VII. Nueces

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En definitiva aquella casa no estaba sola.

Llegaba después del amanecer y se echaba a dormir, nunca tuvo problemas con ruido...pero comenzó a detectar movimientos furtivos que, en definitiva, no eran el viento, ni los mapaches que a veces querían trastear en su basura.

Comenzó a poner más atención.

Aquella casa negra con el jardín yerto, los árboles oscuros y tupidos, el invernadero sobre todo, no se mantenían solos, era imposible, claro, a primera vista podía dar un aspecto descuidado, pero la casa no estaba en ruinas ni mucho menos, la hierba era mantenida a raya y los nogales parecían sanos, las ramas no invadían casi nada de su propiedad, lo cual indicaba que eran podados. El invernadero parecía tener cosas dentro y aunque los cristales parecían opacos por su antigüedad, no estaban en realidad sucios.

Por otro lado no había luces, ruido de utensilios, baño ni nada de los sonidos cotidianos de una casa, no maldecían por haberse quemado un dedo o se cagaban en los muertos de todo cuando algo se caía y rompía, no había periódico en la entrada ni paquetes llegando o alguno de los muchos vecinos ofreciendo pastel, un servicio gratis o un descuento en el restaurante o ir al bazar que se montaría en la iglesia, nadie parecía entrar ni salir, era solo silencio.

¿Qué pasaba allí?

No era como si fuera alguien ocultándose a propósito...aquel canturreo no era propio de alguien que quiere pasar desapercibido, no se escondía, solo era como...como si simplemente no estuviera allí.

Entonces aparecían canastos con nueces al frente, nadie parecía querer tomarlos en todo caso, igual si en realidad vivía alguien en esa casa quería decir que estaban solos en todo el bloque y no era como que mucha gente pasara por allí.

¿Podía ser que alguien fuera solo a ver que el lugar estuviera en orden, limpiar un poco y luego se marchase? Él debía haberlo notado, algún comentario pudo escapársele a alguien.

"One day is fine and next is black, so if you want me off your back..."

—Buenas—

Regresaba antes de su turno, el sol aun no salía por el horizonte, pero allí estaba ese canturreo en el patio de al lado. Saludó con volumen alto, interrumpiendo la canción, mirando directamente al terreno de al lado, para que no quedase duda de a quién se dirigía.

Un sujeto de aspecto desgarbado, cansado, ojeroso y oscuro hizo un gesto con la mano para luego seguir con lo suyo, metiéndose en casa, como si saludar de esa forma a su (aparente) vecino fuera lo más común del mundo.

Reborn se quedó viendo a la casa de al lado, sin oír más ruido que el de la puerta al cerrarse, no se encendieron luces ni se escuchó más ruido por el resto del día.

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