calmarme, la tensión me dejaba sin aire.

—Pero... él dijo que esperara aquí —murmuré, mi voz apenas un susurro en medio de mi pánico. Me sentía atrapada entre el miedo y la confusión.

Vlamisdova se volvió hacia mí, mirándome con una calma inquebrantable que casi me resultaba envidia.

—Tenemos que salir del búnker, Ximena. Hay minas cerca, y si algo estalla aquí abajo, no habrá salida. No te pasará nada, tranquila —aseguró en un tono firme mientras se aseguraba el arma en las manos—. Solo vamos a esperar arriba.

Respiré hondo y asentí, aún temblorosa, siguiéndolo con pasos inseguros. Nos abrimos paso hasta el exterior, subiendo por un angosto sendero que serpenteaba hasta la cima de una pequeña colina. El aire frío de la montaña nos golpeó con fuerza cuando llegamos, y me obligué a seguir moviéndome mientras el eco de los disparos rompía el silencio gélido.

Desde esa altura, podíamos ver el búnker abajo, semioculto entre la nieve y los árboles. Alrededor, se alzaba una bodega destartalada, el refugio improvisado para los hombres que defendían el perímetro. Todo era caos: figuras uniformadas se movían con precisión militar entre los árboles, las sombras de sus cuerpos recortándose contra la nieve. Más allá, en la distancia, explosiones sacudían el suelo, haciendo saltar ráfagas de nieve que parecían caer en cámara lenta.

Contuve el aliento, con el corazón aporreando mi pecho como si quisiera escapar. La brutalidad de la escena me sobrepasaba. Vlamisdova permanecía en silencio junto a mí, observando cada movimiento con una concentración casi imperturbable, mientras yo luchaba por mantener la calma, sintiendo que en cualquier momento el miedo me arrancaría el control de las manos.

Vlamisdova subió hasta la cima de la colina, con movimientos precisos, como si fuera una cazadora en su terreno natural. Se dejó caer suavemente sobre el suelo helado, su cuerpo adaptándose a la nieve, y levantó el rifle con una habilidad que me impresionó. Sin perder un segundo, se colocó las gafas de precisión y comenzó a apuntar hacia el horizonte, observando cada rincón con una concentración absoluta.

—¿Qué haces? —murmuré, apenas moviéndome.

Antes de que pudiera acercarme más, Vlamisdova se giró y me miró con una intensidad peligrosa.

—¡Abajo! —gritó, obligándome a lanzarme al suelo sin pensarlo. Mi pecho se oprimió al sentir la amenaza real a nuestro alrededor.

—Solo quédate ahí —ordenó en un susurro urgente—. No hagas nada. Si te pasa algo, Dmetry me mata, ¿entiendes?

Asentí, tragando con dificultad, sintiéndome inútil y vulnerable. La mirada de Vlamisdova volvió a perderse en el paisaje, pero su mente parecía estar calculando algo más.

—Esto no es suficiente… necesito algo más —murmuró, levantándose de repente y avanzando hacia uno de los hombres que nos acompañaba, un soldado con el rostro cubierto por una bufanda oscura.

Observé con inquietud cómo sacaba algo del bolso que él le ofrecía. Era un arma mucho más grande, imponente y pesada, que sujetó con firmeza. Mis ojos se abrieron de par en par al reconocerla: una bazuca.

Ella notó mi expresión de sorpresa y, para mi asombro, sonrió como si disfrutara del impacto que causaba. Luego llevó una mano al oído, activando el intercomunicador oculto bajo su casco, y comenzó a hablar con una precisión cortante.

—Sí, Don, voy a hacer explotar el ala este —anunció con voz fría y segura—. Muévanse ahora.

Apreté los puños mientras mi mente procesaba lo que acababa de escuchar. Mi corazón latía con fuerza, cada segundo que pasaba hacía que el pánico aumentara. Vlamisdova dio un paso hacia adelante, preparándose para la detonación, sus ojos fijos en el horizonte como si ya pudiera ver el ala estallar bajo su control absoluto.

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⏰ Última actualización: 11 hours ago ⏰

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YO SIEMPRE CONSIGO LO QUE QUIERO PARTE II  "JAQUE MATE MISTER D"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora