Capitulo 26 | Nirvana

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Noah


El ambiente dentro del auto está tan denso que casi puedo tocarlo. Estoy manejando, pero no puedo concentrarme del todo en la carretera. Mis manos están firmes sobre el volante, quizás demasiado, y cada vez que miro por el espejo retrovisor, siento que mi paciencia se desgasta aún más.

Me detengo en un semáforo en rojo. Respiro hondo, tratando de mantener la calma, pero algo me distrae. A través del espejo, veo a Diana en la esquina del asiento trasero. Está sentada con los hombros encogidos, evitando mirar hacia adelante, como si quisiera desaparecer. Su semblante me dice todo: está avergonzada y enojada. Y luego está esa mujer, Andrea, borracha, inclinándose hacia ella desde el otro extremo, con esa sonrisa medio burlona que solo empeora mi humor. Andrea toma la mano de Diana, como si fuera lo más natural del mundo, como si tuviera algún tipo de derecho sobre mi hermana. Aprieto la mandíbula y el volante al mismo tiempo, sintiendo una oleada de frustración atravesarme.

La bocina de atrás me saca del trance. Golpeó el volante con la palma y aceleró con brusquedad, como si pudiera dejar atrás mi enojo si conduzco más rápido. Pero no es así.

Mi mente regresa a la conversación con Sarah, y siendo una nueva ola de rabia recorriéndome. ¿Cómo pudo? Me había dicho que no: "Andrea no tiene nada que ver con Diana". Y ahí estaba, ayudándolas a las dos a salirse con las suya, como si yo fuera la loca por preocuparme demasiado.

Diana es una adulta, lo sé. Pero también es mi hermana menor. ¿Cómo se supone que no me importe que una mujer que aparentemente es  casada y le lleva casi diez años esté metida en su vida? La vida de esa abogada es un desastre, eso lo sabe cualquiera hasta sin conocerla, esa mujer tiene mil páginas con escándalos diarios, y ahora mi hermana está atrapada en eso, a caso solo le faltaba engañar a una joven inocente en su lista. Pero lo que más me duele de todo esto, es Sarah, como está convencida de que "No son mis asuntos".

Pienso en su mirada intentando explicarse. "son cosas que ella tiene que contar, yo no tengo derecho a divulgar su vida privada" dijo, que conveniente. Pero, ¿Dónde queda la responsabilidad? ¿Dónde queda el límite entre proteger a alguien y permitir que se meta en un problema aún más grande.

Acelero un poco más, tratando de aliviar la presión en mi pecho, pero no sirve de nada. Ni siquiera puedo mirar a Sarah a mi lado, y esa sensación es como un peso que no puedo sacudir.

Miro por el retrovisor otra vez. Diana sigue ahí con los hombros encogidos y la melada caída. Andrea, por el contrario, parece completamente ajena a la tensión, sonriendo a escondidas para Diana... algo me dice que tan borracha, ya no está.

Y no sé si estoy más enojada con Diana por permitirlo, con Andrea por provocarlo, o con Sarah por dejarlo llegar hasta aquí.

Llegamos al departamento de Sarah y lo próximo que noto es el silencio incómodo llenando el ambiente, Diana y Sarah ayudaban a Andrea a acomodarse en alguna de las habitaciones, mientras yo cruzo los brazos, apoyada en el marco de la puerta.

— Esta bien, no está tan borracha — insisto, ella puede acostarse sola.

Andrea me lanza una mirada asesina desde la cama, como si hubiera insultado su dignidad. Yo solo suspiro, sin ánimos de discutir más.

Sarah es la primera en salir de la habitación y justo cuando cierra la puerta nuestras miradas se cruzan. Ella se muerde el labio, y mi pecho se tensa de inmediato. Sé lo que significa ese gesto; lo hace cuando está muy molesta, nerviosa o... bueno cuando está intentando no gemir. Y maldición, no necesito ese pensamiento en este momento.

El Flechazo y La Secuela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora