I. Prométeme que buscarás la felicidad con alguien más

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Había decidido retirarse, todo mundo le dijo que era pronto para hacer algo como eso, pero una promesa es una promesa.

Le dijeron que seguro volvería, que alguien como él no puede alejarse del servicio así como así, que eso lo seguiría a donde fuera, quizás tenían razón, pero lo intentaría con ganas antes de dar su brazo a torcer. Tenía en el recibidor una foto cuyos ojos profundos se lo recordaban a diario desde tiempo atrás.

"Prométeme que encontrarás otro trabajo".

Eso había sido fácil de aceptar, esa promesa se la hizo antes de que toda aquella pesadilla comenzara, después de un tiroteo en el que recibió una bala en el abdomen, quedándose inconsciente una semana, no podía perdonarse era haber hecho llorar a Julia. Por tanto se permitió hacer esa promesa...no la cumplió de inmediato, puso excusas, lo aplazó, y entonces ocurrió todo.

Se mudó a ese sitio para alejarse de la presión de su entorno anterior y cumplir parte del sueño de su fallecida cónyuge. Ambos fantaseaban con el momento en el que él se retirase y dedicaran su tiempo de lleno a comprar una casa y transformarla en un lugar precioso, lleno de luz, con árboles de fruta, flores y enredaderas.

Nadie que lo viese diría a la primera que era un aficionado amante de la jardinería, pero era un pasatiempo que compartía con su mujer, no que pudieran hacer gran cosa en aquel pequeño apartamento en el que vivieron sus escasos años de casados, pero disfrutaban yendo a jardines botánicos a ver plantas, soñando con su casa ideal, incluso con tener un invernadero con paredes de cristal a modo de cenador.

Entonces ella enfermó y no mucho después, pereció.

Las noticias de una enorme fortuna para la pelirroja llegaron tarde, el rio, llorando con amargura, pensando que pudieron haber pagado el mejor hospital, los mejores tratamientos, su doctor le dijo que de todas formas no habría tenido caso.

"Era un cáncer sumamente agresivo, estuviste con ella haciéndole el proceso más sencillo, quédate con eso..."

Lo decían como si ello le diera alguna clase de consuelo o llenase el espacio vacío en su cama, la silla vacante en el comedor.

Se sintió tan culpable de no haber dejado antes su trabajo como detective, como si lo sucedido hubiera sido una especie de castigo por no haber cumplido lo prometido, diciendo que haría cualquier cosa con tal de que la mujer que tanto amaba pudiera salir adelante.

"Prométeme que encontrarás otro trabajo, que buscarás la felicidad con alguien más"

Ella debía estar bromeando, eso es lo que pensó, saldrían de eso y se irían a algún pueblo viejo, él trabajaría en la ferretería o en la carpintería, tendrían su casa soñada y plantarían 3 limoneros, llenarían todo de margaritas, tomarían té por la noche sentados en el porche mientras espantaban mosquitos y hablaban de su día.

Eso nunca llegaría a ser, pero el dinero de la herencia inesperada y el seguro de vida que Reborn nunca supo que su esposa había contratado le aseguraban a él un futuro sin agobios.

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