XIII. El incendio

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Todo fue demasiado rápido, era invierno, un corto circuito en las luces navideñas o daños en el sistema de calefacción provocaban tragedias.

Desde fuera era evidente cómo las llamas comenzaban a engullir la parte este de la casa. Era uno de esos bloques parecidos al suyo en los que parecían vivir pocas familias, echó abajo la puerta al escuchar los gritos de una niña desde el interior, le gritó que se hiciera a un lado, quizás ella misma hubiera podido abrir de no ser porque había entrado en pánico.

La revisó de arriba abajo, tosía un poco, al parecer nada de cuidado, intentó tranquilizar a la pequeña que iba en pijama de My Little Pony, necesitaba saber algo esencial.

— ¿Hay alguien más dentro de casa? — la niña aún estaba en shock, pero movió la cabeza de forma afirmativa, apuntando al segundo piso.

—Hermanito...— logró pronunciar, arrastrando la "r".

Tomó la decisión de anteponer una vida humana a llamar antes a los servicios de emergencia, poniéndole su chamarra encima a la pequeña, ordenándole no acercarse a la casa. Él no tenía forma de saber que "Hermanito" era el nombre de su conejo de peluche.

Recordó vagamente algo golpeando su cabeza, caer al suelo sin siquiera haber llegado al segundo piso y luego...una voz, una voz ansiosa, preguntando algo, pidiendo algo, gritándole con desesperación que le permitiera ¿...qué?

En la puerta de la casa, a metros de él, estaba Luzu, gritándole algo, las llamas estaban avanzando demasiado deprisa, el castaño pareció maldecir, entrando a por él al fin.

Entonces Reborn pudo ver que el castaño sangraba...por los ojos, la nariz, las orejas...el cuero cabelludo; el de ojos oscuros balbuceó preguntas, si se encontraba bien, que qué le ocurría, pero solo oyó la voz ronca del otro asegurándole que todo estaría en orden.

Con una fuerza imposible lo arrastró hasta media calle.

—La ayuda viene en camino— Luzu parecía respirar pesado, Reborn estiró una mano hacia su rostro, manchándose las yemas de los dedos de los guantes con la sangre que escurría, perdiendo el conocimiento siendo aquellos ojos rojos lo último que vio, quedando tirado en el pavimento helado con el sonido del camión de bomberos aproximándose.

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