Azrael había estado recorriendo su territorio, una rutina que había adoptado en parte para familiarizarse con el vasto y enigmático bosque del norte y, también, para cumplir con las expectativas que venían con su título de Emperador del Bosque. Había aprendido a percibir las presencias en su territorio, algo que había mejorado gracias a sus nuevas habilidades y a la guía de la diosa Kitsura. Fue entonces, en uno de esos recorridos, que captó algo peculiar.
Una pequeña caravana de humanos se abría paso a través del bosque, moviéndose con cautela y rodeada por un aura que parecía opresiva y sombría. Normalmente, Azrael habría ignorado a los humanos que merodeaban en su bosque, siempre y cuando no representaran una amenaza o se mantuvieran al margen. Pero algo en esa caravana le llamó la atención. Había figuras encadenadas y amontonadas, criaturas que parecían lamias, elfas oscuras, e incluso otras razas exóticas del bosque. Todas tenían la misma expresión de cansancio y desesperanza, el brillo de sus ojos apagado.
Azrael se quedó observando desde las sombras, tratando de decidir si debía intervenir o no. En el pasado, hubiera ignorado algo así, pero el estado de las criaturas cautivas despertaba en él una mezcla de rabia y responsabilidad. **Estaban en su territorio.** Eso cambiaba todo. **¿Cómo era posible que esos humanos se atrevieran a pisar su bosque y a maltratar a sus habitantes de esa forma?**
**"No puedo lanzarme sin saber quiénes son mis oponentes o cómo pelean,"** pensó Azrael, con su característica cautela. **"No soy tan imprudente."**
Sin embargo, tuvo una idea. A través de sus habilidades psíquicas, **ordenó a los goblins cercanos que atacaran la caravana.** Sabía que, aunque los goblins no eran especialmente fuertes, en una estampida podían sembrar el caos, y eso le daría la ventaja de observar cómo reaccionaban los humanos.
—**No lastimen a los cautivos,** —les ordenó en su mente, asegurándose de que comprendieran sus intenciones. **"Su misión es solo desatar el pánico."**
Desde su escondite, Azrael observó cómo los goblins se preparaban y, con un estallido de alaridos, irrumpieron en la escena. La caravana humana, sorprendida, se vio rodeada de goblins que surgían de entre los árboles, sus chillidos agudos llenando el aire. Los humanos intentaron organizar una defensa rápidamente, pero estaban visiblemente desorientados por la ferocidad y la rapidez del ataque.
Azrael sonrió mientras los observaba luchar, sus habilidades y organización reflejando una mezcla de experiencia y desesperación. Claramente, estos no eran simples mercenarios; parecían acostumbrados a enfrentarse a peligros, pero los goblins en estampida no eran algo que pudieran enfrentar fácilmente.
Uno de los hombres, posiblemente el líder, gritó órdenes con desesperación, levantando su espada mientras intentaba repeler a los goblins que se lanzaban contra él.
—**¡Repelan a esas bestias! ¡No dejen que se acerquen a la caravana!** —gritaba, aunque su voz temblaba con un dejo de miedo.
Los goblins seguían atacando, sus movimientos eran caóticos, pero lograban mantener a los humanos ocupados. Cuando Azrael consideró que era el momento adecuado para hacer su entrada, eligió una roca alta donde la luz se filtraba a través de las hojas, iluminándolo de forma dramática. **Su figura imponente y su pelaje brillaban bajo el sol, un espectáculo que logró captar la atención de los humanos al instante.**
—**¿Qué es eso…?** —murmuró uno de los humanos, con el rostro pálido mientras miraba a Azrael con horror.
Azrael sonrió con malicia, disfrutando de la reacción que provocaba su presencia. **Sin decir una palabra, ordenó mentalmente a los goblins que retrocedieran.** Los goblins, obedientes, se alejaron rápidamente, desapareciendo entre los árboles con una eficacia sorprendente.
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esa vez que reencarne en una manticora
Fantasyun mal día para salir de lleva a un trágico destino