Una serenata
Milo Storm:
Desde que llegamos al hotel ha estado callada, tiene la mirada perdida y las manos temblorosas, la enfermera nos dijo que era normal, pues lleva dos semanas bajo los efectos de un fuerte sedante.
Me da tanto coraje la injusticia que cometieron con ella, la trataron como si fuera una demente, sus muñecas están marcadas porque la mayoría del tiempo estaba atada a una cama. Ella no merecía vivir esto y no puedo evitar sentirme culpable. Sé que yo fui el detonante de todo, si estuviéramos bien ella nunca habría tomado esas pastillas.
Pero es que, ¡joder! Ella me lo pone difícil, hace cosas que me sacan de mis cabales, la amo, esa chica me pone enfermo, pero lo que hizo fue algo que me hirió demasiado.
A pesar de todo, quiero olvidar eso, quiero darme una oportunidad con ella, porque por más que lo intente no he podido sacarla de mi cabeza.
—Astrid, ven a dormir —estaba sentada a la orilla de la ventana mirando al cielo.
Se levanta con cuidado y se acerca a la cama lentamente, me alegra que ya esté caminando, aunque aún no es capaz de hablar bien.
—¿Te sientes mejor?
Asiente con la cabeza y se acuesta a mi lado.
—Mañana volverás a la universidad, ¿quieres?
Vuelve a asentir.
—Todo va a estar bien —la regocijo en mi pecho y la abrazo hasta que se queda dormida.
***
—Buenos días —saludo a los ojos saltones que me observaban a un lado de la cama, al parecer se despertó temprano, porque ya iba vestida y peinada.
—Buenos días, Milo —escuchar su voz es un alivio.
Me voy sobre ella y la atrapo entre mis brazos, le lleno el rostro de besos como si llevara años sin verla.
—¿Qué haces? —ríe a carcajadas— ¡Estás loco, Milo!
—Escucharte hablar es lo mejor que me ha pasado en estos días.
—Estás de muy buen humor.
—¿Tú no?
—Yo también, aunque aún me siento un poco rara, pero me alegra haber salido de aquel infierno.
—¿Quieres contarme sobre lo que sucedió ahí dentro?
—No lo sé, no sé qué sucedió —toma aire agobiada—, solo recuerdo que siempre que abría los ojos y estaba atada a una cama, cuando gritaba para pedir ayuda volvían a dormirme, no sabía de mí, no sé quién me duchaba o quién me alimentaba, estaba perdida dentro de mi propio ser.
—Tranquila —acaricio su cabello— ya pasó.
—Fue horrible, cuando me tenían bajo su total control comenzaron las alucinaciones, veía cosas raras que me daban miedo, mi único consuelo era cuando aparecías tú.
—¿Por eso creías que yo no era real cuando me viste?
—Sí, pensé que era solo producto de mi imaginación, como cada día.
—Tu hermano y yo movimos cielo y tierra para sacarte de allí, pero era casi imposible sin la autorización de tu padre —me da rabia recordar como ese idiota estaba empeñado en decir que ella quería quitarse la vida—, tuvimos que recurrir a métodos fuertes para que nos diera la autorización.
—¿Qué métodos?
—Créeme, no te gustará saberlo.
—Quiero saberlo, Milo —declara.
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Tácticas para enamorar a Storm
RomansaAstrid Sherman, hija de un respetado Duque, acaba de entrar a la universidad de bellas artes más prestigiosa del mundo, dispuesta a cumplir su sueño de ser una gran artista. Luego de un brusco cambio en su vida, Astrid decide comenzar a vivir nuevas...